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Autor: México Evalúa

5 evidencias sobre las finanzas públicas de 2023


Menor crecimiento de los ingresos, mayor endeudamiento, militarización del gasto, deterioro de las empresas públicas, abandono de la salud: al quinto año de gestión, la herencia del Gobierno en materia de finanzas públicas parece clara.

Aunque en 2023 la recaudación tributaria tuvo una expansión destacable, el colapso de la renta petrolera contrarrestó las ganancias, provocando un boquete fiscal de 1.2% o 84 mmdp frente a la meta. Con este resultado, en los cinco años de gobierno los ingresos registran un aumento de sólo 6.7%, lo que apunta a ser el peor desempeño de las últimas cuatro administraciones.

El incumplimiento de las metas de recaudación desató recortes en diferentes áreas; el gasto en salud es una de las más afectadas. En particular, el Insabi sufrió un recorte de 59% o 63.3 mmdp, el cual no fue compensado por el gasto adicional del recién creado IMSS-Bienestar. En el primer año de operación del nuevo organismo, las personas sin seguridad social salieron perdiendo.

La austeridad selectiva y mala gestión también ha impactado en las principales empresas públicas y organismos descentralizados con funciones comerciales, los cuales han sufrido recortes en su inversión frente al sexenio pasado y, en varios casos, un deterioro financiero. Además de los casos bien conocidos –Pemex o CFE–, se observa un deterioro en el Servicio Postal Mexicano, Liconsa y Finabien (antes Telecomm), entre otras. El antecedente es preocupante si atendemos a la creación de último minuto de más empresas del Estado. 

Los que no han perdido (muy al contrario) son entes militares como la Sedena, Mariana y Guardia Nacional. Al cierre de 2023, estos organismos ejercieron 239% más recursos que los ramos civiles dedicados a la seguridad, cuando en 2018 prácticamente no existía una brecha. Además, su control de ahorros públicos o fideicomisos se ha disparado en más de 1,000%

Los recortes discrecionales en varios sectores no han podido limitar el endeudamiento creciente. Al cierre de 2023, los Requerimientos Financieros del Sector Publico (RFSP) ascendieron a 1.36 billones de pesos o 4.3% del PIB, prácticamente el doble del endeudamiento observado al final del sexenio pasado (2.2% del PIB). El Gobierno sigue viviendo de préstamos, lo cual impactará más pronto que tarde con un creciente pago de intereses.

A continuación, las evidencias de una gestión de finanzas públicas que no garantiza derechos ni estabilidad.

1. Crecen ingresos, pero no lo que se necesitó

El estancamiento de la producción petrolera, la apreciación del peso y el ‘perdón’ de impuestos a Pemex tiraron los ingresos petroleros a uno de sus peores niveles en décadas. Aunque la recaudación tributaria tuvo un buen desempeño, no fue suficiente para compensar las pérdidas petroleras.

En 2023 los ingresos netos del Sector Público llegaron a 7.03 billones de pesos, un aumento de 1% (71 mmdp) frente a lo logrado en 2023, pero se quedaron 1.2% (84 mmdp) por debajo de la meta, el segundo peor retraso del sexenio. Aunque la economía logró un crecimiento del 3.1%, ligeramente superior al 3% estimado por Hacienda, los ingresos fueron inferiores a lo planteado. 

El faltante de los ingresos de 2023 (en relación con el programa establecido) se explica principalmente por una caída en la renta petrolera que no pudo ser compensada por mayores ingresos del IEPS de gasolinas, ni por el resto de los ingresos tributarios.

En 2023, los ingresos petroleros sumaron 1.07 billones de pesos, 31% (484 mmdp) menos que en 2022, lo que representa el segundo peor monto en los últimos 15 años, después del observado durante la pandemia. La caída tan abrupta se tradujo en un faltante de 18.1%, o 238.6 mmdp, frente a calendario, cercanos a todo el presupuesto de la Secretaría de Salud de 2023 (209 mmdp). El desplome de los ingresos petroleros es producto de una combinación de menor producción petrolera, caída del precio de crudo a nivel internacional y la apreciación del tipo de cambio, como lo hemos explicado anteriormente.



La caída de la renta petrolera fue asumida en mayor medida por el Gobierno federal, debido a la reducción del Derecho de Utilidad Compartida (DUC). Se trata del principal gravamen que se cobra a Pemex, el cual se ha reducido del 65% de las ventas de hidrocarburos de la petrolera (menos ciertas deducciones autorizadas) en 2019 al 40% en 2023, y para 2024 es de 30%.

Por si la reducción discrecional de la tasa aplicable al DUC no fuera suficiente, el Gobierno federal ha llegado al extremo de postergar el pago de este derecho a través de resoluciones misceláneas. En total, en 2023 se le perdonaron tres meses de DUC a Pemex, lo cual explica que los ingresos del Gobierno federal se quedaran mucho más por debajo del calendario que los ingresos petroleros de Pemex: -30% (148.7 mmdp) vs. -11% (89.9 mmdp).

Para intentar contrarrestar la caída en los ingresos petroleros durante 2023, la Secretaría de Hacienda pisó el freno a los estímulos a las gasolinas hasta prácticamente llevarlos a cero al cierre del año. El restablecimiento del cobro del IEPS de gasolinas provocó un rebote en la recaudación de este tributo. Si en 2022 se tuvo una recaudación negativa de 83.5 mmdp (pues las devoluciones de impuestos fueron mayores a los ingresos, ante la política de estímulos complementarios), en 2023 se logró una recaudación de 230 mmdp, 375% (313 mmdp) más que en 2022. Aunque el crecimiento porcentual es elevado, la realidad es que la recaudación por IEPS de gasolinas fue la segunda peor desde 2014: se quedó 17% (48.3 mmdp) por debajo de la meta

El segundo impuesto con mayor dinamismo fue el ISR, el cual llegó a 2.5 billones de pesos, un aumento de 4.6% (111 mmdp) frente a 2022, o de 17% (360 mmdp) frente a 2018. Se trata de su segunda mayor tasa de crecimiento en lo que va del sexenio, lo cual es destacable. No obstante, la meta de recaudación anual se incumplió en 0.1% (2.3 mmdp).

Finalmente, el IVA llegó a 1.3 billones de pesos, un incremento de 6% (77 mmdp) frente a 2022, o de 15% (177 mmdp) respecto de 2018. La tasa de variación de este tributo fue la segunda mejor en lo que va del sexenio, pero, al igual que el ISR, se incumplió la meta en 3.7% (52.8 mmdp).

En total, en 2023 los ingresos tributarios llegaron a 4.5 billones de pesos, un incremento de 12.4% (497 mmdp) respecto de 2022, pero se quedaron cortos en 2.2% (103 mmdp) frente al programa. El desempeño de los ingresos tributarios por debajo de los objetivos de Hacienda está muy relacionado con el incremento de las devoluciones y compensaciones a lo largo del año, las cuales llegaron a 1.2 billones de pesos, el segundo mayor monto del sexenio, y 4% (51 mmdp) mayor al promedio del sexenio anterior.

La combinación de una renta petrolera disminuida, la reducción del DUC, la postergación de pagos a Pemex y el no tan satisfactorio desempeño de los ingresos tributarios provocaron una situación sin precedentes: por primera vez en 20 años los ingresos del Gobierno federal quedaron por debajo de la meta.

En 2023, la meta de ingresos del Gobierno federal era de 5.3 billones de pesos, pero se alcanzaron sólo 5.2 billones, 2.5% (133.8 mmdp) por debajo. Nunca se había incumplido esta meta de ingresos, ni siquiera durante la pandemia de 2020: aquel año se superó ligeramente el objetivo en 0.1% o 4.3 mmdp. El problema de incumplir las metas de ingresos del Gobierno federal es la dificultad resultante para financiar servicios públicos esenciales como la educación, salud, seguridad e infraestructura, entre otros.

Con estos resultados al quinto año de Gobierno, se acumula un incremento de los ingresos totales del Sector Público de 6.7% (443 mmdp) frente a 2018. Al cierre del Gobierno de López Obrador difícilmente se alcanzará el crecimiento de 14.7% (847 mmdp) logrado por Peña Nieto, el de 20.3% (971 mmdp) de Calderón o el 45.7% (1.5 billones) de Fox.

La situación es aún menos prometedora si sólo se analizan los ingresos del Gobierno federal. Del cierre de 2018 a 2023, estos ingresos han crecido sólo 4.5%, mientras que con Peña Nieto aumentaron 24.4%. con Calderón 21.9% y con Fox 36.2%.



2. El endeudamiento imparable

Pese a la narrativa de la austeridad, la realidad es que el Gobierno federal está echando cada vez más mano de la deuda para solventar el gasto público. El mayor problema es que buena parte de este endeudamiento no se utiliza para fines productivos; además, el pago de intereses se está incrementando de forma acelerada.

Al cierre de 2023, el endeudamiento (o Requerimientos Financieros del Sector Público: RFSP) ascendieron a 1.36 billones de pesos o 4.3% del PIB, lo que representó un crecimiento anual de 1.2% (16.2 mmdp) en términos reales, pero un crecimiento real de 104% (696 mmdp) frente al endeudamiento que se observó en 2018. Es prácticamente el doble de endeudamiento que el observado al final del sexenio anterior (2.2% del PIB).

Con este resultado se engarzan cuatro años de incumplimiento de los objetivos de endeudamiento del Sector Público: en 2023 se planteó una meta anual de RFSP de 4.1% del PIB, pero lo observado al cierre de año fue de 4.3 puntos del PIB, por lo que se sobrepasó el objetivo en 0.2 puntos del PIB. Lo anterior es equivalente a un sobreendeudamiento de 5.6%, o 71.8 mmdp frente al objetivo.

El hecho de que en el actual Gobierno se promedien RFSP de 3.8% del PIB, mientras que en el de Peña Nieto se recurriera en promedio a 3.1 puntos del PIB de endeudamiento, es señal de un deterioro de la capacidad fiscal. Asimismo, que en este sexenio se hayan superado en cuatro años las metas de endeudamiento, frente a dos ocasiones en el sexenio anterior, muestra un relajamiento de la disciplina fiscal.



El cada vez más escaso uso del endeudamiento para fines productivos es tema de igual preocupación. En 2023, el gasto en la inversión física llegó a 886 mmdp, 10.2% (100 mmdp) menos que en 2022. Tal recorte interanual de 10.2% ha sido uno de los más abruptos de la última década, sólo superado por el realizado en 2019 (-11.8%), en un contexto de estancamiento económico, y el de 2017 (-26.3%) producto de medidas de austeridad.

El incremento del endeudamiento y el recorte de la inversión provocaron, combinados, que se hilaran cuatro años consecutivos de incumplimiento de la regla de oro de la deuda, ésa que dicta que la inversión física debe ser mayor que el endeudamiento. En 2023, de cada peso de endeudamiento (RFSP) a lo largo del año, sólo 65 centavos fueron para gasto en inversión física: el peor resultado en los últimos 15 años. La regla de oro es un principio constitucional, ya que en el artículo 73 se establece que el endeudamiento contratado debe destinarse hacia aquellos rubros que generen un incremento en los ingresos, los cuales, por definición, van al gasto en inversión.



Finalmente, nos preocupa el incremento del pago de intereses y servicio de la deuda pública, el cual llegó a 1.04 billones de pesos o 3.3% del PIB, un máximo no visto desde la década de los 90.Para dar una idea de la magnitud del costo financiero de la deuda, en 2023 representó el 97% de los ingresos petroleros del Sector Público. En otras palabras, para pagar los intereses y servicio de la deuda pública en 2023 se destinó el equivalente a la totalidad de los ingresos petroleros. Por lo visto, esta obligación se ha convertido en un costo de oportunidad presupuestaria muy importante, al absorber recursos que podrían destinarse a otros rubros como la inversión, que se vio fuertemente castigada. 

El Gobierno federal y la CFE pagaron las mayores facturas en este respecto. El pago de intereses y servicio de la deuda del Gobierno federal se incrementó 24% (171 mmdp) frente a 2022. Entretanto, la CFE hizo un pago de intereses histórico: 63 mmdp, un crecimiento real de 358% frente a lo pagado en 2022. Hay que mencionar que la empresa no había hecho un desembolso de esa magnitud en los últimos 25 años. 

En materia de presupuesto, lo que más importa es cuánto se paga en intereses y servicio de la deuda pública, ya que el pago de estos conceptos reduce los recursos disponibles para impulsar temas de mayor interés social, como el gasto en salud pública. Si bien la deuda pública en México está por debajo de la que se observa en otros países de la OCDE, el nuestro es el país que destina mayores recursos del presupuesto al pago de intereses de la deuda pública[1]. Esta proporción puede aumentar con el incremento del endeudamiento en 2023 y 2024, así como el incremento de la tasa de interés del Banco de México.



3. Militarización de los recursos públicos

La supuesta debilidad de los entes civiles ha servido como justificación para el uso del Ejército en la seguridad pública y otras actividades, como construcción de infraestructura. Sin embargo, el propio Gobierno federal es el que ha debilitado a los entes de seguridad y desarrollo de infraestructura civiles, al reducir su presupuesto, lo que apunta a perpetuar la militarización del país. Al quinto año de gobierno, la militarización se evidencia en el aumento del gasto de los órganos militares, así como su control sobre fideicomisos públicos.

El presente sexenio se perfila cerrar con la mayor brecha entre el presupuesto de estancias de seguridad civiles y militares, dejando en claro que la política de seguridad pública del sexenio ha sido una, y una sola: la militarización. Y es que al cierre de 2023 los recursos ejercidos por entes militares –Sedena, Semar y Guardia Nacional– alcanzaron los 210 mmdp, 239% (148 mmdp) mayores que los ejercidos por los entes de seguridad civil –FGR, Gobernación y la SSPC sin la Guardia Nacional–, los cuales ejercieron un presupuesto por 62 mmdp, el segundo monto más bajo del sexenio. Esto representa una fuerte ampliación de la brecha entre el presupuesto de estancias militares y civil. Ésta, en 2018, era de apenas 17% (22 mmdp) a favor de los entes militares.

En 2023, frente al cierre del sexenio pasado, los entes militares erogaron 41.5% (61.5 mmdp) más, pero los entes civiles lo hicieron en 50.9% (64 mmdp) menos. Una clara redistribución del gasto.

El órgano civil de seguridad más debilitado en los últimos años ha sido la Secretaría de Gobernación, con un recorte de 87% (91 mmdp) frente a 2018, debido a que perdió el control de la Policía Federal, la cual se convirtió en la Guardia Nacional (GN) y pasó a formar parte de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC). Consideramos a la GN como un ente militar, debido a que está bajo control castrense, como señala la evidencia. Por otro lado, el ente militar más beneficiado ha sido la Sedena, la que en 2023 ejerció 130 mmdp, 25.6% (26.4 mmdp) más que en 2018.



La militarización avanza no sólo a través del presupuesto directo que reciben las estancias como la Sedena, la Marina y la Guardia Nacional (hay que subrayarlo: a costa del abandono presupuestario de las entidades de seguridad ciudadana), sino también por la vía de los recursos públicos depositados en fideicomisos y mandatos que se encuentran a disposición de los militares.

Al cierre del quinto año de gobierno, se ha incrementado el control de los ‘ahorros públicos’ en manos de los ramos militares (Sedena y Marina). En 2018, los fideicomisos bajo control castrense sumaban recursos por 6.9 mmdp, lo que representaba 0.6% del total. Sin embargo, al cierre de 2023 los fideicomisos militares contaron con recursos que ascendieron a 81.2 mmdp, el 16.4% de los recursos totales en fideicomisos, y un aumento de 1,077% frente a 2018. Al cierre de 2023 solamente la SHCP controló más recursos, ya que están a su cargo fondos como el FEIP y el FEIEF.

Aquí se hace evidente el doble discurso sobre el uso de fideicomisos. Mientras que aquéllos controlados por entes militares se han incrementado, el saldo total depositado en estos instrumentos al cierre de 2023 cayó 4.0% (20.4 mmdp) frente a 2022, y 56.3% (638 mmdp) frente a 2018.

El aumento de los recursos de los fideicomisos en manos militares responde a una mayor asignación de proyectos de inversión en infraestructura y obra de capital a la Sedena. Y es que antes de que comenzarán a otorgarse proyectos de construcción de infraestructura civil al Ejército (2018), esta dependencia contaba con recursos en fideicomisos por 6.9 mmdp, mientras que al cierre de 2023 ya controla 77.3 mmdp, un incremento de 1,024% (70.4 mmdp) frente a 2018.

Se destacan los recursos del nuevo fideicomiso para el Tren Maya[2], el cual se creó a finales de 2023 y se puso a disposición de la Sedena, y al cierre del año pasado registró una disponibilidad de 8.0 mmdp. También llama la atención el fideicomiso para infraestructura y obra pública, el cual se creó en 2022 a cargo de la Dirección General de Ingenieros de la Sedena, y al cierre del año contaba con una disponibilidad de 40.5 mmdp. Este fideicomiso tiene la obligación de desarrollar la infraestructura aduanera y, como lo hemos explicado anteriormente, fue nutrido de recursos del Fideicomiso para Administrar la Contraprestación del Artículo 16 de la Ley Aduanera (FACLA), administrado por el SAT.

Hay más. El segundo fideicomiso de la Sedena con mayores recursos al cierre de 2023 es el destinado para la administración y pago de equipo militar, el cual tiene el objetivo de administrar y cubrir los recursos para las adquisiciones de equipo militar y para la contratación de obra pública. Este fideicomiso cuenta con 28.5 mmdp al cierre de 2023, y ha sido privilegiado de manera importante durante el sexenio, pues en 2018 contaba únicamente con 6.5 mmdp, y al cierre de 2023 presenta un crecimiento real de 339% (22 mmdp).

El uso de fideicomisos para el desarrollo de infraestructura dificulta el seguimiento presupuestario de los recursos, ya que no existe la obligación de reportar a detalle cómo se gastan sus recursos, lo que puede abrir la puerta a actos de corrupción. Según la ASF[3], el fideicomiso para la administración y pago de equipo militar, que fue utilizado para la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles, tuvo un manejo fue poco transparente, ya que careció de documentación comprobatoria sobre el uso de sus recursos.

Huelga decir que la concentración de los recursos de fideicomisos en manos de ramos militares se ha dado a costa de la disminución en otros ramos que tienen por objetivo la construcción o mantenimiento de infraestructura civil. Por ejemplo, los recursos de los fideicomisos del ramo de Comunicaciones y Transporte exhiben, al cierre de 2023, una reducción de 99% (109.8 mmdp) frente a los recursos que tenía en 2018, por la eliminación del fideicomiso del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM) y el Fideicomiso para la Infraestructura Portuaria.



En 2024 el traslado de responsabilidades desde los ramos encargados de la infraestructura civil hacia los ramos militares se traducirá en una mayor gestión de la inversión física por parte de éstos últimos. Esto ya lo vimos desde el cierre de 2023, cuando el gasto en inversión física de la Sedena y la Marina ascendió a 23.35 mmdp, lo que representó un crecimiento real de 21% (4.2 mmdp) frente al gasto de inversión en 2018.

Sin embargo, será para 2024 cuando la inversión ejercida entes militares aumente 673% (136.5 mmdp) frente a 2018, debido a que para este año ambos ramos ejercerán el 17% de la inversión física total: un aumento significativo de 14 puntos porcentuales en comparación con su participación al finalizar 2023. Esto, debido a que oficialmente el Tren Maya será gestionado por la Sedena y no por la Secretaría de Turismo, como lo explicamos en nuestro análisis de la inversión física para 2024.



4. El Gobierno, ese mal empresario… 

Durante todo el sexenio el Gobierno federal ha promovido la creación de nuevas empresas u organismos públicos, entre los cuales destacan el Tren Maya, LitioMX o la nueva Mexicana de Aviación. El panorama, sin embargo, no da motivos para el optimismo. Los resultados financieros de las principales empresas y organismos públicos con fines comerciales que existían desde Gobiernos pasados presentan retrocesos al cierre de 2023.

En otros análisis mostramos el empobrecimiento que se ha presentado en las empresas públicas (Pemex y CFE) durante el sexenio. Esta mala administración también se refleja en empresas públicas de participación estatal, así como en organismos públicos descentralizados: en cuatro de los nueve entes que analizamos encontramos un deterioro directo en su balance financiero. El resto de organismos han mejorado sus resultados netos, pero ha sido a costa de reducir su gasto de inversión, lo que pone en riesgo su sostenibilidad futura.

En primer lugar están los entes que han tenido un deterioro general en su rentabilidad neta: tal es el caso de la Financiera para el Bienestar (Finabien) [antes Telecomm], Liconsa, CFE y el Servicio Postal Mexicano. En el caso de los tres primeros, el deterioro es de tal magnitud que durante el sexenio han operado en promedio con déficits financieros, es decir, sus ingresos, incluyendo subsidios, han sido inferiores a sus gastos.

Por ejemplo, Liconsa, encargada de procesar y distribuir leche, en el sexenio anterior operaba en terreno positivo, promediando un superávit financiero de 355.2 millones de pesos. Sin embargo, en los cinco años del actual sexenio sus ingresos han caído 24% (2,331 mdp) frente a lo que percibía durante el sexenio anterior. A pesar de costarle más recursos al erario (ya que han aumentado en 10.1% (486 mdp) los subsidios y transferencias que recibe del Gobierno federal), el organismo público ha caído en un déficit financiero por 353.6 millones de pesos en promedio.

Según la ASF[4], Liconsa tiene el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria y obtener ganancias por sus ventas, pero ha fallado en los últimos años. En 2021 la empresa tenía la meta de generar 1.5% de utilidad por la venta de leche, pero tuvo pérdidas por el incremento de costos fijos y reducción de las ventas. Ese año planeó vender 95 millones de litros de leche, pero vendió sólo 21.1 millones. Por esta razón, la ASF advirtió que si Liconsa no lograba aumentar sus ventas netas y disminuir los gastos de operación antes de recibir recursos fiscales por parte del Gobierno Federal, corría el riesgo de no cumplir con sus objetivos y metas institucionales.

En la recién creada Finabien[5] (anteriormente Telecomm) se observa el mismo deterioro. Con la modificación del organismo descentralizado se mantuvo la misión de proveer servicios de telecomunicación rural por satélite, internet satelital, servicios telegráficos y servicios de inclusión financiera. Sobre este último punto, hay que recordar que Telecomm ya estaba involucrado en el sector financiero, con programas de envío de remesas, pago de programas sociales y corresponsalía bancaria. Con Finabien se mantienen todos estos servicios, es decir, la transición entre organismos se trató más bien de un cambio de fachada. No obstante, un cambio real fue que a Finabien se le encargó el cobro de pasivos del Programa de Apoyo Financiero a Microempresas Familiares de 2020 y 2021, anteriormente en manos de la Secretaría del Bienestar. Asimismo, luego del huracán Otis, Finabien anunció el otorgamiento de créditos para la reconstrucción[6].

Pese a los cambios, a lo largo del sexenio este ente público no ha podido combinar de manera eficiente los giros comerciales sobre los cuales opera. Tan sólo al cierre de 2023 sus ingresos cayeron 34.6% (459.9 mdp) en términos reales respecto del año anterior, promediando así un déficit financiero por 12.4 mdp durante el sexenio, lo que se compara negativamente con el superávit financiero con el que operaba durante el sexenio anterior, por 63.2 mdp. Pese al cambio, no se aprecia una mejora sustancial en la operación de este organismo, lo que pone en duda su rentabilidad presente y futura.

Vale la pena señalar que el desempeño de este organismo ha estado lejos de ser óptimo en los últimos sexenios. La ASF[7] señaló en 2017 que debido a la falta de estudios de mercado y mala calidad en el servicio, Telecomm había reducido su cuota de mercado. No existen evaluaciones recientes sobre el desempeño de este ente público, pero su deterioro financiero apunta a que no hay una mejora en su operación.

La historia del deterioro de los organismos descentralizados no acaba aquí, y ha permeado sobre otro de los organismos más utilizados por la población mexicana: el Servicio Postal Mexicano (Sepomex), el cual compite directamente contra empresas como DHL, FedEx o Estafeta. Sin embargo, durante los últimos años Correos de México se ha enfrentado a una caída de 46.5% (1,711 mdp) en sus ingresos, tendencia que difícilmente se revertirá en los próximos años.

De todas formas, se registra un aumento de 0.3% (9.26 mdp) en las transferencias y subsidios que Correos recibe del Gobierno federal para cubrir sus gastos operativos, subvenciones no han salvado al organismo de sufrir una caída del 53.3% (54.7 mdp) en su balance financiero. Con este deterioro financiero, es casi imposible que la compañía se sitúe como líder del sector, tal y como se establece en objetivo institucional.

Según la ASF[8], en 2018 los ingresos propios de Sepomex alcanzaron a cubrir el 49.4% de su operación, pero en 2022 este porcentaje cayó a 34.5%, señal de que no se ha avanzado en la modernización de la entidad. Además, no hubo gasto de inversión física en 2022.

La presencia de Sepomex se ha ido reduciendo desde hace más de una década. En 2008 llegó a contar con 30.9 mil puntos de servicio propios y manejó 885 millones de piezas[9], pero en 2023 contó con sólo 7,216 puntos y manejó sólo 272 millones de piezas, según el Quinto Informe de Gobierno. Pese a su menor participación en el mercado mexicano, el organismo no ha podido mejorar su situación financiera.

También se ha observado un deterioro en las finanzas de la CFE, la cual, en promedio, ha operado con un déficit de 15,443 mdp durante el sexenio, mientras que en el anterior sexenio tenía ganancias. Esto sin mencionar que se ha dado un proceso de achicamiento en la empresa, mediante la reducción de su patrimonio.



Por otro lado, tenemos a empresas y organismos que si bien no han sufrido un deterioro en su rentabilidad –balance financiero–, han sufrido reducciones en sus ingresos y gasto de inversión, lo que presagia una reducción de su rentabilidad futura. Tal es el caso de Pronósticos para la Asistencia Pública, Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA), Diconsa y Pemex.

En primer lugar, está Diconsa, una empresa con participación estatal mayoritaria, y que tiene por objetivo contribuir a mejorar la seguridad alimentaria de la población en localidades de alta o muy alta marginación, a través de tiendas comunitarias. Tan sólo en el primer año del presente Gobierno, los ingresos de la empresa se desplomaron un 25.1% (4,642 mdp) en términos reales, caída de la cual ya no se pudo recuperar, y al cierre de 2023 sus ingresos se encuentran 30.9% (6,875 mdp) por debajo de lo que percibía en el sexenio anterior. Esto ha cobrado factura al Gobierno federal, ya que ha tenido que aumentar sus subsidios y transferencias para subsanar la caída de los ingresos propios de la empresa. En promedio, durante el sexenio estas transferencias han aumentado 29% (842 mdp) frente al promedio transferido en el sexenio anterior.

La estrategia implementada para hacer frente a la disminución de los ingresos de la empresa ha sido reducir drásticamente la inversión física. Ésta cayó a niveles nulos en 2017, y no se ha recuperado a lo largo del sexenio. Como resultado, en promedio durante el sexenio, la inversión física es un 93% menor (364 mdp) en comparación con el nivel reportado en el anterior.

A pesar de su objetivo institucional (cubrir a los marginados, podemos resumir), Diconsa ha venido disminuyendo su cobertura desde finales del sexenio pasado, sin que se logre revertir la tendencia en el actual[10]. Por ejemplo, en 2016 se reportaron 26.8 mil tiendas Diconsa en 24.6 localidades, pero al cierre de 2018 el número bajó a 26.1 mil tiendas en 23.9 mil localidades. Para 2021 la cobertura cayó a 24.4 mil tiendas en 22.2 mil localidades. Al cierre de 2023, el Quinto Informe de Gobierno estima que habían 24.2 mil tiendas en 22.1 mil localidades. Es decir, la atención se mantiene por debajo de lo logrado el sexenio pasado, y el recorte en la inversión no permitirá que se revierta la situación.



En segundo lugar, está el caso de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA)[11], un organismo público encargado de construir y conservar infraestructura aeroportuaria, así como de prestar servicios de suministro de combustible. Tiene presencia en 18 estados de la República Mexicana. Durante el último sexenio, se ha observado una reducción significativa tanto en sus ingresos como en sus gastos. En comparación con el sexenio anterior, sus ingresos han disminuido en un 9.1% (377 mdp), mientras que sus gastos han experimentado una caída abrupta del 23.5% (1,059 mdp). Por tanto, los presuntos resultados financieros positivos se han alcanzado a costa de importantes recortes en el gasto del organismo, y no como resultado del crecimiento de la empresa. Durante el sexenio, se ha aplicado un recorte en la inversión de 28% (177.6 mdp).

No existen evaluaciones recientes del desempeño de este organismo. En 2014, la ASF[12] identificó que 14 de los 18 aeropuertos gestionados por la ASA tuvieron operación deficitaria, aunque las ganancias en cuatro aeropuertos compensan las pérdidas en el resto. Por otro lado, detectó que las obras de conservación de la infraestructura eran adecuadas. Con base en los resultados observados hasta 2023, es posible que se mantengan las pérdidas en la mayoría de los aeropuertos, y que el grado de conservación de infraestructura esté decayendo, por el menor gasto de inversión.

Esta misma estrategia (llevar a cabo grandes recortes en la inversión para intentar generar balances positivos) también se evidencia en Pemex. Aunque sus ingresos han aumentado un 15% (93,331 mdp) durante el sexenio, este incremento no se debe directamente a una mejora en sus ventas, sino que responde a las reducciones del DUC que se han realizado para apoyar a Pemex, lo que implica que una mayor proporción de los ingresos petroleros se queden en manos de la empresa. Hay que tomar en cuenta, además, que Pemex registra las transferencias que recibe de la Secretaría de Energía como ingresos propios, bajo el concepto de “otros ingresos”. Pese a todo, los apoyos no han sido suficientes para mejorar la sostenibilidad de la empresa de forma permanente, pues se registran grandes recortes en su gasto de inversión: en promedio, la inversión física ha caído un 29% (116,676 mdp) en comparación con el sexenio anterior. Es como si Pemex estuviera conectada a un respirador artificial (transferencias del Gobierno).

Un tema aparte es el de la Lotería Nacional[13]. Debemos tener en cuenta que en 2022[14] se llevó a cabo la fusión con Pronósticos para la Asistencia Pública[15], por lo cual ahora se reporta sólo el desempeño financiero de éste último organismo público. Sin embargo, la fusión no ha sido del todo beneficiosa para las finanzas de estos organismos, pues en 2023, el primer año tras la operación, se registró una caída de 77% (1,305 mdp) en su balance financiero. Esto se debe a que al fusionar los recursos de ambas empresas se incrementaron los ingresos, pero los gastos lo hicieron en mayor medida.

Debemos recordar que Lotería Nacional arrastraba décadas de mal desempeño financiero, y no cumplió con su función de aportar recursos al Gobierno federal desde 2008 hasta 2021. Tanto, que la ASF recomendó su disolución[16]. En lugar de ello, el Gobierno decidió fusionar a Lotería con Pronósticos, el cual sí era rentable. Si bien esta fusión garantiza la subsistencia de la primera, puede ser a costa de reducir la rentabilidad de los segundos. Según la Cuenta Pública de 2022, las utilidades de Pronósticos pagadas a la Tesofe fueron de 358 mdp[17], una reducción de 57% (468 mdp) en términos reales, frente a lo observado en 2018[18].



Finalmente, hay que describir lo que ocurre en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM)[19], el cual no ha logrado recuperar sus niveles previos a la pandemia. De él no existe información expedita al cierre de año, por lo que presentamos los datos de la Cuenta Pública 2022: en promedio, durante el actual sexenio, el AICM ha generado un desahorro por 146.9 mdp. Esto se compara negativamente con los ahorros financieros que generó la empresa durante el sexenio pasado, por 428.1 mdp.



5. La pérdida que ha supuesto el IMSS-Bienestar

Las personas sin seguridad social salieron perdiendo en el primer año de operación del órgano desconcentrado IMSS-Bienestar. En su último año de operación, el Insabi gastó 43.5 mmdp, una caída de 63.9% (77 mmdp) frente a 2022, o 59% (63.3 mmdp) menos de lo aprobado en 2023. Dicho recorte se debió al proceso de transición, pero el gasto adicional por 48 mmdp del nuevo IMSS-Bienestar no logró compensar la caída. Lo explicamos a detalle en nuestro análisis del gasto en salud de 2023.

El mayor recorte en el Insabi se centró en el programa Atención a la Salud y Medicamentos Gratuitos: 33% (33.7 mmdp) frente a 2022, para alcanzar un gasto anual de 69.6 mmdp, el menor desde su creación en 2020. Asimismo, el programa de Atención a la Salud erogó 10 mmdp, 39% (6.2 mmdp) menos que en 2022, o 48% (9.2 mmdp) menos respecto del programa. Aunque su nombre es similar, el primero se enfocaba en cumplir las transferencias en salud para las entidades federativas, así como en nutrir al Fonsabi, y el segundo en atención médica directa.

Con la creación del IMSS-Bienestar se registró un nuevo programa en salud: Atención a la Salud para las Personas sin Seguridad Social, el cual erogó 9.2 mmdp, exactamente lo que no se gastó del programa de Atención a la Salud del Insabi. Sin embargo, no se compensó el presupuesto no gastado del programa de Atención a la Salud y Medicamentos Gratuitos. Cabe aclarar que el nuevo programa del IMSS-Bienestar suple a los dos mencionados del Insabi.

A diferencia de años anteriores, las transferencias a fideicomisos en 2023 se desplomaron. En conjunto, tan sólo se transfirieron 12.8 mmdp al Fonsabi, 72.6% (33.8 mmdp) menos que en 2022. Esta reducción rompe la tendencia observada desde 2020: la Secretaría de Salud disimulaba subejercicios al transferir miles de millones al Fonsabi, para luego mandar ese dinero a la Tesofe, como explicamos en nuestro artículo “El ocaso del Fonsabi”.

De 2020 a 2022, entre el 33% y el 42% del gasto ejercido por el Insabi y el Programa IMSS-Bienestar del Ramo 19 correspondió a transferencias a fideicomisos, los cuales promediaron 54.2 mmdp en esos tres años. Sin embargo, en 2023 sólo el 11% del gasto en salud de los entes mencionados, más el nuevo órgano IMSS-Bienestar, correspondió a tales transferencias. De haber cumplido con la tendencia anterior, el total gastado de los tres entes habría superado lo observado en 2022 (con el riesgo de simulación antes apuntado, claro está).



En realidad, el Fonsabi, que se encarga de financiar enfermedades de alto costo e infraestructura, también salió perdiendo con la transición al IMSS-Bienestar. Al término de 2023 el fideicomiso cerró con un saldo de 45.9 mmdp, el peor monto al cierre de un año desde 2010.

El mayor saldo del Fonsabi de la última década fue de 132.3 mmdp (pesos reales de 2023), y se logró en diciembre de 2019, antes de que se consumara la desaparición del Seguro Popular. A partir de 2020 entraron en vigor modificaciones a la Ley General de Salud, y se aprobaron leyes de ingreso de la Federación, que permitieron sacar recursos de este fideicomiso para transferirlos a la Tesofe.

A partir de 2020, el Fonsabi fue cerrando años con cada vez menos recursos. En 2020 terminó con 123 mmdp; en 2021, con 105 mmdp; 2022, con 74.9 mmdp, y 2023 con 49.9 mmdp, 65% (86 mmdp) menos frente al máximo de 2019. Detrás de estas constantes reducciones se escondía, reiteramos, un mecanismo de simulación del gasto a partir de grandes entradas y salidas de recursos.

De 2010 a 2018, las entradas de recursos al Fonsabi promediaron 6 mmdp trimestrales, y sus egresos 3.9 mmdp. Como los gastos eran menores a los ingresos, su saldo fue creciendo. De 2020, ya con el Insabi en operación, a 2022, las entradas al fideicomiso promediaron 15.3 mmdp, pero los egresos ascendieron a 26.5 mmdp, provocando una disminución constante de su saldo. La mayor parte de los egresos se debieron a transferencias a la Tesofe, como lo evidenciamos en nuestro análisis del gasto en salud anual de 2022.

Aunque el saldo del Fonsabi iba cayendo, hay que notar que al cierre de cada año se incrementaban las transferencias a él, para disimular subejercicios y dejar recursos suficientes para extraer al siguiente año. Esto cambió en 2023, pues las transferencias a fideicomisos disminuyeron súbitamente frente a lo observado de 2020 a 2022, lo cual no evitó que de todas formas la Secretaría de Hacienda extrajera recursos millonarios del fideicomiso.

En 2023 los gastos del Fonsabi (presumiblemente transferencias a la Tesofe, en su mayor parte) sumaron 56.2 mmdp, 36% por debajo de los 88 mmdp gastados en promedio de 2020 a 2022. Por su parte, los ingresos fueron sólo de 20.9 mmdp, 73% menores a los 77 mmdp promediados en las mismas fechas.



El recorte en el gasto del Insabi/IMSS-Bienestar fue la principal causa de que en 2023 el gasto total en salud se quedara por debajo de la meta. En 2023, el gasto funcional en salud ascendió a 808 mmdp, un recorte de 3.4% (28 mmdp) frente al ejercido en 2022, aunque superior en 11.1% (80 mmdp) frente a 2018. No obstante, se quedó por debajo del programa en 6.9% o 60 mmdp, de los 868.1 mmdp aprobados para el año. Se trata del mayor recorte al gasto en salud registrado en los últimos 20 años, tanto en porcentaje como en magnitud total.

En sentido estricto, en lo que va del sexenio sólo en 2019 y 2023 se incumplió el gasto general en salud aprobado. Sin embargo, como lo explicamos en nuestro análisis anual del gasto en salud de 2022, en 2020, 2021 y 2022 también se subejerció el gasto en la materia, pero los recortes fueron disimulados mediante transferencias a fideicomisos.


Recomendaciones

En materia de ingresos

  • Fijar controles al Gobierno para que el Congreso le autorice al Ejecutivo renuncias recaudatorias que afectan los ingresos públicos (como la reducción del DUC a Pemex) a partir de cierto umbral.
  • Establecer medidas para compensar los ingresos y el Gasto Federalizado, cuando se realicen renuncias recaudatorias.
  • Condicionar los apoyos del Gobierno federal a favor de Pemex a una mejora en la gobernanza de la empresa, modelo de negocio y situación financiera.

En materia de gobernanza del gasto

  • Crear un Consejo Fiscal que evalúe la política fiscal, con capacidad para hacer estudios de impacto presupuestarios sobre las propuestas de políticas públicas o renuncias recaudatorias planteadas por el Ejecutivo o Legislativo, considerando en todo momento el contexto macroeconómico.
  • Mejorar los mecanismos de control para limitar los recortes discrecionales al gasto público aprobado por el Congreso. La LFPRH, en su artículo 21, establece el orden para hacer recortes al gasto cuando los ingresos se quedan cortos. En primer lugar, indica que se deben recortar los gastos de comunicación social[20] y posteriormente el gasto administrativo no vinculado a la atención de la población. Asimismo, permite “realizar ajustes a otros conceptos de gasto siempre y cuando se procure no afectar los programas sociales”. Ante los grandes recortes en el sector salud, es evidente que se debe mejorar la legislación para garantizar la protección de los derechos de las personas.

En materia de deuda

  • Alinear correctamente el endeudamiento con la inversión productiva del Estado, para generar mayores ingresos públicos en el futuro, de forma tal que sea viable financieramente, es decir, que se garantice que incrementarán los ingresos en el futuro como estipula el artículo 73 de la Constitución.
  • Hacer público el Registro de Obligaciones Financieras aludido en la Ley Federal de Deuda Pública para rastrear el destino de la deuda pública en su forma particular.
  • Establecer techos de financiamientos de cada una de las Empresas Productivas del Estado y organismos federales, con base en los ingresos que obtengan y con su capacidad de pago.
  • Analizar, a través del CEFP, la solicitud de endeudamiento del Gobierno federal y sus organismos en la iniciativa de ley de ingresos para evaluar su sosteniblidad en el mediano y largo plazo y sus potenciales riesgos.

EXTRA: 10 riesgos para 2024 en adelante

  1. Un deterioro de la situación de Pemex tal, que obligue al Gobierno a aumentar transferencias y reducciones de impuestos. 
  2. Agravamiento de las renuncias recaudatorias, principalmente en IEPS y DUC, sin estrategias para compensar la menor recaudación, que lleve a más recortes presupuestarios.
  3. Caída de la inversión pública en proyectos no emblemáticos, en especial de mantenimiento, que disminuya el potencial de crecimiento del país y deteriore el estado de la infraestructura.
  4. Disminución de la inversión privada, en respuesta a la incertidumbre por el periodo electoral, que disminuya el crecimiento económico y la recaudación.
  5. Deterioro de las empresas públicas y aumento de subsidios a las mismas, a la par de una reducción en su atención social. Desempeño negativo de las empresas públicas de recién creación, que obligue al Gobierno a subsidiarlas.
  6. Recorte del gasto en salud para las personas sin seguridad social. Deterioro per cápita del gasto en salud en general.
  7. Un incremento sostenido del endeudamiento, que pueda volverse imparable.
  8. Depreciación del tipo de cambio, que incremente el saldo y los pagos de la deuda externa. 
  9. Prolongación de la postura monetaria contractiva, que se traslade en la presión del costo financiero de la deuda pública.
  10. La baja capacidad de respuesta del Gobierno a eventos imprevistos (internos y externos), debido a la caída en los fondos y ahorros públicos.

[1] World Bank, 2024. Interest payments (% of expense). https://data.worldbank.org/indicator/GC.XPN.INTP.ZS

[2] Nombre oficial: Fideicomiso del Artículo 18-A de la Ley Federal de Derechos.

[3] ASF 2020. Recursos destinado para la construcción del Aeropuerto Internacional de Santa Lucía. Recuperado de: https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2020c/Documentos/Auditorias/2020_1532_a.pdf

[4] ASF (2021) Programa de Abasto Social de Leche a Cargo de Liconsa-Comercialización. Cuenta Pública 2021. Auditoría número 184. Recuperado de: https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2021c/Documentos/Auditorias/2021_0184_a.pdf

[5] En octubre de 2022 se publicó en el DOF el decreto para convertir a Telecomunicaciones de México en la Financiera para el Bienestar. https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5669253&fecha=21/10/2022#gsc.tab=0

[6] Gobierno de México entrega créditos a la palabra a hoteles y restaurantes de Acapulco y Coyuca

https://www.gob.mx/finabien/articulos/gobierno-de-mexico-entrega-creditos-a-la-palabra-a-hoteles-y-restaurantes-de-acapulco-y-coyuca?idiom=es

[7] ASF. (2017) Competitividad de los Servicios Telegráficos en el Mercado de Transferencia de Fondos. https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2011i/Grupos/Desarrollo_Economico/2011_0103_a.pdf

[8] ASF (2022). Desempeño del Servicios Postal Mexicano. Recuperado de: https://informe.asf.gob.mx/Documentos/Auditorias/2022_0373_a.pdf

[9] ASF (2011) Operaciones del Servicio Postal Mexicano. https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2011i/Grupos/Desarrollo_Economico/2011_0303_a.pdf

[10]  ASF (2022) Programa de abasto rural a cargo de Diconsa-Comercialización. Recuperado de: https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2021c/Documentos/Auditorias/2021_0103_a.pdf

[11] Organismo Descentralizado del Gobierno Federal, con personalidad jurídica y patrimonio propios, creado por Decreto Presidencial el 10 de junio de 1965

[12] ASF (2014). Operación de los Aeropuertos de la Red ASA. https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2014i/Documentos/Auditorias/2014_0413_a.pdf

[13] Lotería Nacional es un Organismo Público Descentralizado creado por decreto presidencial el  16 de agosto de 1920 y fusionado a Pronósticos para la Asistencia Pública en 2022.

[14] Concreta Lotería Nacional proceso de fusión. Recuperado de: https://www.gob.mx/lotenal/articulos/concreta-loteria-nacional-proceso-de-fusion

[15] Pronósticos para la Asistencia Pública fue un Organismo Público Descentralizado del Gobierno Federal, con personalidad jurídica y patrimonio propios; creado mediante decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 24 de febrero de 1978.

[16] ASF (2019) Gestión Financiera de Lotería Nacional para la Asistencia Pública. https://www.asf.gob.mx/Trans/Informes/IR2018b/Documentos/Auditorias/2018_0063_a.pdf

[17] Cuenta Pública 2022. https://www.cuentapublica.hacienda.gob.mx/work/models/CP/2022/tomo/VII/MAT_Print.6HJY.02.NEF.pdf

[18] Cuenta Pública 2018. https://www.cuentapublica.hacienda.gob.mx/work/models/CP/2020/tomo/VII/Print.HJY.02.NEF.pdf

[19] Entidad de participación estatal mayoritaria, subsidiaria de Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, S.A. de C.V.

[20] Por este concepto de gasto en 2023 sólo se identificaron recursos aprobados por 2.5 mmdp, por lo que su recorte difícilmente sirve para amortiguar reducciones al presupuesto. Al cierre del año, este concepto de gasto sólo fue recortado 14% menos en porcentaje de lo aplicado a la función salud del gasto.

El costo del ajuste fiscal en 2023: recortes a la salud

Como explicamos en nuestro Erario Anual de 2023, la combinación de una renta petrolera disminuida, la reducción del DUC, la postergación de pagos a Pemex y el no tan satisfactorio desempeño de los ingresos tributarios provocaron que por primera vez en 20 años los ingresos del Gobierno federal quedaran por debajo de la meta en 2.5% o 133.8 mmdp. Para paliar el déficit, lo usual es realizar ajustes presupuestales. A lo largo del año pasado, esos ajustes se hicieron con una arbitrariedad sin límites, al grado de recortar el gasto en salud como nunca se había hecho, poniendo en riesgo el cumplimiento de este derecho humano.

En efecto, distintas dependencias sufrieron a causa de la austeridad selectiva, pero ningún recorte preocupa más como el sufrido por la Secretaría de Salud: fue de 51.1% (102.5 mmdp) respecto de su gasto aprobado para el año. Aunque la Secretaría de Hacienda argumentó que el ajuste se debió a la transición hacia el IMSS-Bienestar, el gasto adicional asignado a este nuevo instituto no compensa ni de cerca la caída del Insabi.

Aunque las otras dependencias, como IMSS e ISSSTE, cumplieron sus metas presupuestales e incluso tuvieron incrementos, el gasto funcional en salud quedó, en su conjunto, 6.9% o 60 mmdp por debajo de la meta, el mayor recorte registrado en los últimos 20 años. Los efectos se sintieron en el gasto en medicamentos e inversión física, especialmente.

Además, dados el aumento del gasto en salud para las personas con seguridad social y la reducción para los no asegurados, la desigualdad entre sistemas se exacerbó: en 2023 los recursos para las personas aseguradas fueron 79% mayores que los destinados a los que no tienen seguridad formal, la mayor brecha desde 2006. Estos resultados son señales perentorias de la necesidad de mejorar la gobernanza del gasto en salud, para evitar nuevamente recortes discrecionales.

Te relatamos otro difícil capítulo del gasto en salud.

Recorte histórico en salud

En 2023 se prometió el gasto en salud más elevado de la historia, pero a cambio el país obtuvo recortes producto de la austeridad selectiva. Tan así, que tiraron estos recursos al tercer peor nivel del sexenio. En nuestro análisis del Paquete Económico 2023 habíamos advertido que los incrementos aprobados se concentraban principalmente en los sistemas de salud para personas con seguridad social formal. Por ello, la promesa de incremento no lucía del todo atractiva. Pues bien, al cierre del año la realidad fue mucho peor: los recortes se concentraron en los sistemas que atienden a las personas más vulnerables del país.          

El gasto funcional en salud en 2023 ascendió a 808 mmdp, un recorte de 3.4% (28 mmdp) frente al ejercido en 2022, aunque superior en 11.1% (80 mmdp) frente a 2018. Con este resultado se rompió la tendencia de incrementos anuales de los últimos tres años: en 2020 se registró un aumento de 8.9%; en 2021, de 2.8%, y en 2022, de 3.2%.

La razón del retroceso radica en que los distintos sistemas del Sector Público federal dejaron de gastar, en su conjunto, 6.9% o 60 mmdp de los 868.1 mmdp aprobados para el año. Se trata del mayor recorte al gasto en salud registrado en los últimos 20 años, tanto en porcentaje como en magnitud total. El segundo recorte de mayor importancia en las últimas dos décadas fue en 2014, cuando se dejaron de gastar 2.9% (21.2 mmdp). Para ponerlo en perspectiva: el ‘tijeretazo’ presupuestal de 2023 fue más del doble del máximo registrado anteriormente. 

En sentido estricto, en lo que va del sexenio sólo en 2019 y 2023 se incumplió el gasto general en salud aprobado. Sin embargo, como lo explicamos en nuestro análisis anual del gasto en salud de 2022, en 2020, 2021 y 2022 también se subejerció el gasto en la materia, pero los recortes fueron disimulados mediante transferencias a fideicomisos. Lo extraño es que en 2023 la Secretaría de Hacienda omitió esta estrategia, como explicaremos más adelante.

Por dependencia, los recortes se concentraron principalmente en la Secretaría de Salud. En 2023 esta Secretaría ejerció 98 mmdp en recursos clasificados en la función salud, 46.9% (86.8 mmdp) menos que en 2022 o 34.5% (51.6 mmdp) menos que en 2018. La razón es que se dejaron de erogar 51.1% (102.5 mmdp) de los recursos anuales aprobados para el año. Según el Informe de Finanzas Públicas de la Secretaría de Hacienda, este recorte se debió a la “resectorización” de recursos del Insabi hacia el IMSS-Bienestar. No obstante, el nuevo órgano descentralizado gastó sólo 48.1 mmdp, lo que es menos de la mitad del subejercicio de la SSA. Profundizaremos sobre la transición del Insabi al IMSS-Bienestar más adelante.

En segundo lugar, el ISSSTE tuvo una ligera caída de 3.7% (3 mmdp), al ejercer 80 mmdp de recursos enfocados a la salud. Esta reducción ya estaba presupuestada, pues la institución encargada de dar atención médica a los trabajadores del Estado cumplió con el gasto aprobado para el año.

Se destaca también una caída en el Ramo 19 –Aportaciones para la Seguridad Social–, el cual ejerció 29 mmdp, 5.4% (1.6 mmdp) menos que en 2022 o 51.8% (31 mmdp) menos respecto del programa. Este recorte se debió a que dejó de gastar por completo recursos que tenía por concepto de inversiones financieras, como explicaremos en breve. Asimismo, la Sedena gastó 8 mmdp, 12.8% (1.1 mmdp) menos que en 2022, pero cumplió con su calendario aprobado.

Entre los ramos ganadores, el IMSS ejerció 418 mmdp, 3.4% (13.8 mmdp) más que en 2022, y alcanzó un nuevo máximo histórico, lo cual es positivo para la población asegurada. Asimismo, frente al programa anual tuvo un superávit de 5.6% (22.2 mmdp). Finalmente, se destacan transferencias por 123 mmdp al Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA), 1.8% (2 mmdp) más que en 2022 o 2.9% (3.4 mmdp) más que en 2018. Aunque este fondo presenta un desempeño positivo en el sexenio, hay que notar que difícilmente igualará el aumento de 9.9% en el sexenio de Peña Nieto o 26.3% de Calderón.



Como adelantamos, un hecho destacable, y que explica el subejercicio en salud de 2023, es que por segundo año consecutivo se dejaron de gastar recursos etiquetados como inversiones financieras. En nuestro análisis del Presupuesto en Salud 2023 y 2024 advertimos que la Secretaría de Hacienda había comenzado a inflar el presupuesto en salud mediante estas partidas opacas con destino incierto.

¿Y qué es peor que hacer pasar estas partidas por gasto en salud? No usarlas para nada. En 2022 se aprobaron 35.1 mmdp por concepto de transferencias financieras, pero no se ejercieron recursos. En 2023 se aprobaron 69.9 mmdp en estas partidas para el Ramo 19, la SSA y el ISSSTE, pero tampoco se ejercieron. De hecho, el 50% del gasto del Ramo 19 en Salud aprobado provenía de transferencias financieras. Para 2024 identificamos el mismo esquema, pues se aprobaron 63.6 mmdp, por lo que es probable que tengamos en puerta un nuevo subejercicio.



Como porcentaje del PIB, el gasto en salud de 2023 representó sólo 2.5%, un nivel similar al de 2010 y muy por debajo del 6% que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). Asimismo, como porcentaje del gasto total, el de salud abarcó el 9.9%, el segundo nivel más bajo del sexenio junto al de 2019, y similar a lo logrado en 2007 (9.2%). Estos dos indicadores demuestran que el gasto en salud en el actual gobierno ha perdido importancia.



Personas con y sin seguridad social

Como decimos, el retroceso en el gasto en salud de 2023 se concentró en los sistemas que atienden a la población sin seguridad social formal, lo que nos hace inferir que la gobernanza de dichos sistemas es poco eficiente.

Conviene recordar nuestra clasificación del gasto en salud entre diferentes sistemas:

  • El gasto para las personas sin seguridad social se refiere a los recursos de la Secretaría de Salud, el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA), el programa IMSS-Bienestar del Ramo 19 (antes IMSS-Prospera) y los recursos del órgano descentralizado IMSS-Bienestar dentro del Ramo 47.
  • El gasto de personas con seguridad social se refiere a los recursos del IMSS, ISSSTE, Sedena, Marina y el Ramo 19, sin contar el programa IMSS-Bienestar. De forma oficial, el gasto de Pemex no se contabiliza, pues su programa de Servicios Médicos no está catalogado como gasto en salud, pero debe considerarse.

En 2023 el gasto conjunto en salud para personas sin seguridad social ascendió a 289 mmdp, 11.4% (37 mmdp) menos que en 2022 o 2% (4 mmdp) mayor que el de 2018, pero 3.3% (10 mmdp) menos al promedio del sexenio pasado. Para decirlo claro: el gasto en salud para la población no asegurada no ha mejorado en décadas.

El retroceso en estos sistemas significa una caída histórica, pues en los últimos 20 años la única ocasión en que se observó una reducción anual sustancial en esta clasificación fue de 2017 a 2018, por 6.3% o 19 mmdp. Como explicamos anteriormente, la reducción de 2022 a 2023 se debió al desplome del gasto de la SSA por 86.8 mmdp, el cual no fue compensado por el ejercicio adicional del organismo IMSS-Bienestar (+48 mmdp) y las transferencias al FASSA (+2-2 mmdp).

Una forma más dramática de verlo: en 2023 se aprobaron 342 mmdp para los sistemas que atienden a las personas no aseguradas, el mayor presupuesto de la historia, pero se dejaron de gastar el 15% (53 mmdp), el mayor recorte en 20 años. Los recortes nos alertan de tres problemas: 1. el Gobierno está dispuesto a empeñar el gasto en salud con tal de equilibrar los balances presupuestarios; 2 la gobernanza del gasto en salud dependiente del Poder Ejecutivo es muy débil, y no existen contrapesos institucionales en el Congreso ante recortes, y 3. la transición del Insabi hacia el IMSS-Bienestar no garantiza una mejora en el monto y ejercicio de los recursos en salud. 



En la clasificación del gasto para personas con seguridad social formal se alcanzaron los 519 mmdp, un incremento de 1.8% (9 mmdp) frente a 2022, o de 16% (74 mmdp) frente a 2018. Como mencionamos anteriormente, este crecimiento se debió a una expansión del gasto del IMSS por 13.8 mmdp frente a 2022 y de la Semar por 0.3 mmdp, lo que compensó la caída de 3 mmdp del ISSSTE y de 1.1 mmdp de la Sedena.



Hay que notar que desde el último año del sexenio pasado se ha mantenido un crecimiento constante en los recursos en salud para las personas aseguradas. Con el desempeño logrado hasta la fecha, ya se superó sobradamente el crecimiento acumulado logrado en el sexenio de Peña Nieto (5%), pero será difícil que se  iguale el crecimiento logrado en el de Calderón (26%), o la expansión de 28% lograda en tiempos de Fox, ya que en la última década nunca se ha registrado un incremento anual de más de 6%. De forma contrastante, el gasto para personas no aseguradas reporta un aumento en el sexenio de sólo 2%, muy inferior a lo logrado con Fox (+80%) o Calderón (+68%). Peña Nieto heredó una caída del 6% en su mandato.

La mejora constante del gasto conjunto en salud para las personas aseguradas se debe claramente a la gobernanza de los sistemas de seguridad social, versus la de los programas para personas sin seguridad social, las más marginadas. En el caso de los primeros, el Poder Ejecutivo no tiene el control absoluto de su presupuesto (de entrada, el financiamiento es tripartito: empleador, empleado y Gobierno). En el segundo caso sí tiene el control, porque estos programas dependen de la Secretaría de Salud de las entidades no sectorizadas (IMSS-Bienestar), las cuales son parte de la administración centralizada, y Hacienda tiene control presupuestario directo de su presupuesto. Esta gobernanza le permite al Ejecutivo hacer recortes con mayor facilidad, a pesar de que van en contra de lo que establece la Constitución, pues la Cámara de Diputados es la única instancia facultada para aprobar modificaciones al gasto.



El incremento en el gasto en salud para las personas con seguridad social y la reducción para las no aseguradas no hicieron más que exacerbar la desigualdad entre sistemas: en 2023 los recursos para las primeras fueron 79% superiores, la mayor brecha desde 2006. Esto no es sólo un dato: es el camino por el que se estrecha el acceso a la salud en sectores de por sí marginados, orillados a asumir mayores gastos de bolsillo en atención médica, lo que acentúa su pobreza. En suma, es un retroceso para la justicia e igualdad social.

Hay que notar que el ensanchamiento de la brecha entre sistemas no es un fenómeno del actual sexenio: en 2013 el gasto en salud para las personas aseguradas fue sólo 34% mayor al de las no aseguradas, la menor distancia registrada. No obstante, en el sexenio de Peña Nieto se aplicaron medidas de austeridad que tiraron el gasto en salud de la SSA, mientras que el IMSS e ISSSTE siguieron con aumentos presupuestales. En el actual Gobierno simplemente se ha agravado la tendencia.



La ampliación de la brecha ha tenido otro efecto: que el gasto por persona se deteriore aún más. En 2023, la población objetivo del Insabi/IMSS-Bienestar ascendió a 71 millones de personas, por lo que su gasto per cápita llegó a 1,581 pesos, 26% (561 pesos) menos que en 2022, y el peor monto de los últimos 10 años. El retroceso frente a 2013 es incluso mayor, de 35% (840 pesos), ya que en aquel año los afiliados del Seguro Popular fueron 55.6 millones. O sea, había más presupuesto para menos personas. Como hemos señalado, con la transición del Seguro Popular al Insabi, se perdió la presupuestación basada en el número de afiliados, lo que redujo el gasto per cápita.

Pese al incremento presupuestal constante en los sistemas de salud para personas con seguridad social, su gasto per cápita se ha venido reduciendo, pues el número de derechohabientes ha crecido con mayor ritmo. El IMSS pasó de 54.9 millones de derechohabientes en 2011 a 75.5 millones en 2023, un aumento de 38% (20 millones de personas). En el mismo periodo, el presupuesto aumentó en 34% (105 mmdp). Como consecuencia, el presupuesto per cápita pasó de 5,694 pesos a 5,533, una caída de 3% (161 pesos). De todas formas, dicho gasto por persona es 250% mayor al del Insabi/IMSS-Bienestar.

Por su parte, los derechohabientes del ISSSTE pasaron de 12.2 millones en 2011 a 13.7 millones en 2023, un aumento de 13% (1.5 millones), pero su presupuesto cayó 2% (1.7 mmdp) en dicho periodo. Así, su presupuesto per cápita se deterioró de 6,709 pesos a 5,837 pesos, una caída de 13% (872 pesos).

Hay que decirlo claro: si bien hemos subrayado que la mejor gobernanza del gasto en los sistemas para personas aseguradas ha propiciado un aumento constante en su gasto, dicho incremento no ha sido suficiente para aumentar o incluso mantener el presupuesto por derechohabiente, lo que limita las mejoras en la atención de estos institutos. También existe una tarea pendiente en este sector, presupuestalmente hablando. 



Nuevo tropiezo en la transición del Insabi al IMSS-Bienestar

La entrada en operación en 2023 del órgano desconcentrado IMSS-Bienestar sumó una dificultad más en el cumplimiento de la promesa de garantizar el derecho humano a la salud. En su último año de operación, el Insabi gastó 43.5 mmdp, una caída de 63.9% (77 mmdp) frente a 2022, o 59% (63.3 mmdp) menos de lo aprobado en 2023. Dicho recorte se debió al proceso de transición, pero el gasto adicional por 48 mmdp del nuevo órgano desconcentrado IMSS-Bienestar no logró compensar la caída, por lo que los usuarios salieron perdiendo.

La larga fila de tropiezos va diluyendo la esperanza de que el IMSS-Bienestar mejore la atención en salud respecto de lo logrado por el Insabi. Vale la pena hacer un breve repaso:

En marzo de 2022, tan sólo dos años después de la desaparición del Seguro Popular, el Gobierno federal anunció la desaparición del Insabi y la transición hacia el IMSS-Bienestar. Desde ese mismo mes advertimos que las capacidades del programa IMSS-Bienestar eran mínimas, a causa de años de estancamiento presupuestal, por lo que la transición requería más que una simple ‘pintura de fachada’: necesitaría un incremento sustancial del gasto y una mejora de la gobernanza.

Posteriormente, en nuestro análisis del Presupuesto en Salud 2023, alertamos que no se estaban contemplando recursos para la creación de un nuevo ente llamado IMSS-Bienestar, además de que había pocas posibilidades de una transición exitosa entre sistemas, debido a la reducción conjunta del presupuesto del Insabi y del Programa IMSS-Bienestar del Ramo 19.

Ya en abril de 2023, cuando la Cámara de Diputados modificó la Ley General de Salud (LGS) para crear el nuevo órgano descentralizado llamado Servicios de Salud del Instituto Mexicano del Seguro Social para el Bienestar (IMSS-Bienestar), identificamos que en materia presupuestal la nueva legislación no era prometedora, debido a que no se recuperaba la vinculación per cápita del presupuesto del Seguro Popular. El 29 de mayo de ese año se publicó en el DOF[1] el decreto que estableció en los artículos transitorios un plazo de 180 días para que la Secretaría de Salud transfiera los servicios de salud al IMSS-Bienestar o a la Secretaría de Salud; es decir, que tuvimos que esperar hasta finales de agosto para ver las luces del nuevo proyecto.  

En nuestro análisis del gasto en salud al segundo trimestre de 2023 (antes del inicio oficial del órgano IMSS-Bienestar) advertimos una caída de más de 15% del gasto del Insabi, lo que anticipaba una caída anual del gasto, salvo que el nuevo órgano desconcentrado acelerara su ejecución de recursos una vez entrado en operaciones. Posteriormente, al 3T de 2023, cuando se comenzaron a registrar gastos del órgano descentralizado IMSS-Bienestar, identificamos que esos nuevos recursos no habían compensado los recortes al Insabi, pues el gasto conjunto de estos institutos era 14% (10.3 mmdp) menor al programado a septiembre.

Al cierre del año la situación prácticamente no mejoró: el gasto del Insabi, del programa IMSS-Bienestar del Ramo 19 y del nuevo órgano IMSS-Bienestar sumó 112.3 mmdp, una caída de 20.9% (29.7 mmdp) frente a 2022 o 10.7% (13.3 mmdp) frente a 2018, cuando existía el Seguro Popular. Además, con todo y los recursos adicionales erogados por el órgano IMSS-Bienestar, se dejaron de gastar 12% (15.2 mmdp) aprobados por la Cámara de Diputados.

Para este año (2024) se aprobó un presupuesto de 127 mmdp para el IMSS-Bienestar, un 13.7% (15 mmdp) más que el Insabi en 2023, pero inferior a lo logrado por el Seguro Popular en 2013. Como dicta la tendencia, este presupuesto podría incumplirse, además de que se mantiene la posibilidad de simular el gasto, como explicamos en nuestro análisis del Presupuesto en Salud 2024.  



De vuelta a lo ocurrido en 2023, el mayor recorte en el Insabi se centró en el programa Atención a la Salud y Medicamentos Gratuitos: 33% (33.7 mmdp) frente a 2022, para alcanzar un gasto anual de 69.6 mmdp, el menor desde su creación en 2020. Asimismo, el programa de Atención a la Salud erogó 10 mmdp, 39% (6.2 mmdp) menos que en 2022, o 48% (9.2 mmdp) menos respecto del programa. Aunque su nombre es similar, el primero se enfocaba en cumplir las transferencias en salud para las entidades federativas, así como nutrir al Fonsabi y el segundo en atención médica directa.

En contraparte, con la creación del IMSS-Bienestar se registró un nuevo programa en salud: Atención a la Salud para las Personas sin Seguridad Social, el cual erogó 9.2 mmdp, exactamente lo que no se gastó del programa de Atención a la Salud del Insabi. Sin embargo, no se compensó el presupuesto no gastado del programa de Atención a la Salud y Medicamentos Gratuitos. Cabe aclarar que el nuevo programa del IMSS-Bienestar suple a los dos mencionados del Insabi.

Una última consideración sobre el ejercicio de recursos del Insabi y del órgano IMSS-Bienestar: las transferencias a fideicomisos en 2023 se desplomaron respecto de los últimos años. En conjunto, tan sólo se transfirieron 12.8 mmdp al Fonsabi, 72.6% (33.8 mmdp) menos que en 2022. Esta reducción rompe la tendencia observada desde 2020: la Secretaría de Salud disimulaba subejercicios al transferir miles de millones al Fonsabi, para luego mandar ese dinero a la Tesofe, como explicamos en nuestro artículo ”El ocaso del Fonsabi”.

De 2020 a 2022 entre el 33% y el 42% del gasto ejercido por el Insabi y el Programa IMSS-Bienestar del Ramo 19 correspondió a transferencias a fideicomisos, los cuales promediaron 54.2 mmdp en esos tres años. Sin embargo, en 2023 sólo el 11% del gasto en salud de los entes mencionados, más el nuevo órgano IMSS-Bienestar, correspondió a tales transferencias. De haber cumplido con la tendencia pasada, el total gastado de los tres entes habría superado lo observado en 2022 (con el riesgo de simulación del mencionado, claro está).

¿Por qué la Secretaría de Hacienda en conjunto con la Secretaría de Salud y el IMSS-Bienestar dejaron pasar esta ‘oportunidad’ de simular el subejercicio en salud? ¿Tuvo algo que ver el hallazgo y la denuncia del hecho? Quizá la Secretaría de Hacienda simplemente no quiso desembolsar más recursos en 2023 (aunque los podría recuperar luego en 2024, con transferencias del Fonsabi a la Tesofe) para limitar el deterioro del déficit público. Ya sea para evitar el oprobio social o las alertas por parte del sector financiero, su falta de transparencia es palmaria.



El deterioro en el resto de la SSA

La eliminación del Insabi no es el único factor que explica el colapso del gasto de la Secretaría de Salud en 2023; buena parte de sus centros y hospitales presentaron graves reducciones frente a años recientes o recortes respecto de lo aprobado.

El caso más destacable es el Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia. Este centro es el encargado de gestionar el Programa Nacional de Vacunación, el cual tenía recursos aprobados en 2023 por 14 mmdp, de los cuales se gastaron sólo 2.9 mmdp, un subejercicio de 79% o 11 mmdp. No es la primera vez que se incumple gravemente el gasto asignado al programa, pues en 2022 se dejó de ejecutar el 75% (24 mmdp) de los 32 mmdp aprobados. Para 2024 se aprobaron 14 mmdp (un monto similar a lo aprobado en 2023), por lo que posiblemente veremos nuevos subejercicios. Este resultado empujó al gasto del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia a los 3 mmdp, 63% (5 mmdp) menos que en 2022, y el peor monto desde 2014.

También llama la atención lo que sucedió en el Instituto Nacional de Cancerología (Incan), el cual erogó 2 mmdp, una reducción de 16% (297 mdp) frente a 2022, o un recorte de 10% (222 mdp) frente al presupuesto aprobado. De esta forma, el gasto del Incan retrocedió a niveles no observados desde 2011.

Por su parte, el Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva (CNEGSR) agudizó su desplome presupuestal, observado desde 2019. El objetivo de este centro es promover la planificación familiar y el uso de anticonceptivos para mejorar la salud sexual y reproductiva, así como realizar campañas de prevención contra el cáncer cérvico uterino y el cáncer de mama. Su gasto en 2023 fue de sólo 498 mdp, un recorte de 62% (806 mdp) frente a 2022 y su peor monto desde 2004.

Preocupa que dos instituciones enfocadas a combatir y prevenir el cáncer –Incan y el CNEGSR– tengan reducciones presupuestales. Este retroceso puede perjudicar la detección oportuna y la esperanza de sobrevivencia al cáncer en México. Esta reducción se relaciona claramente con la disminución de consultas para atender el cáncer de la mujer, como veremos más adelante.

Finalmente, se destacan recortes en el Hospital General Eduardo Liceaga, que gastó 5.3 mmdp, una reducción de 4% (226 mdp) frente a 2022; en el Hospital Juárez de México, con 2 mmdp, 14% (341 mdp) menos; en el Hospital Nacional de Pediatría, que erogó 2.5 mmdp, 6% (176 mdp) menos frente a 2022, y en el Hospital Nacional de Perinatología, que gastó 1.2 mmdp, 6% (79 mdp) menos.



Cierra Fonsabi en mínimos históricos

Con la desaparición del Insabi, el Fondo de Salud para el Bienestar (Fonsabi), que se encarga de financiar enfermedades de alto costo e infraestructura, cambió de propietario: el recién creado IMSS-Bienestar. Con la transición los usuarios salieron perdiendo, pues el fideicomiso cerró 2023 con un saldo de 45.9 mmdp, el peor monto al cierre de un año desde 2010.

El mayor saldo del Fonsabi de la última década fue de 132.3 mmdp (pesos reales de 2023), y se logró en diciembre de 2019, antes de que se consumara la desaparición del Seguro Popular. A partir de 2020 entraron en vigor modificaciones a la Ley General de Salud, y se aprobaron leyes de ingreso de la Federación, que permitieron sacar recursos de este fideicomiso para transferirlos a la Tesofe. Lo explicamos a detalle en nuestra investigación “El ocaso del Fonsabi”.

A partir de 2020, el Fonsabi fue cerrando cada año con cada vez menos recursos. En 2020 terminó con 123 mmdp; en 2021, con 105 mmdp; 2022, con 74.9 mmdp, y 2023 con 49.9 mmdp, 65% (86 mmdp) menos frente al máximo de 2019. Detrás de estas constantes reducciones se escondía un mecanismo de simulación del gasto a partir de grandes entradas y salidas de recursos.



De 2010 a 2018, las entradas de recursos al Fonsabi promediaron 6 mmdp trimestrales, y sus egresos 3.9 mmdp. Como los gastos eran menores a los ingresos, su saldo fue creciendo. De 2020, ya con el Insabi en operación, a 2022, las entradas al fideicomiso promediaron 15.3 mmdp, pero los egresos ascendieron a 26.5 mmdp, provocando una disminución constante de su saldo. La mayor parte de los egresos se debieron a transferencias a la Tesofe, como lo evidenciamos en nuestro análisis Anual en Salud de 2022.

Aunque el saldo del Fonsabi iba cayendo, hay que notar que al cierre de cada año se incrementaban las transferencias a él, para disimular subejercicios y dejar recursos suficientes para extraer al siguiente año. Esto cambió en 2023, pues las transferencias a fideicomisos disminuyeron súbitamente frente a lo observado de 2020 a 2022, lo cual no evitó que de todas formas la Secretaría de Hacienda extrajera recursos millonarios del fideicomiso.

En 2023 los gastos del Fonsabi (presumiblemente transferencias a la Tesofe, en su mayor parte) sumaron 56.2 mmdp, 36% por debajo de los 88 mmdp gastados en promedio de 2020 a 2022. Por su parte, los ingresos fueron sólo de 20.9 mmdp, 73% menores a los 77 mmdp promediados en las mismas fechas.

Para decirlo en términos llanos: entre 2020 y 2022 el Fonsabi sirvió de caja chica y mecanismo de simulación del gasto. En 2023 sólo sirvió de caja chica. 



Las consultas médicas siguen sin repuntar

En el último año de operación, las consultas médicas otorgadas por el Insabi no estuvieron ni cerca de regresar a los niveles de cuando existía el Seguro Popular. Como explicamos en nuestro análisis al segundo trimestre de 2023, la caída en las consultas se relaciona estrechamente con el aumento de personas con carencia de acceso a la salud.

En 2023, el insabi otorgó 18.9 millones de consultas, 6.1% (1 millón) más que en 2022, pero se quedó 74% (53.7 millones) por debajo de lo observado en 2018. Lamentablemente no existen datos expeditos sobre la atención del IMSS-Bienestar, que nos permitan saber si el nuevo órgano descentralizado incrementó la atención para las personas sin seguridad social. Sólo sabemos que en el Quinto Informe de Gobierno se estimó una atención del programa IMSS-Bienestar del Ramo 19 en 2023 de 14.5 millones, 2% (300 mil) consultas menos que en 2022.

Por tipo de consulta, el Insabi otorgó 3.3 millones para casos de enfermedades transmisibles, 10% (296 mil) más que en 2022, pero 64% (5.9 millones) menos que en 2018. Para enfermedades crónico-degenerativas se dieron 4.8 millones de consultas, 19% (763 mil) más que en 2022, pero 62% (8 millones) más que en 2018. Las que simplemente no tuvieron un repunte fueron las consultas de prevención o para pacientes sanos, las cuales sumaron 3.1 millones, 11% (387 mil) menos que en 2022, o 85% (18.5 millones) menos que en 2018.



Las consultas de la Secretaría de Salud en su conjunto –Insabi más el resto de los centros y hospitales– tampoco tuvieron un repunte destacable. En 2023 se reportaron 51.5 millones de consultas, 4% (1.7 millones) más que en 2022, pero 46% (44 millones) menos que en 2018. Por tipo de consultas, las relacionadas con enfermedades transmisibles sumaron 9.1 millones, 12% (975 mil) más que en 2022, pero 17% (1.8 millones) menos que en 2018. Las consultas para atender enfermedades crónico-degenerativas sumaron 11.8 millones, 15% (1.5 millones) más que en 2022, pero 19% (2.7 millones) menos que en 2018. Finalmente, las consultas para gente sana o de prevención fueron de sólo 8.6 millones, 7% (667 mil) menos que en 2022 o 72% (22.2 millones) menos que en 2018.

Es preocupante la caída generalizada de las consultas de prevención, ya que se pierde la oportunidad de detectar enfermedades como el cáncer de forma oportuna, así como evitar el empeoramiento de las enfermedades existentes. El efecto a largo plazo de este déficit es el incremento de la carga para el sistema de salud.



Pasó algo similar con las consultas para tratar el cáncer de la mujer. Damos seguimiento especial a este tipo de consultas ya que son de los pocos datos sobre atención al cáncer que son revelados de forma oportuna. En 2023 se sumaron 158 mil consultas de este tipo, 56% (57 mil) más que en 2022, e incluso 56% (56 mil) más que en 2018, pero se mantuvieron 36% (89 mil) por debajo de lo logrado en 2016. Se registraron 140 mil consultas contra el cáncer cervicouterino, 10% (13 mil) más que en 2022, pero 42% (101 mil) menos que en 2018 o 59% (197 mil) menos que en 2016.

Es positiva la recuperación de las consultas para atender al cáncer de mama, con respecto del cierre del sexenio pasado, aunque aún falta mucho para recuperar los mejores niveles de atención. El problema de las consultas para el cáncer cervicouterino es aún más preocupante, porque no existen atisbos de una mejora sustancial.



Inversión y medicamentos: deterioro para no asegurados

En 2023 dos componentes principales del gasto en salud, inversión física y medicamentos, sufrieron reveses considerables para las personas sin seguridad social formal. La reducción en estas áreas evidencia que la caída en el gasto en salud de 2023 no fue inconsecuente.

En 2023 se identificó un gasto en medicamentos[2] de 122.2 mmdp, un incremento de 6% (7.1 mmdp) frente a 2022, o 24.8% (24.2 mmdp) más que en 2018. En general, el incremento del gasto en medicamentos es positivo, ya que ayuda a impulsar su compra y distribución, lo que a su vez puede reducir la probabilidad de desabasto. Sin embargo, otros factores, como problemas en la cadena de suministro, interrupciones en la producción, problemas logísticos o falta de materias primas, pueden contribuir al desabasto independientemente del nivel de gasto. Según el Quinto Informe de Gobierno, en 2022 el porcentaje de surtimiento completo de recetas fue del 65.6%, mientras que en 2018 fue de 69.9%. Aún no hay cifras disponibles para 2023.

Por otro lado, el incremento en general del gasto en medicamentos en 2023 se observa únicamente en aquellas dependencias que atienden a la población formal. En efecto, el principal crecimiento se dio en el IMSS, el cual gastó 19% (13.4 mmdp) más que en 2022. Por su parte, el ISSSTE registra un incremento de 6% (900 mdp) para llegar a 15.7 mmdp. Sin embargo, la Secretaría de Salud erogó 17.7 mmdp, un sustancial recorte de 25% (5.9 mmdp) frente a 2022. De nuevo, esta caída no fue compensada por los 61.9 mdp que el IMSS-Bienestar gastó en su primer año de operación.



Por lo que toca a la inversión en infraestructura en salud, el gasto total del Sector Público federal sufrió un retroceso, impulsado por recortes en la Secretaría de Salud. Al cierre del año la inversión física llegó a 24.8 mmdp. 11% (3 mmdp) menos que en 2022, aunque 20% (4.1 mmdp) más respecto del promedio del sexenio pasado.

Por dependencia, se destaca una inversión de 2.9 mmdp de parte de la Secretaría de Salud, 73.1% (8.1 mmdp) menos que en 2022, y su peor monto registrado en una década. El IMSS-Bienestar solamente reportó una inversión de 958 mdp, por lo que no hizo nada por compensar la caída de la SSA.

En el caso de las instituciones que atienden a la población asegurada, se reportó un incremento de la inversión, aunque insuficiente para compensar el retroceso de la SSA. El IMSS erogó 11.6 mmdp, un aumento de 45% (3.6 mmdp) frente a 2022, alcanzando su mayor nivel desde 2018. Por su parte, el ISSSTE invirtió 8.6 mmdp, 6% (489 mdp) más que en 2022, logrando su mayor nivel en una década.

En otras palabras: en 2023 se apostó por mejorar las capacidades de atención en salud, pero sólo para las personas aseguradas, lo que puede incrementar la brecha de acceso a la salud entre los ciudadanos en México.



[1] DOF. Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley General de Salud, para regular el Sistema de Salud para el Bienestar. https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5690282&fecha=29/05/2023#gsc.tab=0

[2] Para identificar el gasto en medicamentos consideramos tres partidas específicas del gasto: 1. Medicamentos, accesorios y suministros médicos 2. Materiales, accesorios y suministros de laboratorio y 3. Medicinas y productos farmacéuticos.

Dos de cal por tres de arena: análisis anual 2023

El desempeño de las finanzas públicas a lo largo de 2023 estuvo marcado por la ambivalencia y la aparente contradicción: aunque se logró el mayor incremento de la recaudación tributaria en un lustro, y se redujo el saldo de la deuda, al mismo tiempo se incumplieron las metas de ingreso, lo que obligó al Gobierno a aplicar recortes al gasto de forma discrecional, que de todas formas no evitaron que se superara el endeudamiento anual proyectado.

El contexto macroeconómico trajo consigo efectos tanto favorables como desfavorables para las autoridades hacendarias. Por un lado, el crecimiento de la economía fue mayor que lo anticipado, lo que impulsó los ingresos tributarios. Asimismo, el fortalecimiento del tipo de cambio redujo el saldo de la deuda en moneda extranjera. Por el otro, la reducción del precio del petróleo y ese mismo peso fortalecido tiraron los ingresos petroleros a su segundo peor nivel en décadas

No todos los resultados fueron ajenos a las decisiones del Gobierno: los faltantes de ingresos también fueron provocados por la reducción y postergación de impuestos a Pemex, el incumplimiento de las metas de producción de petróleo y las pérdidas recaudatorias arrastradas desde 2022, provocadas por los estímulos complementarios a las gasolinas.

El resultado final fue que los ingresos netos del Sector Público quedaron 1.2% (84 mmdp) por debajo de la meta, el segundo peor retraso del sexenio. Ante la menor recaudación, el Gobierno reaccionó profundizando aún más el recorte: de 2.2% o 180.8 mmdp respecto del programa. Así acumuló tres años de incumplir las metas de gasto, y afectó áreas clave como el gasto en salud o la inversión en infraestructura. 

Pese a todo, los Requerimientos Financieros del Sector Publico (RFSP) ascendieron a 1 billón 363 mmdp, un crecimiento anual modesto de 1.2% (16.2 mmdp) frente a 2022, pero de 104% (696 mmdp) frente al endeudamiento de 2018. Además, al cierre de 2023 el Gobierno no pudo ceñirse a la meta anual de RFSP, al excederse en 0.2 décimas del PIB, hilando cuatro años seguidos de incumplimiento.

Te explicaremos los factores que dan como resultado una compleja realidad.



Ingresos quedan a deber

Lo habíamos advertido en nuestro análisis del Paquete Económico 2023: las expectativas de ingresos del Sector Público por parte de la Secretaría de Hacienda eran muy optimistas. La apuesta incluía una mezcla ambiciosa de incrementos en la recaudación del ISR, IVA, IEPS e ingresos petroleros. Aunque algunas fuentes de ingresos tuvieron buenos desempeños, otros tuvieron descalabros que evitaron la consecución de las metas.

Para 2023 se esperaba que los ingresos totales llegaran a 7.1 billones de pesos, un aumento de 9.4% (610 mmdp) frente a lo aprobado en la Ley de Ingresos (LIF) de 2022, o 2.2% (156 mmdp) por arriba en comparación con el cierre de 2022. En efecto, los ingresos crecieron, pero no lo suficiente: al cierre del año los ingresos llegaron a 7.03 billones de pesos, un aumento de 8.1% (525 mmdp) frente a la LIF 2022, o de 1% (71 mmdp) frente a lo logrado en 2023.

Lo anterior significa que los ingresos netos del Sector Público se quedaron 1.2% (84 mmdp) por debajo de la meta, el segundo peor retraso del sexenio. De hecho, en los últimos 20 años, sólo en 2020, en el contexto de la pandemia de covid-19, los ingresos totales se habían quedado por debajo del objetivo en 3.3% (221 mmdp). Aquí una paradoja: aunque la economía logró un crecimiento del 3.1%, ligeramente superior al 3% estimado por Hacienda, los ingresos salieron reprobados, como si hubiera habido una crisis.



Con estos resultados al quinto año de Gobierno, se acumula un incremento de los ingresos totales del Sector Público de 6.7% (443 mmdp) frente a 2018. Podemos augurar que el sexenio de López Obrador será el peor de los últimos cuatro en cuanto a crecimiento de los recursos públicos: en el sexenio de Peña Nieto los ingresos aumentaron 14.7% (847 mmdp), con Calderón 20.3% (971 mmdp) y con Fox 45.7% (1.5 billones).

Por su parte, el crecimiento de los ingresos tributarios ha sido notable, pero insuficiente para contrarrestar la caída en los ingresos petroleros. De 2018 a 2023 los ingresos tributarios acumulan un aumento de 14.4% (568 mmdp), mismo nivel logrado en el sexenio de Calderón (14.4% o 271 mmdp) y similar a aquel de Fox (16.1% o 261 mmdp). En otras palabras, todo indica que en este sexenio se superará el aumento de la recaudación visto en esos sexenios, lo cual es positivo. Sin embargo, el aumento quedará muy por debajo del 83.6% (1.7 billones) de incremento logrado en la gestión de Peña Nieto, en la que se realizó una reforma fiscal.

La parte preocupante, que abordaremos a detalle a continuación, es el desplome de los ingresos petroleros en los últimos dos gobiernos. En lo que va del sexenio se acumula una caída de 14.5% (183 mmdp), que se suma a la caída de 44.4% (1 billón) en el sexenio de Peña Nieto. De esta forma, las finanzas públicas se han ‘despretrolizado’ aceleradamente: al cierre del sexenio de Fox el 40% de los ingresos provenían del petróleo; al término de la gestión de Calderón la proporción era de 39%, con Peña Nieto de 19% y en 2023 los petroleros aportaron sólo el 15% del total de ingresos.



La pérdida agraviada: petróleo más IEPS de gasolinas

La cortedad de los ingresos de 2023 respecto del programa establecido se explica principalmente por una caída en la renta petrolera que no pudo ser compensada por mayores ingresos del IEPS de gasolinas.

Como evidenciamos en nuestro Análisis Anual de 2022, la Secretaría de Hacienda aplica una estrategia informal de control de precios de los combustibles mediante el IEPS: deja de cobrar este tributo para evitar un aumento en el precio de los combustibles en un contexto de incremento en los precios del petróleo (como en 2022), o bien aumenta su cobro manteniendo los precios de las gasolinas estables, cuando bajan los del petróleo (como en 2023). El problema es que siempre sale perdiendo y el año pasado no fue la excepción.

En 2023 los ingresos petroleros sumaron 1.07 billones de pesos, 31% (484 mmdp) menos que en 2022, lo que representa el segundo peor monto en los últimos 15 años, después del observado durante la pandemia. El choque interanual no fue menor: desde inicio de siglo sólo en 2009, 2015 y 2020 los ingresos petroleros han sufrido contracciones mayores al 30%. La caída tan abrupta se tradujo en un faltante de 18.1%, o 238.6 mmdp, frente a calendario, equivalentes a todo el presupuesto de la Secretaría de Salud de 2023 (209 mmdp).



Las extremas variaciones en la renta petrolera en los últimos años han estado estrechamente ligadas al precio del petróleo. En 2022, la Mezcla Mexicana de Exportación se cotizó en promedio en 89.4 dólares por barril, 38% (24.5 dpb) más que en 2021. Incluso en algunos meses el barril de petróleo se cotizó por encima de los 100 dólares, situación que no se había visto desde 2014. Sin embargo, en 2023 el precio promedio se desplomó en 20% (18.2 dpb), hacia los 71.2 dpb. Cabe aclarar que este promedio fue ligeramente superior a los 68.7 dpb que la SHCP había pronosticado para el año. Entonces ¿cuál fue el problema?

El factor adicional con el cual no contaban las autoridades hacendarias fue el tipo de cambio. La Secretaría de Hacienda anticipaba que el dólar se cotizaría en 20.6 pesos en promedio durante el año, pero la realidad fue muy distinta: mientras que en 2022 el dólar se valuó en 20.1 pesos en promedio, en 2023 llegó hasta 17.7 pesos por dólar, una apreciación del 12%. En los últimos 15 años no se había dado un movimiento a favor del peso de semejante magnitud.

Aunque un peso fuerte beneficia a los ciudadanos en materia de importaciones o viajes al extranjero, para el Gobierno es un dolor de cabeza, pues hace que las exportaciones de crudo valgan menos. De hecho, como explicamos en nuestro análisis al segundo trimestre de 2023, el principal enemigo de la renta petrolera es un peso fuerte.

Con base en datos de Hacienda, al 2T de 2023 estimamos una pérdida potencial de la renta petrolera de 263 mmdp, 46% (122 mmdp) causada por la apreciación del peso, 39.5% (104 mmdp) por la menor renta petrolera y 14% (36.7 mmdp) por la reducción del valor del petróleo. Al final del año, la pérdida real frente al calendario fue de 238.6 mmdp; nuestra estimación no fue tan lejana.



Un último factor a destacar es que la producción de crudo sigue sin despegar. En 2023 se estimó una plataforma petrolera de 1,872 miles de barriles diarios (mbd), pero se promediaron sólo 1,652 mbd. Aunque la producción tuvo un ligero repunte de 1.8% (29 mbd), se mantiene en uno de sus peores niveles en décadas.

Hay que recordar que las cifras de producción de Pemex incluyen la de condensados: hidrocarburos que se encuentran en forma de gas en los yacimientos de petróleo, pero que al contacto de la temperatura ambiente se transforman en un líquido ligero. Pemex comenzó a contabilizar la producción de condensados dentro de su monto global de producción petrolera a partir de 2018, lo que le ayudó a disimular la caída en su producción tradicional de crudo. Como mencionamos en nuestro análisis del Paquete Económico 2024, para el presente año la producción de condensados se contempla dentro de la meta de producción petrolera, pero en años previos no era así.



Para intentar contrarrestar la caída en los ingresos petroleros durante 2023, la Secretaría de Hacienda pisó el freno a los estímulos a las gasolinas hasta prácticamente llevarlos a cero al cierre del año. Recordemos que en junio de 2022, en el apogeo de los precios del petróleo, Hacienda llegó a otorgar 11.2 pesos por litro de gasolina como estímulo, lo que representó un 211% de la cuota potencial de aquel momento. ¿Cómo es esto? Pues otorgó 5.3 pesos por litro para neutralizar las cuotas regulares de IEPS a las gasolinas, y además otorgó otros 5.8 pesos mediante estímulos complementarios, los cuales ya hemos explicado.

Conforme los precios internacionales de los combustibles se fueron reduciendo, Hacienda fue disminuyendo los estímulos al IEPS. Para diciembre de 2022 se eliminaron por completo los estímulos complementarios, y en todo 2023 no se volvieron a otorgar; es decir, se retomó el cobro de este tributo durante todo el año pasado. Mientras que en enero de 2023 el estímulo ascendió al 62% de la cuota potencial, en mayo cayó hasta 10%. Posteriormente, en los meses de agosto a septiembre, tuvo un ligero repunte a más del 30% de la cuota potencial, pero hacia el cierre de 2023 los estímulos llegaron a cero por ciento.



El restablecimiento del cobro del IEPS de gasolinas provocó un rebote en la recaudación de este tributo. Si en 2022 se tuvo una recaudación negativa de 83.5 mmdp (pues las devoluciones de impuestos fueron mayores a los ingresos, ante la política de estímulos complementarios), en 2023 se logró una recaudación de 230 mmdp, 375% (313 mmdp) más que en 2022. Aunque el crecimiento porcentual pueda ‘apantallar’, la realidad es que la recaudación por IEPS de gasolinas fue la segunda peor desde 2014: se quedó 17% (48.3 mmdp) por debajo de la meta.

Como mencionamos anteriormente, los faltantes de la renta petrolera fueron de 18% (238 mmdp), pero si consideramos el déficit del IEPS de gasolinas, el boquete fiscal por ingresos relacionados a energéticos llega hasta los 287 mmdp. El IEPS de gasolinas no sólo no compensó la menor renta petrolera (como se supone que es su función), sino, como ha sido constante en la última década, agravó los faltantes de recursos. El fracaso de este mecanismo de compensación queda del todo claro.

Este boquete presupuestal era previsible, como lo advertimos en nuestro Análisis del Paquete Económico 2023, pues la Secretaría de Hacienda aprobó una recaudación petrolera más IEPS de gasolinas de 1.5 billones de pesos, 7.6% (113 mmdp) más de lo aprobado en 2022. Como comentamos en su momento, la única forma de lograr tal objetivo era contar con precios bajos del crudo a nivel internacional (para dejar de dar estímulos a las gasolinas) e incrementar la plataforma petrolera (para compensar los menores precios del petróleo). Lo dicho: al contar con metas ficticias de producción petrolera, el faltante de ingresos se veía venir.

Posdata: la apreciación del peso, como el factor inesperado que le jugó en contra a Hacienda, no se puede soslayar. En teoría, una apreciación del peso abarata las exportaciones de crudo y permite mayores ventas, al mismo tiempo de que reduce el precio de las importaciones de gasolina, lo que permite cobrar por completo el IEPS. El problema es que no se puede exportar más crudo, porque no hay más producción. Ni tampoco existe la capacidad de refinación ni de almacenamiento. Por otro lado, como veremos más adelante, el fortalecimiento del tipo de cambio permitió a Hacienda disminuir el saldo de la deuda, al reducirse el valor de la deuda externa. Unas por otras en esta interrelación de factores estructurales de la economía mexicana.



Apoyo fiscal a Pemex, a costa del Gobierno federal

El apoyo del Gobierno federal a Pemex es indiscutible: en un contexto caracterizado por el estancamiento de la producción de crudo, la caída de los precios internacionales y la apreciación del tipo de cambio, se le ha reducido a la empresa el cobro del Derecho de Utilidad Compartida (DUC), e incluso se ha postergado su cobro en algunos meses. Veamos.

El DUC es el principal gravamen que se cobra a Pemex, el cual ha venido reduciéndose desde inicio del sexenio actual, como hemos explicado. En 2019 este derecho ascendía al 65% de las ventas de hidrocarburos de la petrolera (menos ciertas deducciones autorizadas), y desde entonces se ha venido reduciendo. En 2023 la tasa del DUC oficial fue del 40%, y para 2024 es de 30%.

La reducción de la tasa aplicable al DUC ha provocado que cada año una mayor parte de la renta petrolera se la quede Pemex y una parte menguada llegue el Gobierno federal, sin que el faltante se compense con nuevas formas de ingresos. En 2019 el DUC cobrado a Pemex y entregado a la Federación ascendía al 46% de las ventas por comercialización de hidrocarburos, pero en 2023 representó sólo el 28%. En términos de la distribución de la renta petrolera (ingresos por comercialización de hidrocarburos), esto significó que de 1.07 billones de pesos generados en 2023, sólo el 32% (342.4 mmdp) fueran para el Gobierno federal (por el cobro del DUC, Derecho de Exploración de Hidrocarburos y Derecho de Extracción de Hidrocarburos), y el 68% (736.6 mmdp) se los quedara Pemex, la mayor proporción jamás registrada, en favor de la petrolera.



Por si la reducción discrecional de la tasa aplicable al DUC (que ha afectado varias áreas, como el Gasto federalizado) no fuera suficiente, el Gobierno federal ha llegado al extremo de postergar el pago de este derecho a través de resoluciones misceláneas[1], sin consultar al Congreso o aplicar mecanismos para subsanar los menores ingresos de las entidades federativas. Por ejemplo, el 25 de abril de 2023, a través de una resolución miscelánea, se permitió que Pemex pagara el DUC de febrero a más tardar el 28 de abril (en efecto, una vez pasado el mes de pago se permitió su postergación). Luego, el 26 de junio se permitió que el DUC de abril fuera pagado hasta el 29 de junio, y así subsecuentemente. La última información oficial es que, mediante un Decreto[2], se permitió a Pemex pagar el DUC de octubre, noviembre y diciembre de 2023 hasta el 26 de febrero de este año. En otras palabras, en 2023 se le perdonaron tres meses de DUC a Pemex, lo cual explica en parte la caída de los ingresos petroleros del Gobierno federal.

La postergación del DUC se refleja en la distancia entre la recaudación petrolera de Pemex y la del Gobierno federal a lo largo del año. En 2023, en cinco meses –enero, abril, agosto, septiembre y noviembre– los ingresos de Pemex fueron más de 10 veces superiores a los del Gobierno federal, situación inédita. Esto sólo puede explicarse por la postergación del DUC a Pemex, ya que en teoría la renta petrolera se comparte de forma balanceada entre ambas partes.

Aunque este año (de nuevo, en teoría) se recuperarán esos pagos atrasados, la postergación de impuestos evitó que se cumpliera el calendario de ingresos y de pagos de muchas dependencias y de las participaciones federales, como expondremos más adelante. Además, ‘repartió’ de forma inequitativa el colapso de la renta petrolera: mientras que los ingresos petroleros de Pemex quedaron 11% (89.9 mmdp) por debajo del calendario, los del Gobierno federal acabaron 30% (148.7 mmdp) por debajo del programa.



Por último, cabe mencionar que se mantuvo la política de transferir recursos a Pemex a través de la Secretaría de Energía: en 2023 Pemex recibió 176.6 mmdp, una reducción de 11% (22.5 mmdp) frente a lo otorgado en 2022. Sin embargo, y como de costumbre, esto fue 274% (129 mmdp) superior a lo aprobado por el Congreso en el Paquete Económico. 

Si a las transferencias financieras le sumamos los ingresos adicionales por los recortes al DUC (136 mmdp)[3], estimamos que Pemex recibió beneficios fiscales por 313 mmdp, equivalentes al presupuesto de la Secretaría de Salud (209 mmdp) más el de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (100 mmdp) para 2023.

Otra forma de verlo: si descontamos las transferencias a Pemex a través de la Sener a los ingresos petroleros del Gobierno federal, tenemos que los ingresos petroleros netos que obtuvo la Federación fueron de 165 mmdp, 65% (310 mmdp), menores a los de 2022. Esos ingresos no son suficientes ni para pagar la mitad del presupuesto de la Secretaría de Educación (402 mmdp).



Ingresos tributarios: triunfo y decepción

En 2023 se alcanzó la mayor tasa de crecimiento de los ingresos tributarios en el sexenio, lo cual es de aplaudirse, pero al mismo tiempo se trata de una decepción, pues no se cumplieron las metas anuales. Ser soñador podrá ser positivo en muchas áreas, pero no en finanzas públicas, en las que incumplir las metas ingresos significa fallar en las promesas de gasto.

Al cierre del año los ingresos tributarios llegaron a 4.5 billones de pesos, un incremento de 12.4% (497 mmdp) respecto de 2022, o de 14% (568 mmdp) respecto de 2018. Desde 2017 la tasa de crecimiento anual de estos ingresos no superaba el 2.5%, pero en año pasado se superó este ritmo con creces. Sin embargo, la Secretaría de Hacienda había estimado una recaudación de 4.6 billones de pesos… por lo que los ingresos se quedaron cortos en 2.2% (103 mmdp).

Hay que decirlo: el gran optimismo sobre los ingresos tributarios ha sido una constante en este sexenio, como lo ha sido el incumplimiento de metas. De 2019 a 2023, sólo en 2021 se han cumplido y superado las metas de tributación. Por el contrario, en el sexenio pasado, en cinco años se superaron con creces las metas, lo cual, también hay que comentarlo, se prestó a abusos por la falta de reglas en torno a cómo usar los excedentes de ingresos.

En 2023 el tributo con el mejor desempeño fue IEPS, el cual llegó a 445 mmdp, un aumento de 258% (321 mmdp) frente a 2022. En otras palabras, el 66% del incremento de los ingresos tributarios se explica por la mejora de este impuesto, la cual fue impulsado, como recién explicamos, por el hecho de que en 2022 no se cobró el IEPS de gasolinas. Para decirlo más claro: el gran aumento de los ingresos tributarios se debe en gran medida a la baja base de comparación del IEPS. Por otro lado, pese al gran incremento de este tributo, se incumplió la meta en 8.4% (41.1 mmdp).

El segundo impuesto con mayor dinamismo fue el ISR, el cual llegó a 2.5 billones de pesos, un aumento de 4.6% (111 mmdp) frente a 2022, o de 17% (360 mmdp) frente a 2018. Se trata de la segunda mayor tasa de crecimiento de este tributo en lo que va del sexenio, lo cual es destacable. Ya se lo imaginarán: pese a eso, la meta de recaudación anual se incumplió en 0.1% (2.3 mmdp)

Finalmente, el IVA llegó a 1.3 billones de pesos, un incremento de 6% (77 mmdp) frente a 2022, o de 15% (177 mmdp) respecto de 2018. La tasa de variación de este tributo fue la segunda mejor en lo que va del sexenio, pero, al igual que el ISR, se incumplió la meta en 3.7% (52.8 mmdp).



El desempeño de los ingresos tributarios por debajo de los objetivos de Hacienda está muy relacionado con el incremento de las devoluciones y compensaciones a lo largo del año, luego de que en 2022 se otorgaran estímulos complementarios a las gasolinas. Como explicamos en nuestro análisis del segundo trimestre de 2023, esta política generó saldos a favor que se podían pedir en devolución o compensación a lo largo de un año, luego de ser otorgado el estímulo.

El decreto del 4 de marzo de 2022[4] estipuló que los estímulos complementarios se aplicarían a los distribuidores de gasolina cuando vendieran combustible al público por debajo de su precio de compra al mayoreo: esa diferencia se acreditaría como un saldo a favor contra el ISR, IEPS o IVA que causan los distribuidores de gasolina. El decreto mencionado estableció que el derecho a solicitar la devolución tendría vigencia de un año a partir del mes inmediato posterior a aquél en que se obtuvo el saldo excedente.

Como ya explicamos, de marzo a agosto de 2022 el Gobierno no sólo no cobro el IEPS, sino que aplicó estímulos complementarios de uno a seis pesos por litro, mientras que de septiembre a noviembre el estímulo fue menor a un peso por litro. Dicho de otra forma, la mayor cantidad de saldos a favor fue generada hasta agosto de 2022, con la posibilidad de ser solicitada al fisco hasta agosto de 2023. Esto se refleja claramente en la evolución tributaria durante el año: al primer trimestre de 2023, la suma de devoluciones y compensaciones frente a 2022 era 11% (33 mdp) superior, al segundo trimestre lo era en 22% (149 mmdp), al tercer trimestre sólo en 3% (34 mmdp), y para el cierre del año fue 27% (280 mmdp) mayor a la de 2022.

En cualquier caso, el monto de devoluciones y compensaciones obtenido por los contribuyentes fue el segundo mayor del sexenio, y 4% (51 mmdp) mayor al promedio del sexenio anterior, lo cual evidencia la pérdida recaudatoria interanual que provocó la política de control de precios de 2022. 


 


Tormenta perfecta sobre los ingresos del Gobierno federal

La combinación de una renta petrolera disminuida, la reducción del DUC, la postergación de pagos a Pemex y el no tan satisfactorio desempeño de los ingresos tributarios provocaron una situación sin precedentes: por primera vez en 20 años los ingresos del Gobierno federal quedaron por debajo de la meta.

En 2023 la meta de ingresos del Gobierno federal era de 5.3 billones de pesos, pero lo conseguido fue de 5.2 billones, 2.5% (133.8 mmdp) por debajo de lo planeado. Ni siquiera durante la pandemia de 2020 se había incumplido esta meta de ingresos: aquel año se superó ligeramente el objetivo en 0.1% o 4.3 mmdp.

El problema de incumplir las metas de ingresos del Gobierno federal es la dificultad resultante para financiar servicios públicos esenciales como la educación, salud, seguridad e infraestructura, entre otros. Como veremos más adelante, distintas dependencias sufrieron recortes a su gasto programado debido a este fracaso en los ingresos.

Asimismo, se observa un incremento sustancial en el déficit público del Gobierno federal. Aunque las Empresas Productivas del Estado, Pemex y CFE, lograron tener un superávit financiero, el Gobierno acumula su peor resultado en décadas. Esto anticipa que la deuda a pagar en el futuro seguirá incrementándose y restando recursos para otras áreas prioritarias.



Por descontado, el desempeño de los ingresos del Gobierno federal es uno de los más pobres de los últimos sexenios. Del cierre de 2018 a 2023, estos ingresos han crecido en sólo 4.5%, mientras que con Peña Nieto aumentaron 24.4%. con Calderón 21.9% y con Fox 36.2%.

El problema no es sólo que los ingresos tributarios han crecido sólo 14.4% –ritmo inferior a lo visto en las últimas décadas–, sino también que los ingresos petroleros del Gobierno federal se han desplomado. De 2018 a 2023 esta fuente de ingresos presenta una caída de 51%, lo cual, en efecto, es menos pronunciada que la vista en el sexenio anterior (-53.7%), pero el caso es que la renta petrolera sigue en declive y financia menos derechos que en el pasado.



Tijera al gasto

Como reacción a la menor recaudación respecto de lo anticipado, el Gobierno recortó el gasto programado. Al cierre de diciembre de 2023 el gasto neto del Sector Público llegó a 8.1 billones de pesos, un incremento de 1.8% (147 mmdp) frente a 2022, o de s13% (911 mmdp) respecto de 2018, pero se quedó corta respecto del calendario en 2.2% (180.8 mmdp). Con este resultado, se acumulan tres años del sexenio en los que no se ha cumplido con el programa de gasto: 2019, 2020 y 2023.

El incumplimiento del programa general de gasto ha sido una particularidad del actual Gobierno. De 2005 a 2019 nunca se dejó de gastar el monto neto aprobado por el Congreso. Incluso en 2009, en medio de la crisis financiera internacional, se logró cumplir con el programa. En un contexto de menores ingresos, es comprensible que el Gobierno busque reducir el gasto para limitar el endeudamiento; el problema es que no existen lineamientos para decidir qué áreas del gasto se deben recortar antes que otras, lo que ha provocado que funciones vitales sean diezmadas, como veremos a continuación.



Como es costumbre, las medidas de austeridad no han sido aplicadas de forma pareja entre las distintas dependencias. En primer lugar, de los 10 Ramos Autónomos, siete cerraron 2023 con recortes en su gasto aprobado. En porcentaje, el mayor recorte se dio en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la cual erogó 1.5 mmdp, 11.3% (203 mdp) menos de lo aprobado. En montos absolutos, el Poder Judicial fue el de mayor recorte, al gastar 74.6 mmdp, 3.7% (2.8 mmdp) menos. En suma, los Ramos Autónomos debían gastar 147.2 mmdp, pero quedaron por debajo de la meta en 2.4% (3.6 mmdp).

Con el resultado de 2023, se cumplen ocho años consecutivos que los Ramos Autónomos presentan recortes en su gasto anual conjunto. En otras palabras, el castigo presupuestario a los organismos autónomos no es un fenómeno nuevo de este sexenio. Durante el Gobierno de Peña Nieto, los Ramos Autónomos sufrieron recortes a su gasto conjunto de 5% (8 mmdp) en promedio, mientras que en cinco años de López Obrador se promedia un recorte de 4% (6 mmdp).

Los menores recortes a los Ramos Autónomos en el sexenio actual no reflejan en realidad una mejora en la gobernanza del gasto, si consideramos lo que ha sucedido en los Ramos Administrativos. En 2023, el conjunto de dependencias controladas directamente por el Poder Ejecutivo erogaron 1.9 billones de pesos, 6% (108 mmdp) más de los aprobados. En realidad, se trata del menor sobregasto del sexenio: de 2019 a 2023 se promedia un superávit de los Ramos Administrativos de 19% (276 mmdp), superior al 13% (202 mmdp) de sobregasto promediado en el sexenio pasado, o al 7% (94 mmdp) promediado en el sexenio de Calderón.

Pese a que en términos generales los Ramos Administrativos superaron su gasto aprobado, al interior de las diferentes dependencias hubo claros ganadores y perdedores.

Se destaca la Secretaría de Hacienda, que erogó 105.8 mmdp, 319% (80.5 mmdp) más de lo aprobado. Este sobregasto se explica por mayores transferencias a la Banca de Desarrollo y aportaciones a los fideicomisos, un comportamiento habitual, como hemos analizado anteriormente.

Asimismo, se destaca un sobregasto en la Secretaría de Energía de 263% (129.9 mmdp), para llegar a un monto total de 179.4 mmdp. El exceso de gasto se debe a mayores trasferencias a Pemex de las aprobadas por el Congreso. Finalmente, llama la atención un gasto en la CFE de 480 mmdp, 9.3% (41 mmdp) más de lo aprobado.

Del lado perdedor, se destaca un recorte de 49.5% (103.8 mmdp) para la Secretaría de Salud, la cual erogó 103 mmdp. Si bien este recorte está relacionado con la transición del Insabi al IMSS-Bienestar, el gasto adicional de esta nueva institución de salud fue de 48.2 mmdp, el cual no subsanó ni la mitad del recorte de la SSA. Si consideramos el gasto adicional del IMSS-Bienestar, el faltante de gasto en salud para las personas sin seguridad social fue de 27% (55.5 mmdp).

Otra dependencia castigada fue Pemex, la cual debía gastar 678.4 mmdp, pero se quedó en 15% de ese monto (102 mmdp). La mayoría de los recortes se deben a una reducción de la inversión física programada. Asimismo, sobresalen las Participaciones Federales, las cuales llegaron a 1.1 billones de pesos, 5.9% (71.5 mmdp) por debajo del programa.



Vale la pena detenernos un momento para hablar de las Participaciones Federales y del Gasto Federalizado. Como expusimos en nuestro estudio “Presupuesto 2024: una grieta en el pacto fiscal”, el actual sexenio será el primero que a su término registre una caída en los recursos transferidos de la Federación a las entidades.

Al cierre de 2023 se mantiene este horizonte: el Gasto Federalizado sumó 2.4 billones de pesos, 2.2% (52 mmdp) más que en 2022, pero 2.8% (69 mmdp) menos que en 2018. La caída frente al cierre del sexenio anterior se explica por una reducción del 87.4% (134 mmdp) del Ramo 23, 14% (26.5 mmdp) menos recursos provenientes de los Convenios de Descentralización y 20.3% (17.6 mmdp) menos de recursos para la Protección Social en Salud.

Las Aportaciones y Participaciones no han sido suficientes para compensar la reducción del resto de los fondos del Gasto Federalizado. Las Aportaciones en 2023 sumaron 997.3 mmdp, 5.4% (51.3 mmdp) más que en 2018, y se quedaron 2.8% (25.7 mmdp) por arriba de lo calendarizado. No obstante, las Participaciones fueron 1.1 billones, 5.5% (60.2 mmdp) más que en 2018, pero se quedaron 5.9% (71.5 mmdp) por debajo del programa.

El retraso de las Participaciones se debe a que, como vimos, se incumplieron las metas de recaudación tributaria y petrolera, lo que a su vez tiró la Recaudación Federal Participable (RFP), la bolsa usada para calcular las Participaciones entregadas a las entidades. En efecto, estos retrasos tuvieron algunos componentes fuera de control del Gobierno federal, como la evolución del tipo de cambio, pero otros fueron provocados por una mala planeación –IEPS de gasolinas + ingresos petroleros, como ejemplo evidente–, así como decisiones discrecionales –postergación de impuestos a Pemex–.

De haber cumplido con el programa de Participaciones, el Gasto Federalizado habría llegado a 2.47 billones de pesos, 0.1% (2 mmdp) más que en 2018. No se habría subsanado la falta de crecimiento del Gasto Federalizado, pero por lo menos no habría una reducción.



El último punto destacable del gasto es la inversión física. Ésta llegó a 886 mmdp, 10.2% (100 mmdp) menos que en 2022, aunque 11.3% (90 mmdp) más que en 2018. El recorte interanual de 10.2% ha sido uno de los más abruptos de la última década, sólo superado por aquél realizado en 2019 (-11.8%), en un contexto de estancamiento económico, y el de 2017 (-26.3%) por medidas de austeridad.

Parece obvio que el recorte a la inversión fue una medida para limitar el elevado endeudamiento durante el año. El avance de la inversión física fue de sólo 79.5% del programa aprobado, el peor en más de una década. En total se dejaron de gastar 228 mmdp, que de haberse erogado habrían provocado que el Gobierno incumpliera con creces sus metas financieras.



Endeudamiento en 2023

El panorama macroeconómico le ha pintado buena cara al Gobierno, al facilitar las condiciones para estabilizar el saldo de la deuda pública al cierre de 2023. El Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP), la medida más amplia de la deuda pública en México, cerró 2023 en 14.86 billones de pesos: creció sólo 0.2% (23 mmdp) en términos reales, respecto del año anterior. El ligero incremento se explica por el hecho de que la apreciación del tipo de cambio contribuyó a una reducción de 18.2% (794 mmdp) en el valor de la deuda externa, contrarrestando así el incremento de 7.8% (817 mmdp) en la deuda contratada en moneda nacional. 

Sin embargo, aun con esta reducción, no se ha logrado bajar el nivel de deuda pública que se le ‘entregó’ a la presente administración: el SHRFSP se encuentra 9.3% (1,260 mmdp) por arriba de lo registrado al cierre de 2018, y podría ser aún mayor si no fuera por la apreciación cambiaria. Al cierre de 2023, el saldo de la deuda contraída en moneda nacional supera en un 31% (2,673 mmdp) la cifra registrada al final del sexenio anterior. Por lo que, si no fuera por la apreciación cambiaria (que contribuyó a que el saldo de la deuda externa cerrará un 28.4% (1,413 mmdp) por debajo de los niveles de 2018), la deuda pública se encontraría en un nivel aún mayor frente a dicho año.

Vemos la misma historia cuando analizamos el saldo de la deuda pública como porcentaje del PIB: las condiciones macroeconómicas han contribuido a ocultar el endeudamiento desenfrenado del Gobierno federal. Para el cierre de 2023, el saldo de la deuda pública en relación con el PIB presentó una disminución de 1.0 puntos porcentuales, pasando del 47.8% registrado en 2022 al 46.8% en 2023. Este descenso se atribuye a dos factores principales: 1. la proverbial apreciación del tipo de cambio en un 12.8%, que contribuyó a reducir en 1.4 puntos porcentuales del PIB el saldo de la deuda externa, y 2. una tasa de crecimiento económico anual del 3.9%, la cual contribuyó a disminuir el saldo de la deuda en 1.3 puntos porcentuales del PIB.

Así, el endeudamiento público no está bajo control gracias a los esfuerzos del Gobierno; simplemente se oculta bajo las condiciones macroeconómicas vigentes, las cuales no serán permanentes. Además, se encuentran dos factores que están presionando al alza la deuda pública y que inciden directamente sobre las finanzas del Gobierno. Por un lado, tenemos las tasas de interés, las cuales meten presión sobre el presupuesto y la acumulación de deuda pública y, por otro lado, tenemos la presión del déficit primario, que al cierre de 2023 ha hilado tres años consecutivos de déficit, siendo uno de los indicadores más relevantes de la postura fiscal del Gobierno. 



Una vez revelado el ‘truco’ de la presunta estabilización de la deuda pública, hablemos del problema fundamental que se oculta detrás: el endeudamiento público. Al cierre de 2023, los Requerimientos Financieros del Sector Publico (RFSP) ascendieron a 1.36 billones de pesos, lo que representó un crecimiento anual de 1.2% (16.2 mmdp) en términos reales, pero un crecimiento real de 104% (696 mmdp) frente al endeudamiento que se observó en 2018: prácticamente el doble de endeudamiento que al final del sexenio anterior.

Además, al cierre de 2023 el Gobierno no pudo cumplir la meta anual de RFSP, al excederse en 0.2 décimas del PIB. Su meta era que para final de año el endeudamiento ascendiera a 4.1 puntos del PIB; sin embargo, con el billón de pesos en endeudamiento observado, éste ascendió a 4.3%, sobrepasando así la meta de endeudamiento en 0.2 décimas del PIB. Lo anterior es equivalente a un sobrendeudamiento de 5.6% o 71.8 mmdp. Con este resultado, se engarzan cuatro años de incumplimiento de las metas de endeudamiento público. 



En términos prácticos, el endeudamiento público puede provenir del Gobierno federal, de las empresas públicas como Pemex y CFE o de otros pasivos contingentes. Así, al analizar sólo el endeudamiento de las entidades presupuestarias, podemos ver que la fuente del endeudamiento excesivo proviene del Gobierno federal, que a final de año presentó un déficit público por 1.2 billones de pesos, lo que supuso un crecimiento anual de 30.8% (275 mmdp) en términos reales. El incremento es abismal si lo comparamos frente a 2018, al ascender a 92.4% (561 mmdp). 

Para ponerlo en otras palabras, en 2023 el Gobierno federal se endeudó casi el doble de lo que se endeudó el Gobierno de Peña Nieto en su último año de gestión. Aun considerando el crecimiento de la economía, el aumento es el mismo, puesto que el endeudamiento del Gobierno federal ascendió a 3.8% del PIB al cierre de 2023 (un máximo histórico en los últimos 24 años), mientras que al final del sexenio anterior el déficit público del Gobierno federal fue por 2 puntos del PIB. 

El endeudamiento excesivo no es sólo frente al sexenio anterior, sino también frente a las metas anuales de endeudamiento, ya que al cierre de 2023, el Gobierno federal rebasó su objetivo de déficit público (establecido en los Criterios Generales de Política Económica) en 4.5% (53 mmdp), hilando así también cuatro años en que no alcanza sus metas de endeudamiento. Este mayor endeudamiento es consistente con las renuncias fiscales que ha hecho el Gobierno federal a favor de Pemex y su apoyo continuo a las empresas productivas del estado. Veamos.  

El balance público pudo haber registrado un mayor déficit si no fuera por los ‘milagrosos’ superávits de las empresas públicas. Después de dos años consecutivos de operar en terreno negativo, la CFE registró de nuevo un pequeño superávit financiero por 13.7 mmdp, superando así su meta de balance cero para final de año. El mismo fenómeno se aprecia en Pemex: al cierre de 2023 logró mantener tres años consecutivos de cerrar en terreno positivo, pues reportó un superávit financiero por 56.6 mmdp, lo que es equivalente a 0.2% del PIB.  

Sin embargo, éstas no son buenas noticias del todo, puesto que reportar estos balances positivos en las empresas públicas ha costado fuertes recortes a la inversión: al cierre de 2023, la inversión de Pemex tuvo un recorte de 9.8% (34.4 mmdp) frente a la inversión del año anterior. Al considerar también a la CFE, la inversión en combustibles y energía tuvo una caída anual de 7.6% (29.9 mmdp) en términos reales. 

Los recortes en el gasto de las empresas públicas no afectan sólo a la inversión. Si consideramos la totalidad del gasto programable de la CFE y Pemex, los recortes aumentan de manera exponencial: el gasto programable de Pemex presentó un recorte anual de 18.6% (131.7 mmdp), mientras que el de la CFE reporta un recorte por 13.8% (77 mmdp). Son los dos ramos administrativos con mayor recorte frente a 2022. Esto puede deberse a la reducción de los precios de los hidrocarburos frente a 2022 o a mejoras administrativas, pero también a reducción en gastos necesarios de operación. 

Finalmente, hay que mencionar que el Gobierno federal ha ‘inducido’ los superávits de las empresas públicas mediante transferencias, subsidios y renuncias recaudatorias. Como dijimos, en 2023 la Sener transfirió a Pemex 176.6 mmdp, 274% (129 mmdp) por arriba de lo aprobado por el Congreso en el Paquete Económico, además de perdonarle el cobro del DUC. A la CFE le aportó mediante subsidios 76.6 mmdp, un retroceso de 12% (10 mmdp) frente a 2022, pero un monto significativo al fin. En otras palabras, es evidente que favorecer el superávit de las empresas públicas ha supuesto que la Federación asuma el mayor endeudamiento. 

Así pues, le ha salido caro a las empresas públicas y a la Federación reportar estos balances positivos, pues son resultado de fuertes recortes en su gasto programable y no de una mayor rentabilidad o de mayores ingresos que permitan un crecimiento sostenible de las empresas.


 


El panorama del balance público nos permite ver que la tijera de la austeridad ha afectado sólo a las empresas públicas, mientras que el Gobierno federal ha relajado su postura fiscal: éste reportó al cierre de 2023 un déficit primario por 342.6 mmdp, lo que es equivalente a 1.1% del PIB. Así, se hilan tres años en que el sector central mantiene un déficit primario de esta magnitud. 

El balance primario es un indicador de los esfuerzos del Gobierno por mantener las finanzas públicas equilibradas. Cuando se reporta un déficit primario se está mostrando la holgura fiscal por parte del Gobierno, la cual puede provenir de incrementar el gasto durante periodos en que la economía lo requiere o, como es el caso actual, cuando los ingresos no son suficientes para seguir el ritmo de crecimiento del gasto público. 

Hay importantes consideraciones de economía política detrás del déficit primario reportado al cierre de 2023, principalmente en torno al motivo del incremento del gasto. El Gobierno federal incurrió en un déficit primario no por un incremento de la inversión, sino por las presiones del gasto corriente, como las pensiones no contributivas. Si se analiza el gasto programable por clasificación funcional, se observa que al cierre de 2023 la función de desarrollo social es la única que presenta un crecimiento por 5.8% (211 mmdp) frente al año anterior, mientras que las demás presentan recortes. 



En este contexto de mayor gasto corriente y recorte a la inversión pública, con 2023 se hilan cuatro años consecutivos en que se incumple la regla de oro de la deuda: que la inversión física sea mayor al endeudamiento. En 2023, de cada peso de endeudamiento (RFSP) contratados durante el año, sólo 0.65 centavos fueron para gasto en inversión física: el peor resultado en los últimos 15 años. La regla de oro es un principio constitucional, ya que en el artículo 73 se establece que el endeudamiento contratado debe destinarse hacia aquellos rubros que generen un incremento en los ingresos, los cuales, por definición, van al gasto en inversión. 

Sin embargo, desde 2019 esta regla no se ha cumplido, y para el cierre del año pasado se reporta el mayor financiamiento hacia gasto corriente. Incluso si consideramos como inversión aquellas erogaciones que se destinan a fideicomisos u otras erogaciones financieras, tenemos el mismo resultado: de cada peso de endeudamiento, 85 centavos fueron para gasto en inversión.

Esto no sorprende si consideramos que el gasto en inversión física tuvo el segundo peor recorte del sexenio, solamente superado por el reportado en 2019: el gasto en inversión física del Sector Público se contrajo 10.2% (100 mmdp) frente al año anterior, lo cual se debió a una caída de 10.4% (66.5 mmdp) en la inversión del Gobierno federal.



Como mencionamos en el inicio, uno de los factores que presionan el incremento de la deuda pública son las tasas de interés, que al cierre de 2023 cobraron una factura muy alta al erario: el pago de intereses y servicio de la deuda pública rompe el techo del billón de pesos y llega a un máximo no visto desde la década de los 90, al representar 3.3% del PIB

Para dar una idea de la magnitud con la que cerró el costo financiero de la deuda en 2023, éste representó el 97% de los ingresos petroleros del Sector Público. En otras palabras, para pagar los intereses y servicio de la deuda pública en 2023, se tuvo que haber destinado prácticamente la totalidad de los ingresos petroleros. Por lo visto, se ha convertido en un costo de oportunidad presupuestaria muy importante, al absorber recursos que podrían ser destinados a otros rubros como la inversión, que se vio fuertemente castigada. 

El mayor incremento en el costo financiero se dio en el pago de intereses y servicio de la deuda contratada en moneda nacional, el cual se incrementó en 0.5 décimas del PIB entre 2022 y 2023. Por otro lado, la apreciación del tipo de cambio no fue suficiente para frenar el pago de intereses de la deuda externa, puesto que al cierre del año el costo financiero de ésta se incrementó en 0.1 décimas del PIB.

Las tasas de interés le cobraron la mayor factura al Gobierno federal y a la CFE. El pago de intereses y servicio de la deuda del Gobierno federal se incrementó 24% (171 mmdp) frente a 2022. Entretanto, la CFE hizo un pago de intereses histórico de 63 mmdp, lo que representó un crecimiento real de 358% frente a lo pagado en 2022. Hay que mencionar que la CFE no había hecho nunca un desembolso de esa magnitud en los últimos 25 años. 



Como hemos visto, detrás del aparente buen desempeño financiero del Gobierno se esconde una terrible realidad: no existe ni estabilidad fiscal ni garantía de derechos. Aunque la recaudación tributaria ha llegado a máximos históricos, no ha sido suficiente para compensar las pérdidas en los ingresos petroleros, por lo que se han hecho recortes discrecionales a sectores vitales como la salud pública. Con todo, no se ha podido limitar el endeudamiento creciente: una bola de nieve que tarde o temprano puede volverse imparable.


[1] Resoluciones Misceláneas publicadas en el Diario Oficial de la Federación el 25 de abril, 25 de mayo, 26 de junio, 13 de julio, 28 de septiembre, 18 de octubre, 23 de noviembre, 5 y 28 de diciembre de 2023.

[2] DOF. 24 de enero de 2024. Decreto por el que se otorgan beneficios fiscales a los contribuyentes que se indican. https://www.dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5715125&fecha=24/01/2024#gsc.tab=0

[3] Monto estimado con la información más reciente disponible al mes de octubre de 2023.

[4] Diario Oficial de la Federación (DOF) (2022). “Decreto por el que se establecen estímulos fiscales complementarios a los combustibles automotrices”. https://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=5644745&fecha=04/03/2022#gsc.tab=0

5 evidencias sobre las finanzas públicas al 3T de 2023

La debilidad de los ingresos públicos que se arrastra al tercer trimestre de 2023 impacta negativamente en la mayoría de sectores del gasto. En esta edición de “5 evidencias de finanzas públicas” ponemos la lupa en el IMSS-Bienestar, Pemex, el Gasto Federalizado, la atención a desastres naturales y la Conade, como muestra de las adversidades que enfrentan las finanzas públicas hacia el cierre del año.

A septiembre los ingresos totales del Sector Público ascendieron a 5.1 billones de pesos, 2.9% (157.6 mmdp) por debajo de lo calendarizado para el periodo, el segundo peor retraso desde 2020. Por su parte, los ingresos del Gobierno federal fueron de 3.8 billones, 4.4% (178.3 mmdp) menos de lo presupuestado al tercer trimestre, el peor retraso en más de dos décadas, incluso superior al retraso durante la pandemia, como hemos detallado anteriormente.

Uno de los sectores sacrificados en vista del mal desempeño recaudatorio es el gasto en salud para las personas sin seguridad social, como ha sido costumbre en el sexenio. Pese al arranque oficial del IMSS-Bienestar, el gasto en salud para la población no asegurada sufrió un recorte de 14% frente al programa a septiembre, quedando muy lejos de lo logrado cuando aún existía el Seguro Popular.

La mala situación fiscal también se manifiesta en empresas públicas como Pemex, quien reporta un retroceso de 26.6% en sus ingresos, a causa de una menor producción y de la apreciación del peso. Lo anterior ha llevado a la petrolera a registrar su segundo peor balance operativo del sexenio, y sólo la reducción de impuestos pagados ha evitado que su resultado neto caiga en números rojos.

Otro sector gravemente afectado es el gasto para la atención a desastres naturales. Antes del impacto del huracán Otis (octubre), este gasto registraba a septiembre su peor nivel en el sexenio. Peor aun: el presupuesto anual para atención a desastres fue recortado en 33%, limitando los recursos disponibles para atender emergencias hacia el cierre de 2023.

Asimismo, el Gasto Federalizado, los recursos que la Federación transfiere a los estados, se mantiene 2.9% o 53.2 mmdp por debajo de lo logrado en 2018. Además de recortes discrecionales a fondos como el Ramo 23, la caída de estos recursos se debe al mal desempeño de los ingresos tributarios en lo que va del año, y al ‘perdón’ de impuestos a Pemex.

No menos importante, el gasto de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) se mantiene 3.4% por debajo de lo pagado en el mismo periodo de 2018, lo cual ha tenido implicaciones en los indicadores de alta competencia deportiva o las becas otorgadas a los atletas.

Aquí un panorama de las finanzas públicas hacia el cierre del año.

1. Se inicia IMSS-Bienestar sin mejoras presupuestales

El inicio de operaciones del IMSS-Bienestar en agosto de 2023 no ha podido frenar la caída en picada que arrastraba el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) en este año, presupuestalmente hablando. Al tercer trimestre de 2023 el gasto en conjunto de estas dos entidades aún está 24% por debajo de lo logrado con el Seguro Popular, extinto en 2019.

El 25 de abril de 2023 se aprobó en la Cámara de Diputados la desaparición del Insabi, para ser sustituido por por el órgano desconcentrado llamado Servicios de Salud del Instituto Mexicano del Seguro Social para el Bienestar (IMSS-Bienestar). ¡Ojo! No confundir con el programa IMSS-Bienestar del Ramo 19, el cual es continuación del programa IMSS-Prospera, antes IMSS-Oportunidades. 

El 29 de mayo de este año se publicó en el DOF[1] el decreto que estableció en los artículos transitorios un plazo de 180 días para que la Secretaría de Salud transfiera los servicios de salud del Insabi al órgano IMSS-Bienestar. Es decir, hacia finales de agosto de este año se extinguió oficialmente el Insabi, y comenzó a operar el IMSS-Bienestar.

Los primeros meses de transición no son esperanzadores. Al tercer trimestre de este año el órgano IMSS-Bienestar erogó 22.7 mmdp que no estaban previstos en el Presupuesto 2023, pero estos recursos no lograron compensar el retraso en el gasto que arrastraba el Insabi a septiembre, por 33 mmdp o 44% del gasto aprobado a la fecha. Como resultado, el gasto conjunto del Insabi y del órgano IMSS-Bienestar fue de 65.5 mmdp, 14% (10.3 mmdp) inferior al programado para el Insabi a septiembre.

Como hemos analizado anteriormente, al tercer trimestre de 2023 los ingresos del Gobierno federal van 4.4% (178 mmdp) por debajo de la meta, el peor retraso en 20 años, lo que ya ha provocado recortes en 26 dependencias, así como en las Participaciones Federales y Ramos Generales. Los programas para garantizar la salud de las personas sin seguridad social no se han salvado de estos recortes.



La transición al IMSS-Bienestar no ha parado el declive en el gasto en salud, si lo miramos con la perspectiva de años anteriores. Al tercer trimestre de 2023, el gasto del Insabi fue de 42.8 mmdp, un retroceso de 35% (22.9 mmdp) frente al mismo periodo de 2022. Por su parte, los Servicios de Salud del IMSS-Bienestar erogaron 22.7 mmdp, compensando así casi todo el recorte del Insabi. No obstante, en conjunto estos programas ejercieron 65.5 mmdp, una caída de 0.3% (165 mdp) frente a 2022 o 24% (20 mmdp) menos que el promedio de 2013 a 2018, cuando existía el Seguro Popular. La nueva apuesta en salud del Gobierno federal ha iniciado con el pie izquierdo.

Si consideramos el gasto del programa IMSS-Bienestar del Ramo 19, el retroceso del gasto federal en salud para las personas sin seguridad social luce más grave. Hay que recordar que este programa, que data de 1979 con el IMSS-Coplamar, fue la inspiración para crear el órgano desconcentrado IMSS-Bienestar. Pues bien, el gasto de este programa a septiembre de 2023 fue de 13.4 mmdp, 16.3% (2.6 mmdp) por debajo de 2022. Para decirlo claro: con el nacimiento del órgano IMSS-Bienestar se recortó el programa IMSS-Bienestar.

En conjunto, el gasto federal para atender la salud de las personas sin seguridad social al tercer trimestre de 2023 (Insabi, órgano IMSS-Bienestar y programa IMSS-Bienestar del Ramo 19) fue de 78.9 mmdp, un retroceso de 3.4% (3 mmdp) frente 2022 o 11% (4 mmdp) menos que en 2018. Frente al promedio del sexenio pasado, estimamos[2] una caída de 19% (18.2 mmdp).

Para 2024 no se prevé una mejora, pues como lo explicamos en el análisis del Paquete Económico 2024 en salud, los recursos del IMSS-Bienestar serán menores a los del Seguro Popular. 



El otro gran tema en torno a la transición del Insabi al IMSS-Bienestar es la situación del Fondo de Salud para el Bienestar (Fonsabi). En tiempos del Seguro Popular, este fondo se llamaba Fideicomiso del Sistema de Protección Social en Salud, mejor conocido como el Fondo de Gastos Catastróficos. Al cierre del sexenio pasado este fondo contaba con 117 mmdp, y al cierre de 2019 (cuando pasó a manos del Insabi) llegó a contar con 130 mmdp, su mayor cifra registrada.

Sin embargo, en 2020 se modificó la Ley General de Salud de modo que se permitieron salidas del Fonsabi a la Tesofe, lo que ha reducido los ingresos del Fondo, como lo explicamos a detalle en nuestra investigación “El ocaso del Fonsabi”. En septiembre de 2023 este fideicomiso cambió de manos, oficialmente, al IMSS-Bienestar, con sólo 41 mmdp, 65% (76 mmdp) por debajo de lo que tenía al cierre de 2018, o 68% (89 mmdp) menos de lo que llegó a contar antes del cierre del Seguro Popular. Es decir, el Insabi agotó más de la mitad de los recursos que le dejó el Seguro Popular, y heredó un Fondo gravemente diezmado al IMSS-Bienestar.

La cantidad menguada de recursos que recibe el IMSS-Bienestar por parte del Insabi limitará su capacidad de garantizar la cobertura de enfermedades de alto costo, así como el desarrollo de infraestructura médica en zonas marginadas. Además, como se mantiene la posibilidad de transferir recursos del Fonsabi hacia la Tesofe, este fideicomiso se seguirá usando para inflar el gasto.



2. El deterioro disimulado de Pemex

Al mes de septiembre Pemex presentó el segundo peor resultado operativo del sexenio; sin embargo, la disminución en su pago de impuestos, y el menor costo financiero de la deuda (también por apoyo del Gobierno federal) han amortiguado el impacto en su resultado financiero. 

Al tercer trimestre Pemex reporta una contracción de 26.4% (549 mmdp) en sus ingresos totales, frente al mismo periodo del año anterior. La caída se debe a un desplome de 22.8% (402 mmdp) en las ventas de la petrolera, lo cual puede atribuirse principalmente al superpeso, el cual reduce el valor de las exportaciones. Si comparamos frente al mismo periodo de 2018, el retroceso de los ingresos alcanza el 20.4% (391 mmdp), mientras que la disminución de las ventas totales de la empresa llega al 27.9% (527 mmdp), frente a 2018.

El segundo concepto con mayor caída son ‘otros ingresos’, donde se reportan las devoluciones del IEPS y las transferencias del Gobierno. Éste cae 48.7% (150 mmdp) en términos anuales. Sin embargo, frente a 2018 los otros ingresos presentan un crecimiento de 488% (131 mmdp). Es decir, Pemex está recibiendo menos apoyo que en otros años de este sexenio, pero más que con Peña Nieto. 

Hay que recordar que en 2022, ante el aumento de los precios del petróleo, se implementó una política de estímulos complementarios a las gasolinas, mediante la cual Pemex recupera la diferencia entre el precio de referencia internacional de gasolina y el precio al que se comercializa en el mercado nacional. Según la Cuenta Pública 2022[3], Pemex recibió por estos incentivos 111.8 mmdp. Sin embargo, este año no se han otorgado estímulos complementarios, lo que ha reducido los otros ingresos. Finalmente, al mes de septiembre, Pemex ha recibido transferencias de la Sener por 109.4 mmdp, una reducción de 4% (4.9 mmdp) respecto de 2022.

La caída en los ingresos lleva a un fuerte recorte en los gastos de la paraestatal: 26.5% (549 mmdp) frente a 2022. En efecto, el recorte es exactamente de la misma magnitud que la reducción de ingresos, previsiblemente para tratar de mantener el balance neto, como veremos a continuación.

Una de las mayores reducciones se observa en el pago de impuestos, derechos y aprovechamientos por parte de la empresa: 27.7% (199 mmdp) frente a lo pagado a septiembre de 2022. Como primera observación, el pago de impuestos cae por la menor base gravable por la reducción de las ventas generales. En segunda instancia, puede deberse a la postergación en el pago del DUC, ya que el pago de impuestos por Pemex cayó 98% en términos anuales en el mes de septiembre, situación que sólo puede explicarse por beneficios fiscales. Si comparamos frente al mismo periodo de 2018, el pago de impuestos es 41.9% (375 mmdp) inferior, y se coloca en el mínimo histórico de los últimos 24 años.

El otro concepto destacado por la reducción sufrida son los gastos para la recompra de mercancía, los cuales tuvieron una caída anual de 38% (277 mmdp). Estos gastos están relacionados con la compra de productos que realiza Pemex en el extranjero para suplir la demanda interna. La disminución observada al tercer trimestre se relaciona con la caída en los precios internacionales de los productos para reventa al interior del país[4], causada por la apreciación del peso en el año.

En efecto, Pemex gastó menos en pago de impuestos y en importaciones, y también ha recortado su inversión en 17.6% (59 mmdp) respecto a septiembre del año anterior. En otras palabras, se está sacrificando la mejora en la productividad futura, para equilibrar las cuentas en el presente.

Finalmente, el pago de intereses de la deuda disminuyó en 15.4% (19 mmdp) frente al mismo periodo de comparación, una reducción relacionada con la monetización de bonos gubernamentales por parte de Pemex, lo cual permite que la tasa de interés que paga Pemex en su deuda sea inferior a la cual pagaría de emitir bonos por su cuenta; esto se ve reflejado en la caída del costo financiero de su deuda.



Por el lado productivo, al mes de septiembre se reporta un crecimiento de 5.8% o 103.8 miles de barriles diarios (mbd) en la producción de crudo. Este crecimiento, sin embargo, luce inflado debido al registro de condensados[5] en la producción a partir de 2018. Sin embargo, aun con este registro, la producción no recupera los niveles de años anteriores. Si comparamos frente al promedio de lo producido en el mismo periodo del sexenio anterior, se observa que la petrolera está operando 20.2% (445.8 mbd) por debajo.

El volumen de ventas internas de gasolinas, por su parte, cayó 3.6% (24.4 mbd) frente al tercer trimestre del año anterior. Al compararlo frente a las ventas logradas a septiembre de 2018, la caída asciende a 16.1% (124.1 mbd); de esta forma, las ventas de Pemex en promedio se encuentren 19.5% (153 mbd) por debajo de lo que se vendía en el sexenio anterior.

Por último, se reporta un incremento anual de 8.6% (83.3 mbd) en el volumen de exportación de crudo. Aun con este aumento, la cantidad de petróleo exportado se encuentra 13.3% (161 mbd) por debajo de lo registrado a septiembre de 2018. Esto hace que, en promedio, al tercer trimestre la exportación de crudo se encuentre 9.2% (106.4 mbd) por debajo de lo que se exportaba en el sexenio anterior.

Los datos operativos de la paraestatal explican la caída en los ingresos por ventas que está experimentando la empresa al tercer trimestre, que es el principal motivo del deterioro de sus ingresos totales: si bien hay un aumento en la producción de crudo y el volumen de exportación frente al año pasado, hay una caída en el volumen de las ventas internas, así como el precio de exportación, lo cual reduce el efecto positivo del incremento en las exportaciones, al abaratar las ventas externas.



Ante la caída de las ventas de la petrolera, el balance operativo[6] reporta un resultado de 904 mmdp al tercer trimestre, 24% (280 mmdp) por debajo de lo reportado en el año anterior. Se trata del segundo resultado operativo más bajo desde 2003, solamente superado por el observado durante la pandemia. En otras palabras, la empresa no registra una mejora en su rentabilidad ni en su flujo de operaciones; más bien, sufre un grave retroceso.

Al considerar el gasto de inversión, el balance primario –balance operativo menos gasto de inversión, sin considerar pago de impuestos– cae 26% (220.7 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior, y si lo comparamos con 2018, el balance primario se encuentra 31.5% (288.9 mmdp) por debajo. Frente a 2021, ese balance se encuentra ligeramente en mejor situación, debido a que se ha recortado el gasto de inversión.

A pesar del grave deterioro del balance operativo y primario, el balance financiero –balance primario menos costo de la deuda y pago de impuestos–[7] prácticamente no se ha visto afectado en 2023. ¿Por qué? El resultado financiero se está viendo protegido por la disminución en el pago de impuestos. Este balance reporta un leve superávit por 12.7 mmdp, el cual aun así es 4% (0.5 mmdp) inferior al observado el año anterior.

El segundo factor que está ayudando a Pemex es la disminución en el costo financiero de su deuda: al tercer trimestre se pagaron 107 mmdp en pago de intereses de la deuda, lo cual representó una caída anual de 15.4% (19 mmdp) frente a 2022, o de 22.1% (30 mmdp) frente a 2018. De hecho, el costo financiero de la deuda de Pemex en 2023 se encuentra en el nivel más bajo del sexenio, para un mismo periodo de comparación.

Esta caída en el costo financiero de la deuda puede ser atribuida a la monetización de deuda gubernamental por parte de Pemex[8], lo cual se refleja en que las tasas de interés que debe de pagar la empresa son menores a las que tendría que pagar de levantar los recursos por sí misma.



Al mes de agosto[9], estimamos que Pemex ha recibido un apoyo fiscal de 105 mmdp, por la reducción del cobro del DUC de 65% en 2019 a 40% en 2023, así como la prórroga en el pago de este impuesto. El estimado considera la disminución en las ventas netas de la petrolera, ya que se calcula a partir de los ingresos totales por comercialización que reporta el Fondo Mexicano del Petróleo (FMP). Sin este apoyo, el balance primario después de impuestos de Pemex pasaría de los 108.9 mmdp reportados, a sólo 3.9 mmdp, el segundo peor del sexenio. Asimismo, al considerar el pago de intereses de la deuda, el balance financiero reportaría un déficit por 92.3 mmdp, estando al nivel del reportado en 2021.



3. El gasto en el deporte no recupera el fuelle

Una buena noticia y dos malas: al tercer trimestre de 2023, el gasto de la Comisión de Cultura Física y Deporte se ha recuperado frente a 2022; sin embargo, aún se encuentra lejos de alcanzar los niveles del sexenio anterior, y los indicadores deportivos reportan mayores retrocesos en la entrega de becas y apoyos para nuevos prospectos deportivos.

Al mes de septiembre se observa que el gasto ejercido por la Conade asciende a 2.03 mmdp, lo cual representa un crecimiento real de 31.9% (492.8 mdp) frente a lo pagado en 2022. El programa que se vio mayormente beneficiado con este incremento fue el de Cultura Física y Deporte, el cual subió 46.5% (471.9 mdp) frente al año anterior. El programa de Atención al Deporte presenta un aumento real de 4% (21.2 mdp) frente al mismo periodo de comparación.

Si bien éstas son buenas noticias para el deporte, lo cierto es que aun con este incremento no se recuperan los niveles observados antes de la pandemia. Y si comparamos el gasto ejercido respecto a 2018, en realidad éste se encuentra 3.4% (72.2 mdp) por debajo de lo pagado para el mismo periodo de comparación.

El mayor recorte, bajo esta comparación, se localiza en el programa de Atención al Deporte, el cual presenta una caída de 19.5% (131.5 mdp) frente a lo que se pagó a septiembre de 2018. Entretanto, el programa de Cultura Física y Deporte tiene un incremento de 5.5% (77.1 mdp).



Todo indica que la recuperación del gasto para deporte al tercer trimestre se debe a que se ha acelerado el ejercicio del gasto anual. Al tercer trimestre se reporta un avance del 81.1% en su calendario, el segundo mayor avance para este periodo en el sexenio, solamente superado por el observado en 2019, cuando el avance reportado fue de 91%.

Con este nivel de avance en el gasto, la brecha entre el presupuesto aprobado anual y el pagado a septiembre es de apenas el 19%, lo cual implica que para el último trimestre del año sólo resta el ejercicio de 475 mdp. Este avance es positivo, ya que de forma sistemática la Conade ha subejercido recursos cada año, como veremos más adelante.



Este adelanto del gasto, desgraciadamente, no se traduce en una recuperación en los indicadores de alta competencia deportiva; incluso se ha reportado un retroceso en algunos de ellos. Por ejemplo, para el caso de las becas económicas para el deporte convencional, se observa un descenso de 35%, o 700 becas menos otorgadas respecto a 2022. Si comparamos frente al promedio otorgado en 2018, la caída es de 43.9%, o 1,016 becas menos.

En el caso de las becas para deporte adaptado, se reporta un incremento de 5.1%, o 23 becas más otorgadas frente a 2022, hilando así dos años de recuperación, después de haber caído al mínimo histórico de 271 becas otorgadas en 2021. Sin embargo, no es suficiente para recuperar los niveles observados en años anteriores. De hecho, se encuentra 12.3% o 67 becas menos respecto del máximo histórico de becas otorgadas en 2017.

Por otro lado, no es posible saber si se han atendido nuevos prospectos deportivos. En el Quinto Informe de Gobierno se reporta que durante 2022 y al mes de junio de 2023 no se ha otorgado ningún apoyo por parte del Programa de Seguimiento a Deportistas en Formación y Desarrollo hacia el Alto Rendimiento (PRODEFAR), el programa que vino a suplir las Academias Deportivas Nacionales.

Según el Informe, no se reportan avances para este indicador, ya que no se otorgó ningún apoyo directo por la Conade, pues a partir de 2022 los Órganos Estatales de Cultura Física y Deporte son los encargados de dar seguimiento a deportistas para su iniciación y desarrollo hacia el alto rendimiento. Hay que notar que esta transferencia de responsabilidades a los estados no ha venido acompañada de mayores recursos asignados a las entidades.

De hecho, se ha visto una mayor centralización de los recursos ejercidos por la Conade: en el sexenio pasado el 59% del gasto de la Comisión se ejerció en la Ciudad de México, pero de 2019 a 2022 lo ha hecho el 80%. En otras palabras, el desarrollo de prospectos de alto rendimiento ha sido efectivamente abandonado por la Federación.



¿Qué podemos esperar para el siguiente año? La respuesta corta es: en el mejor de los casos, los mismos resultados. Es decir, que aún no se recuperen los niveles alcanzados en el sexenio anterior. Con la aprobación del PEF 2024 no se presentaron cambios en el presupuesto de la Conade; se aprobó un presupuesto por 2.6 mmdp, lo que representa un crecimiento real de apenas 0.1% (2.8 mdp) frente al monto aprobado para este año.

Si comparamos con el gasto ejercido en promedio de 2013 a 2018, el presupuesto aprobado tiene un fuerte recorte de 51.7% (2.8 mmdp). El programa con mayor recorte es el de Cultura Física y Deporte, el cual tiene una caída de 41% (1.3 mmdp) frente al mismo periodo de comparación, mientras que la atención al deporte presenta un recorte de 35% (348.2 mdp).



En el peor de los casos, podríamos estar viendo recortes a la Conade durante el transcurso de 2024. No sería raro: entre 2022 y 2020 se reportaron recortes por 18% o (547 mdp) en su presupuesto, esto sin considerar las recientes demandas de recursos para la recuperación de Acapulco, el proceso electoral, o la necesidad de no superar el endeudamiento aprobado, lo cual podría meter presión a rubros del presupuesto como el de la Conade.



4. Gasto contra desastres, antes de Otis

Antes del impacto de Otis en octubre de 2023, los recursos dedicados a la reconstrucción de infraestructura ya habían sido azotados por recortes presupuestarios: al tercer trimestre el gasto fue de sólo 5.7 mmdp, el más bajo registrado en el sexenio. El retroceso institucional y presupuestario ya era un hecho cuando llegó el huracán a Guerrero.

Pese a que en 2023 el presupuesto para atender desastres consecuencia de fenómenos naturales dentro del Ramo 23 fue de 17.3 mmdp, 79% (7.5 mmdp) superior al aprobado en 2022, al tercer trimestre sólo se había ejercido el 33% de estos recursos. Como lo explicamos en “Tormenta fiscal: sin Fonden ni ingresos”, la mala recaudación del Gobierno provocó un recorte de 24% (4.1 mmdp) de los recursos para atención de desastres, frente al presupuesto aprobado. Con todo que el presupuesto modificado para 2023 (13.2 mmdp) sigue siendo mayor al de 2022, simplemente no hay mejoras en el gasto.

A septiembre, el gasto para atender desastres fue de 5.7 mmdp, 4% (246 mdp) menor al observado en el mismo periodo de 2022, y 74% (16.6 mmdp) menor al promedio del sexenio pasado. A pesar del recorte total, el gasto enfocado a la reconstrucción de infraestructura llegó a 4.5 mmdp, 103% (2.3 mmdp) superior al observado en 2022. Esta aparente contrariedad se debe a que en 2022 el gasto para atender este tipo de desastres fue impulsado por el ejercicio de 2.6 mmdp para la compra de enseres domésticos para la población afectada por fenómenos naturales. En 2023 no se reporta este tipo de gastos.

Es positivo que dentro del gasto para atender este tipo de desastres se le esté dando mayor prioridad a la reconstrucción de infraestructura, ya que ésta favorece la recuperación sostenible de las comunidades afectadas, además de que su uso clientelar se complica. Además, es destacable que la proporción del gasto en reconstrucción en 2023 representó el 80% del total, cuando en el  sexenio pasado promedió 72%. No obstante, en términos absolutos el gasto en reconstrucción al mes de septiembre fue 72% (11.4 mmdp), inferior al observado en el sexenio pasado.



El menor gasto en reconstrucción de infraestructura ha afectado a unos sectores más que a otros: de 18 sectores económicos que de forma recurrente recibían recursos para la reconstrucción, sólo seis recibieron recursos en 2023; es decir, 12 no obtuvieron financiamiento. Se destaca el sector educativo, que en el sexenio pasado recibió 1.6 mmdp en promedio al tercer trimestre y que este año no recibió recursos, o el sector hidráulico, que antes recibió 4.1 mmdp, pero este año está olvidado. Asimismo, se destaca negativamente el sector salud, que no ha recibido recursos en 2023, pero que en el sexenio pasado recibía 54 mdp en promedio al tercer trimestre.

Incluso los sectores que siguen recibiendo presupuesto para la reconstrucción este año se han visto mermados con recortes. El sector carretero tiene un recorte de 71% (5 mmdp) frente al promedio, y el de vivienda de 99% (971 mdp). Los pocos sectores beneficiados son el de cultura, que este año ha recibido 1.9 mmdp, más de 14 veces lo que obtuvo en el sexenio pasado por acciones de reconstrucción de monumentos arqueológicos. De igual forma, el sector naval ha recibido 301 mdp, 10% (28 mdp) más que el promedio del sexenio pasado.

Finalmente, hay que destacar que luego de la desaparición del Fonden en 2021, se perdió la transparencia en cuanto al reporte de gasto por entidad federativa. Tanto en 2022 como en 2023 la Secretaría de Hacienda no ha reportado dónde ejerce los recursos de atención a desastres naturales, por lo que no es posible evaluar cuáles son los estados ganadores y perdedores durante esta transición.



5. Las finanzas estatales, asediadas por subejercicios

Al tercer trimestre el Gasto Federalizado aún no recupera los niveles que tenía antes de la pandemia y del inicio del sexenio, debido a decisiones discrecionales por parte del Gobierno federal y al retraso de los ingresos tributarios. Los impactos más graves se han sorteado al contratar 50 mmdp en deuda a través de fideicomisos, postergando la resaca financiera para el futuro.

Al mes de septiembre las Aportaciones a las entidades federativas ascendieron a 898.3 mmdp, lo que representa un crecimiento real de 2.7% (23.3 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior. Llegaron así a un nivel no visto desde 2008. No obstante, frente al programa anual las Aportaciones exhiben el segundo peor retraso en el ejercicio del gasto en el sexenio: el subejercicio al mes de septiembre asciende a 136.4 mmdp, o 15.2%. 

De forma recurrente las Aportaciones sufren retrasos; sin embargo, estos subejercicios se han incrementado durante el sexenio. Por ejemplo, durante el sexenio de Peña Nietio los subejercicios que se presentaron al tercer trimestre promediaron 39.3 mmdp, mientras que con AMLO aumentaron a 46.6 mmdp, lo que implica un crecimiento de 18% o 7.2 mmdp del subejercicio.



Las Participaciones, por su parte, ascendieron a 898.3 mmdp al tercer trimestre, lo que representó un crecimiento real de 5.2% (35.2 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior, hilando así tres años consecutivos de crecimiento (esto después de haberse desplomado durante la pandemia de covid-19). Frente a 2018, las Participaciones presentan un crecimiento de 6.6% (55.7 mmdp).

De igual forma, a pesar del crecimiento observado a septiembre, no se gastó en Participaciones lo que se tenía programado para el periodo, puesto que se habían programado 1.03 billones de pesos en este concepto, dando como resultado un subejercicio de 136.4 mmdp o 15.2%, uno de los más altos del sexenio. 



Por otro lado, los recursos para protección social en salud que transfiere la Federación a los estados cayeron 11.25% (6.3 mmdp) frente al año anterior. Esto ubica al Gasto Federalizado para salud en su nivel más bajo al tercer trimestre, desde que se tiene registro en 2012. A su vez, los subsidios del Ramo 23 cayeron 2.5% (0.4 mmdp) frente al mismo periodo, el segundo nivel más bajo del sexenio, debido a un recorte discrecional por parte del Gobierno federal.

En conjunto, el Gasto Federalizado ascendió a 1.8 billones al tercer trimestre, lo que representó un crecimiento real de 3.6% (62.5 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior. A pesar del incremento anual, este gasto, como decimos, aún no recupera los niveles previos a la pandemia, e incluso está por debajo de lo que se transfería a los estados en 2018. Al mes de septiembre, el gasto federalizado está 2.9% (53.2 mmdp) por debajo de lo que se transfirió en el mismo periodo en 2018, lo cual se explica, principalmente, porque los subsidios del Ramo 23 se encuentran 87% (102.7 mmdp) por debajo del mismo periodo de comparación. 



El comportamiento del Gasto Federalizado depende en gran medida, según hemos visto, de cómo se encuentra la Recaudación Federal Participable (RFP). Al tercer trimestre, ésta ascendió a 3.3 billones de pesos, lo que representó un crecimiento real de 4.8% (151.2 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior, hilando tres años consecutivos de incremento (esto, después de la caída que se observó durante la pandemia en 2020). 

Sin embargo, aun con este crecimiento, ha bajado el desempeño de la RFP frente a periodos pasados, debido, principalmente, al efecto que tienen el superpeso y la disminución del DUC sobre los ingresos petroleros de los estados. Esta caída se hace presente en el avance trimestral que tiene la RFP frente a lo programado anualmente. En años anteriores, la RFP promedió un avance de 80.6% al tercer trimestre; sin embargo, durante este año el avance descendió a 74.7%, siendo el segundo más bajo del sexenio. 



Con la caída en el desempeño de la RFP, y el retraso en las Participaciones al tercer trimestre del año, se tendrían que estar viendo transferencias del Fondo de Estabilización de los Ingresos de las Entidades Federativas (FEIEF), para compensar estos retrasos. Sin embargo, al mes de septiembre, este fondo no cuenta con recursos suficientes para compensar retrasos o caídas en las Participaciones y Aportaciones: sus recursos ascendieron apenas a 23.9 mmdp, esto es, 79.6% (91.9 mmdp) por debajo del monto que se tenía en septiembre de 2019.

Con todo, los estados no se han quejado ostensiblemente sobre los retrasos en las Aportaciones y Participaciones. Entonces, ¿cómo se están compensando estos retrasos? Todo parece indicar que el Gobierno sí está transfiriendo recursos de compensación, pero no a través del FEIEF, sino a través del fideicomiso CIB/3484.

El fideicomiso CIB/3484 se creó en agosto de 2020, con el objetivo de compensar la caída en las Participaciones a los estados, derivada de la crisis por la covid-19. El fideicomiso nació con una deuda de alrededor de 80 mmdp, contratada mediante créditos bancarios. Los recursos de la deuda serían utilizados para compensar las transferencias de los recursos federales. 

Si bien durante 2021 y 2022 no se añadieron nuevos créditos al fideicomiso para compensar las transferencias federales, durante este año se adquirieron otros 50 mmdp en deuda, para poder potencializar los recursos a los estados.

El tema con estos 50 mmdp que fueron solicitados mediante el fideicomiso es que son recursos levantados mediante crédito bancario, los cuales devengan intereses a una sobretasa que es aplicada sobre la Tasa de Interés Interbancaria de Equilibrio (TIIE). Esta sobretasa va desde 1.0% a 1.83% sobre la TIIE de 11.24%. En otras palabras, los recursos que se han solicitado para financiar los retrasos en el Gasto Federalizado estarán pagando intereses por encima de las tasas de mercado, mismos que se estarán pagando hasta 2035.

La falta de transparencia en torno a los recursos del fideicomiso es un problema adicional en este esquema complementario para financiar las transferencias a los estados. De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, estos recursos son transferidos a los estados a través de Banobras, por lo que no se registran como Gasto Federalizado, y tampoco como salidas del FEIEF. De igual manera, las entradas, salidas y saldo del fideicomiso no se encuentran disponibles, al estar el fideicomiso a cargo de CIBanco. 


 


[1] DOF. Decreto por el que se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la Ley General de Salud, para regular el Sistema de Salud para el Bienestar.

[2] Previo a 2016 no se cuenta con datos trimestrales del programa IMSS-Prospera del Ramo 19, por lo que el promedio sexenal se construye con datos de 2016 a 2018.

[3] Cuenta Pública 2022. Informe del Auditor externo. Recuperado de: https://www.cuentapublica.hacienda.gob.mx/work/models/CP/2022/tomo/VIII/52TYY.05.DAR.pdf

[4] Resultado al tercer trimestre, Pemex 2023. https://www.pemex.com/ri/finanzas/Reporte%20de%20Resultados%20no%20Dictaminados/Reporte%203T23.pdf

[5] Los condensados son hidrocarburos que se encuentran en forma de gas en los yacimientos de petróleo, pero que al contacto de la temperatura ambiente se transforman en un líquido ligero. Pemex comenzó a contabilizar la producción de condensados dentro de su monto global de producción petrolera a partir de 2018, lo que le ayudó a disimular la caída en su producción tradicional de crudo. El problema con esta modificación es que los estimados de producción petrolera de la SHCP y los reportados por Pemex ya no son comparables con años anteriores.

[6] De acuerdo con el balance presupuestal de Pemex, el balance operativo es ingreso corriente menos gasto de operación, operaciones ajenas (netas) y mercancía para reventa. No confundir con el Balance de Operación, que son los ingresos propios menos el gasto programable. El balance primario es igual al balance operativo menos el gasto de inversión.

[7] El balance financiero, considera los ingresos totales, menos los gastos totales, incluyendo el pago de servicios de la deuda y de impuestos.

[8]Para más información puede consultarse nuestro análisis “El empobrecimiento de las empresas públicas”, disponible en: https://numerosdeerario.mexicoevalua.org/2023/07/14/el-empobrecimiento-de-las-empresas-publicas/

[9] Los datos del Fondo Mexicano del Petróleo se publican con un mes de retraso respecto de los datos de Hacienda.

Presupuesto 2024: una grieta en el pacto fiscal

El federalismo en México se replegará gravemente al cierre del presente sexenio, a causa de la reducción en los recursos públicos que se le otorgan a los estados y de la mayor concentración de los mismos en el Gobierno central. No se trata de una situación coyuntural, sino de una estrategia deliberada por parte del Gobierno para acaparar más poder fiscal.

Para 2024 el Gasto Federalizado –el conjunto de recursos transferidos de la Federación a las entidades– llegará a 2.55 billones de pesos, 0.3% (7 mmdp) más que en 2023, pero 1% (25 mmdp) menos que en 2018. Es la primera vez en cuatro sexenios que este gasto disminuye.

En el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2024 se había propuesto un Gasto Federalizado de 2.56 billones, lo cual ya suponía una caída de 0.7% (19 mmdp) frente a 2018. A pesar de este recorte, al momento de redactar este análisis ya se ha aprobado[1] una reducción adicional de 6.3 mmdp, el mayor recorte en una década, consecuencia de la menor carga fiscal a Pemex.

Identificamos tres decisiones unilaterales del Poder Ejecutivo que afectan al Gasto Federalizado: 1. la reducción del Derecho de Utilidad Compartida (DUC) para beneficio de Pemex, que afecta la bolsa de recursos que se reparte entre las entidades; 2. el recorte en fondos no blindados por la Ley de Coordinación Fiscal (LCF), como el Ramo 23 y convenios; 3. la condonación de impuestos como IESP, IVA o ISR ya sea por estímulos fiscales a las gasolinas y zonas económicas especiales, entre otros.

Adicionalmente, y dado que la Federación no está obligada a compartir con las entidades los recursos que obtiene por financiamiento, la brecha en la gestión de recursos públicos no hace más que incrementarse. El resultado es una mayor concentración de recursos en manos del Gobierno federal: mientras que en 2018 el gasto federalizado representaba el 34% del gasto neto del Sector Público, para 2024 representará sólo el 28%, la menor proporción registrada desde 2000.

Les contamos los detalles de este proceso de concentración del poder fiscal.

¿Ruptura del pacto fiscal?

Por primera vez en cuatro sexenios el total de recursos que la Federación otorga a los estados sufrirá una reducción frente al cierre del sexenio anterior. Esta caída no sólo limita la capacidad de las entidades para cumplir con sus obligaciones, sino que podría generar cuestionamientos sobre el cumplimiento mismo del pacto fiscal.

El acuerdo por medio del cual los estados cedieron a la Federación algunas de sus facultades tributarias –como el cobro del IVA, ISR y IEPS– para que ésta los cobrara y repartiera a los estados es conocido como el pacto fiscal. Las bases legales datan de la Ley de Coordinación Fiscal de 1978. En su momento, los estados coincidieron en que era más eficiente que la Federación realizara la mayor parte de la tributación, por sus limitaciones técnicas, además de que buscaban obtener recursos de la renta petrolera.

Aunque ha habido algunos estados inconformes, en las últimas dos décadas el pacto fiscal ha mantenido su legitimidad, debido a que los recursos que recibían las entidades de la Federación se incrementaban constantemente. Durante el sexenio de Vicente Fox, el Gasto Federalizado tuvo un incremento de 41.4% en seis años, mientras que con Calderón el incremento fue de 24.9% y con Peña de 14.8%. No obstante, los 2.55 billones de pesos que la Federación se propuso entregar a las entidades en 2024 será 1% (25 mmdp) inferior en términos reales a lo que recibieron en 2018. Este punto de quiebre podría agrietar también el pacto fiscal.



Hay antecedentes recientes de cuestionamientos al pacto fiscal. En 2019, con la desaceleración económica de México, el pacto fue criticado por los gobiernos de Nuevo León y Jalisco. La queja se centró en la forma en que el Gasto Federalizado se reparte entre las entidades, debido a que las fórmulas de distribución dan más peso al tamaño de la población de cada estado que a factores como la recaudación local o el tamaño de la economía. En otras palabras, se argumentó que hay entidades en las que se recaudan pocos impuestos federales como el IVA o ISR por su bajo desarrollo económico, y que reciben más de lo que generan.

La caída del Gasto Federalizado podría provocar otro tipo de cuestionamientos por una mayor cantidad de estados, principalmente a causa de la reducción generalizada de los recursos estatales y municipales necesarios para cumplir con sus responsabilidades. Si bien en 2024 el Gasto Federalizado caerá sólo 1% frente a 2018, las entidades en realidad recibirán 19.3 mil pesos per cápita, una caída de 5.8% o 1,200 pesos. Para lograr el gasto per cápita logrado en 2018 (20.5 mil pesos), se tendrían que destinar 154 mmdp adicionales a lo aprobado.

Si lo vemos respecto del valor de la economía, el Gasto Federalizado representará en 2024 sólo el 7.4% del PIB, la menor proporción desde 2009, cuando representó 7.5%. Para recuperar la proporción del PIB de 7.9%, lograda en 2018, las entidades deberían obtener 159 mmdp adicionales a lo aprobado para el siguiente año.



Recorte sobre recorte

Desde el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2024 que presentó la Secretaría de Hacienda en septiembre de 2023, se preveía un recorte del Gasto Federalizado, respecto de 2018, de 0.7% (19 mmdp). Pues bien, en el Pleno de la Cámara de Diputados se aprobó una disminución adicional de 6.3 mmdp, lo que representa el mayor recorte al presupuesto propuesto en 10 años.

El recorte extra en el Gasto Federalizado se debe a la reducción adicional del Derecho de Utilidad Compartida (DUC) que se le cobra a Pemex. Al reducir la carga tributaria de la energética, una mayor proporción de la renta petrolera se queda en la empresa y una menor cantidad se contabiliza en la Recaudación Federal (RFP), la bolsa de ingresos que se distribuye en los estados.

En el PPEF 2023 se planteó originalmente que el DUC pasará de 40% a sólo 35%. No obstante, durante la discusión presupuestaria se determinó reducir el DUC hasta 30%, para darle mayor liquidez a Pemex. Como vemos, el daño colateral es una reducción en los recursos que pueden repartirse en los estados.

El principal componente así afectado dentro del Gasto Federalizado son las Participaciones Federales, las cuales se calculan según el 20% de la RFP estimada para el año. Para este ramo se habían proyectado inicialmente 1,268 mmdp, pero se aprobaron sólo 1,263 mmdp, 4.8 mmdp menos. Frente a lo aprobado en 2023, serán 1.2% (16 mmdp) inferiores.

Asimismo, los fondos del Ramo 33 de Aportaciones para Entidades Federativas que dependen de la RFP también fueron recortados por la reducción del DUC a Pemex. El más afectado fue el Fondo de Aportaciones para el Fortalecimiento de los Municipios (que se calcula en referencia del 2.3% de la RFP), el cual sufrió una reducción de 523.4 millones de pesos frente al proyecto inicial.

Asimismo, el Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (que se determina según el  2.5% de la RFP) sufrió un recorte de 516.7 mdp. El Fondo de Aportaciones Múltiples (cuyo monto anual se calcula según el 0.814% de la RFP) sufrió un recorte de 166.2 mdp. Finalmente, el Fondo de Aportaciones para el Fortalecimiento de las Entidades Federativas (que se determina según el 1.40% de la RFP) tuvo un recorte de 285.9 mdp frente al proyecto inicial. En suma, se aprobaron por concepto de Aportaciones 884.5 mmdp, 1.5 mmdp menos de lo proyectado (986 mmdp).

En conjunto, los recortes a Aportaciones y Participaciones respecto del PPEF sumarán 6.3 mmdp, el mayor recorte en una década. Desde 2016 no se habían registrado recortes al Gasto Federalizado proyectado por la Secretaría de Hacienda. De hecho, de 2017 a 2019 se registraron incrementos. Aunque el recorte de 2024 es reducido, deja en claro que los legisladores han dado mayor prioridad a la instrucción del Ejecutivo de fortalecer a Pemex que a buscar más recursos para sus votantes estatales.



El recorte discrecional a los estados

Con todo, la principal razón de la caída del Gasto Federalizado es el recorte discrecional del Ramo 23 y los Convenios de Descentralización y Reasignación, que no están blindados en la Ley de Coordinación Fiscal. Aunque las Participaciones y Aportaciones han crecido frente a 2018, no han podido compensar la caída de los otros ramos.

Para el siguiente año las transferencias a las entidades a partir del Ramo 23 – Provisiones Salariales y Económicas serán de 9.8 mmdp, 13.8% (2 mmdp) menores a las aprobadas en 2023 o 94% (150 mmdp) inferiores a las de 2018. La eliminación de facto de este Ramo se debe a las acusaciones de corrupción, discrecionalidad y falta de transparencia, las cuales incluso analizamos desde México Evalúa en el documento de Arquitectura del Ramo 23.

Sin desestimar estos problemas, el Ramo 23 también era benéfico porque incrementaba el gasto en infraestructura de las entidades a través del Fondo para el Fortalecimiento de la Infraestructura Estatal y Municipal, el Fondo Metropolitano o el Fondo para el Fortalecimiento Financiero. Lo deseable hubiera sido mejorar la gobernanza de este Ramo y mantener el espíritu de descentralización del gasto.

El segundo componente más afectado del Gasto Federalizado son los Convenios de Descentralización y Reasignación, los cuales son acuerdos entre las dependencias federales con los gobiernos estatales, para la ejecución de programas o proyectos federales. En 2024 los Convenios contarán con 132 mmdp, 1.5% (2 mmdp) más de lo aprobado en 2023, pero 37% (77 mmdp) menos que en 2018.

Finalmente, los Recursos para Protección Social en Salud entregados a los estados en 2024 serán de 86 mmdp, el mismo monto en términos reales que en 2023, pero 5.7% (5 mmdp) menos que en 2018. Estos recursos son un tipo de convenio de coordinación para la ejecución de programas en salud, como lo fue el Seguro Popular, Insabi y ahora IMSS-Bienestar. Su reducción está relacionada a la centralización de la atención médica ocurrida desde la desaparición del Seguro Popular.



En el caso de las Participaciones, en 2024 se estima otorgar a las entidades 1,263 mmdp, una reducción de 1.2% (16 mmdp) frente a 2023, pero 11.2% (128 mmdp) más que en 2018. Si bien las Participaciones tendrán un incremento frente al cierre del sexenio pasado, este aumento será menor al 32.4% logrado en la administración de Peña, al de 30.6% con Fox, al de 11.6% con Calderón. Este menor ritmo de aumento se debe al menor crecimiento económico, pero también a la reducción del DUC, que habrá pasado de 65% en 2019 a 30% en 2024.

Finalmente, el Ramo 33 de Aportaciones y el Ramo 25 de Previsiones y Aportaciones para los Sistemas de Educación Básica, Normal, Tecnológica y de Adultos tendrán en conjunto[2] en 2024 un monto de 1,067 mmdp, un aumento de 2.1% (22 mmdp) frente a 2023 o 8.1% (80 mmdp) frente a 2018. Aunque esta expansión sexenal será mayor al 6.4% de Peña, se quedará por debajo al aumento de 9.7% de Calderón o 26.5% de Fox.



Estados ganadores y perdedores

Una de las tantas carencias de información en el Ramo 23 tenía que ver con su clasificación geográfica. Y es que se reportaba como ejercido en Ciudad de México; es decir, no se esclarecía de verdad qué tanto se gastaba en las distintas entidades. Por esta razón, hoy es imposible hacer con datos públicos un análisis de la evolución del Gasto Federalizado entre los distintos estados. No obstante, podemos evaluar los principales componentes, como Participaciones y Aportaciones, las cuales representan el 91% de este gasto.

Las Participaciones a los estados y los municipios representan el 49.5% del Gasto Federalizado y, para 2024, se propuso[3] que fueran de 1,268 mmdp, lo cual representa un aumento de 11.7% (132.4 mmdp) frente a 2018. La entidad federativa con el mayor aumento neto será el Estado de México, que recibirá 18.6 mmdp (12%) más que en 2018. Esta entidad es la que más Participaciones recibe, al ser la más poblada. No obstante, en porcentaje el estado más beneficiado será Quintana Roo, con un aumento de 24.8% (3.9 mmdp) respecto de 2018. Este incremento puede deberse a que el estado es uno de los que más crecen en México, poblacionalmente[4].

La única entidad que presenta una disminución en sus participaciones es Campeche, con un recorte de 9.7% en términos reales, que equivale a 1.2 mmdp. Es posible[5] que esta reducción se deba a la caída en el Fondo de Extracción de Hidrocarburos (por la menor producción de crudo y menor cobro de DUC a Pemex) del cual Campeche ha sido históricamente el principal beneficiado. Descartamos que la reducción sea por menor población, ya que el estado ha mantenido una trayectoria positiva en este sentido.



Por otro lado, las Aportaciones representan el 42% del Gasto Federalizado, y para 2024 se propone que sean por 1,068 mmdp, lo cual de igual manera representa un aumento de 8.4% (82.3 mmdp) respecto de las que se entregaron en 2018. Sin embargo, de las 32 entidades federativas siete sufrirán recortes en sus Aportaciones para este 2024: Baja California, Baja California Sur, Sonora, Durango, Tamaulipas, Sinaloa y Coahuila. Entretanto, las entidades federativas que presentarán mayor aumento en sus Aportaciones frente a 2018 son: Estado de México, Ciudad de México, Guerrero, Chiapas y Puebla. El aumento o reducción de las Aportaciones en cada estado se explica principalmente por la evolución del Fondo de Aportaciones para la Nómina Educativa (Fone), como explicaremos a continuación.



El Fone representa el 42.3% del total de las Aportaciones federales. Para 2024 sumará 454.2 mmdp, lo que representa una caída de 1.2% (5.71 mmdp) frente a 2018. Si bien en términos nominales o corrientes el Fone se ha incrementado, en términos reales (es decir, descontando la inflación) este fondo ha caído. Esto se debe a que sólo una parte del Fone está indexado a la inflación: el Fone Fondo de Compensación. Sus otros tres componentes –Operación, Gasto Corriente y Servicios Personales– no tienen una vinculación directa con la inflación observada.

La caída del Fone es la principal razón detrás de la reducción de las Aportaciones Federales en algunas entidades. Por ejemplo, Baja California, cuyas Aportaciones totales caerán en 2024 un 4% (1 mmdp), tendrá una reducción en los recursos que reciben a partir del Fone de 8% (1.1 mmdp). En el mismo sentido, Sonora, que tendrá una caída de 2% (500 mdp) en sus Aportaciones frente a 2018, sufrirá una reducción del Fone de 4% (500 mdp). El resto de entidades que tienen recortes en sus Aportaciones frente a 2018 (Durango, Tamaulipas y Sinaloa) también muestran recortes considerables en el Fone.

De forma inversa, Guerrero, que es el estado con el mayor aumento en el Fone frente a 2018 (6%  o 1.4 mmdp), es también uno de los estados con el mayor aumento de las Aportaciones Federales, por 7% (3 mmdp). La evolución diferenciada entre estados en los recursos asignados a través de este fondo puede deberse a decisiones centralizadas desde la Secretaría de Educación Pública (SEP), ya que ésta determina los incrementos salariales de los maestros, así como la creación de plazas autorizadas en cada estado.



Concentración de poder

Hemos visto que la reducción del Gasto Federalizado ha provocado que la proporción de recursos que gestionan los estados caiga a su menor nivel en décadas. Sin embargo, este fenómeno convive con un incremento del gasto neto del Sector Público. ¿Cómo es eso?

En efecto, el gasto neto del Sector Público llegará a 9 billones, un aumento de 20% (1.5 billones) frente a 2018. Como lo explicamos en nuestro análisis sobre el Marco Macroeconómico 2024, la expansión del gasto neto no se debe a una mayor recaudación, sino a un endeudamiento de 1.8 billones o 5.4% del PIB.

Lamentablemente, ni en la Ley de Coordinación Fiscal (LCF) ni en la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (LFPRH) se establece la obligación de la Federación de vincular el Gasto Federalizado al monto total de endeudamiento del Sector Público. Una regla en ese sentido sería deseable, para que la Federación compartiera no sólo la parte negativa de la deuda –el pago de intereses–, sino también la positiva –el incremento de los recursos presentes–. Si bien, en sentido estricto, el pago de la deuda es responsabilidad del Gobierno federal, su incremento disminuye los recursos disponibles que podrían ser transferidos a los estados vía los Convenios de Descentralización o Reasignación, así como el Ramo 23.

Como resultado del aumento del gasto a través de deuda, el Gasto Federalizado representará en 2014 sólo el 28% del gasto total, la menor proporción desde 2000, lo que indica una centralización de los recursos públicos.



Finanzas estatales al tercer trimestre

Veamos lo que ha sucedido en lo que va del año. Al tercer trimestre el Gasto Federalizado aún no recupera los niveles que tenía antes de la pandemia. El motivo: los subsidios que se reparten mediante el Ramo 23 han caído 87% (102.7 mmdp) frente a 2018. Además, se observa uno de los mayores retrasos en las Aportaciones y Participaciones a los estados, lo cual es reflejo de la caída en el desempeño de la recaudación federal participable. Ante ello, el Gobierno ha incurrido en una deuda por 50 mmdp a través de fideicomisos para subsanar los retrasos, lo cual tiene un alto costo financiero y carece de transparencia en el uso de estos recursos. 

Al mes de septiembre las Aportaciones a las entidades federativas ascendieron a 898.3 mmdp, lo que representa un crecimiento real de 2.7% (23.3 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior. Llegaron así a un nivel no visto desde 2008. No obstante, frente al programa anual las Aportaciones exhiben el segundo peor retraso en el ejercicio del gasto en el sexenio: el subejercicio al mes de septiembre asciende a 136.4 mmdp o 15.2%. 

De forma recurrente las Aportaciones sufren retrasos; sin embargo, estos subejercicios se han incrementado durante el sexenio. Por ejemplo, durante el sexenio de Peña los subejercicios que se presentaron al tercer trimestre promediaron 39.3 mmdp, mientras que con AMLO aumentaron a 46.6 mmdp, lo que implica un crecimiento de 18% o 7.2 mmdp del subejercicio.



Las Participaciones, por su parte, ascendieron a 898.3 mmdp al tercer trimestre, lo que representó un crecimiento real de 5.2% (35.2 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior, hilando así tres años consecutivos de crecimiento (esto después de haberse desplomado durante la pandemia de covid-19). Frente a 2018, las Participaciones presentan un crecimiento de 6.6% (55.7 mmdp).

De igual forma, a pesar del crecimiento observado a septiembre, no se gastó en participaciones lo que se tenía programado para el periodo, puesto que se habían programado 1.03 billones de pesos en este concepto, dando como resultado un subejercicio por 136.4 mmdp o 15.2%: uno de los más altos del sexenio. 



Por otro lado, los recursos para protección social en salud cayeron 11.25% (6.3 mmdp) frente al año anterior. Esto ubica al Gasto Federalizado para salud en su nivel más bajo al tercer trimestre, desde que se tiene registro en 2012. A su vez, los subsidios del Ramo 23 cayeron 2.5% (0.4 mmdp) frente al mismo periodo de comparación, el segundo nivel más bajo del sexenio.

En conjunto el Gasto Federalizado ascendió a 1.8 billones al tercer trimestre, lo que representó un crecimiento real de 3.6% (62.5 mmdp) frente al mismo periodo del año anterior. A pesar del incremento anual, el gasto federalizado aún no recupera los niveles previos a la pandemia, e incluso está por debajo de lo que se transfería a los estados en 2018. Al mes de septiembre, el gasto federalizado está 2.9% (53.2 mmdp) por debajo de lo que se transfirió en el mismo periodo en 2018, lo cual se explica, principalmente, a que los subsidios del Ramo 23 se encuentran 87% (102.7 mmdp) por debajo del mismo periodo de comparación. 



El comportamiento del Gasto Federalizado depende en gran medida, según hemos visto, de cómo se encuentra la Recaudación Federal Participable (RFP). Al tercer trimestre, ésta ascendió a 3.3 billones de pesos, lo que representó un crecimiento real de 4.8% (151.2 mmdp) frente al mismo periodo del año previo, hilando tres años consecutivos de incremento (esto, después de la caída que se observó durante la pandemia en 2020). 

Sin embargo, aun con este crecimiento, ha bajado el desempeño de la RFP frente a periodos pasados, debido, principalmente, al efecto que tienen el superpeso y la disminución del DUC sobre los ingresos petroleros de los estados. Esta caída se hace presente en el avance trimestral que tiene la RFP frente a lo programado anualmente. En años anteriores, la RFP promedió un avance de 80.6% al tercer trimestre; sin embargo, durante este año el avance descendió a 74.7%, siendo el segundo más bajo del sexenio. 



Con la caída en el desempeño de la RFP, y el retraso en las Participaciones al tercer trimestre del año, se tendrían que estar viendo transferencias del Fondo de Estabilización de los Ingresos de las Entidades Federativas (FEIEF)  para compensar estos retrasos. Sin embargo, al mes de septiembre, este fondo no cuenta con recursos suficientes para compensar retrasos o caídas en las Participaciones y Aportaciones: sus recursos ascendieron apenas a 23.9 mmdp, esto es 79.6% (91.9 mmdp) por debajo del monto que se tenía en septiembre de 2019.

Con todo, los estados no se han quejado ostensiblemente sobre los retrasos en las Aportaciones y Participaciones. Entonces, ¿cómo se están compensando estos retrasos? Todo parece indicar que el Gobierno sí está transfiriendo recursos de compensación, pero no a través del FEIEF, sino a través del fideicomiso CIB/3484. 

El fideicomiso CIB/3484 se creó en agosto de 2020, con el objetivo de compensar la caída en las Participaciones a los estados, derivada de la crisis por la covid-19. El fideicomiso nació con una deuda de alrededor de 80 mmdp, contratada mediante créditos bancarios. Los recursos de la deuda serían utilizados para compensar las transferencias de los recursos federales. 

Si bien durante 2021 y 2022 no se añadieron nuevos créditos al fideicomiso para compensar las transferencias federales, durante este año se adquirieron otros 50 mmdp en deuda, para poder potencializar los recursos a los estados.

El tema con estos 50 mmdp que fueron solicitados mediante el fideicomiso es que son recursos que fueron levantados mediante crédito bancario, los cuales devengan intereses a una sobretasa que es aplicada sobre la Tasa de Interés Interbancaria de Equilibrio (TIIE). Esta sobretasa va desde 1.0% a 1.83% sobre la TIIE de 11.24%. En otras palabras, los recursos que se han solicitado para financiar los retrasos en el Gasto Federalizado estarán pagando intereses por encima de las tasas de mercado, mismos que se estarán pagando hasta 2035.

Un problema adicional con este esquema complementario para financiar las transferencias a los estados es la falta de transparencia en el uso de los recursos del fideicomiso. De acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación, estos recursos son transferidos a los estados a través de Banobras, por lo que no se registran como Gasto Federalizado y tampoco como salidas del FEIEF. De igual manera, las entradas, salidas y saldo del fideicomiso no se encuentran disponibles, al estar el fideicomiso a cargo de CIBanco. 



Recomendaciones

Es necesario garantizar el reparto equitativo del gasto público entre los estados y la Federación, y  el incremento continuo de los recursos que llegan a las entidades. Asimismo, se deben fortalecer los fondos de previsión que blindan las Participaciones federales.

En el corto plazo se debe evitar que las transferencias federales sean reducidas respecto de lo aprobado para 2024.

  1. Los precios del petróleo van en aumento y al ser un año electoral, el Gobierno se verá tentado a intervenir en el mercado energético. En caso de que el Gobierno federal decida otorgar estímulos complementarios a las gasolinas (reduciendo la RFP) deberá prever transferencias adicionales a las entidades para compensar por la caída en las Participaciones que se pudiera ocasionar.

En el mediano plazo se deben establecer mecanismos que garanticen el incremento del gasto federalizado a la par del gasto neto del sector público, así como el fortalecimiento de los fondos de estabilización.

  1. Se debe de establecer en la Ley de Coordinación Fiscal, que dado el caso de una reducción en el DUC cobrado a Pemex y, por consiguiente, la Recaudación Federal Participable, se deban de compensar el las menores Participaciones y Aportaciones, mediante otro tipo de transferencias.
  2. Se debe blindar ante reducciones el Ramo 23, para evitar una reducción discrecional de este componente del Gasto Federalizado. Además, es necesario que este Ramo mejore su gobernanza y transparencia para evitar incrementos discrecionales durante el año en curso para estados específicos. Asimismo, se debe de garantizar total transparencia sobre el destino de los recursos otorgados.
  3. Garantizar la solvencia del FEIEF. Para esto es necesario que se designe una partida específica para la capitalización de este fondo. Además, se debe de reportar trimestralmente no sólo las entradas, salidas y saldo del FEIEF, sino también el patrimonio del Fideicomiso, para dar cuenta de la deuda que acarrea este instrumento. Finalmente, en caso de requerirse una nueva bursatilización del FEIEF, la decisión debe de pasar por la Conferencia Nacional de Gobernadores y la SHCP, para garantizar la transparencia.

[1] El lunes 6 de noviembre de 2023 se aprobó en lo general en la Cámara de Diputados el Presupuesto de Egresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal 2024 con 262 votos a favor, 216 en contra y 1 abstención. Fuente: http://gaceta.diputados.gob.mx/PDF/65/2023/nov/20231106-IV.pdf

[2] Analizamos el Ramo 33 y 25 de forma conjunta ya que muchos de los recursos del Ramo 25 de subejercen pero son ejercidos dentro del Ramo 33. En otras palabras, son transferidos entre ramos.

[3] Tomamos el dato de las participaciones propuestas en el PPEF 2024, para conocer la distribución geográfica, ya que se desconoce qué entidades sufrirán el recorte de 4.5 mmdp en el presupuesto aprobado. Al momento de redactar esta nota aún no se publicaba la base de datos desagregada del PEF 24.

[4] Según el Inegi la tasa de crecimiento de Quintana Roo en 2020 fue de 3.5% el mayor de las 32 entidades.

[5] En el PPEF 2024 no se desagrega geográficamente la asignación de este fondo de las Participaciones, sólo hay información de los recursos entregados en la Cuenta Pública.

Inversión 2024: recorte y militarización

El presente sexenio será recordado por muchas cosas, pero no por el impulso a la inversión pública. O al menos no a la inversión no militarizada. De aprobarse el Presupuesto 2024 sin cambios, se habrá destinado, en todo el sexenio, sólo el 16.1% del PIB a inversión, el monto más bajo en los últimos tres gobiernos. Con todo, el verdadero cambio de fondo es que la gestión de recursos de inversión en manos de las Fuerzas Armadas crecerá 8.6 veces, frente al cierre de 2018.

Para 2024 el gasto en inversión física se propone en 888 mmdp, 23% (264 mmdp) menor al aprobado para 2023. Como porcentaje del PIB representaría sólo el 2.6%, el valor más bajo del sexenio después de 2019, y respecto del gasto total del Sector Público representaría el 9.9%, el segundo menor porcentaje registrado, desde 2000.

Y así se habrán destinado 5.5 billones de pesos en inversión física a lo largo del sexenio, lo que equivale a 16.1 puntos del PIB, inferiores a los 22.7 puntos del PIB (6.1 billones) de Calderón o 21.4 puntos (6.5 billones) con Peña.

Sin embargo, como decimos el hito en el sexenio será la militarización de la inversión pública: en 2018 los entes militares (Sedena y Semar) ejecutaron sólo el 3% (20.2 mmdp) de este gasto, pero en 2024 concentrarían el 20% (174.7 mmdp) de los recursos, sin consideramos a la Guardia Nacional como un ente militar.

Si observamos el destino del gasto, descubrimos que frente al promedio del sexenio pasado 14 de 24 funciones de inversión recibirán menos recursos en 2024. Destaca un recorte de 95% (2.6 mmdp) en Ciencia y de 54% (5.2 mmdp) en Protección Ambiental. Sólo sobresale Transporte, con un aumento de 61% (70 mmdp), a causa de una mayor inversión en ferrocarriles.

Por entidad, Yucatán recibirá el mayor aumento de inversión, con 231% (90.7 mmdp) por arriba de los recibido en 2023 (sí, el Tren Maya) y el que tendrá la mayor caída será Campeche, con 73% por debajo (172.3 mmdp), a causa de una menor inversión de Pemex. Frente al promedio del sexenio pasado, sólo 10 entidades tendrán un incremento en su inversión federal, y el resto tendrá recortes.

Aquí, un balance anticipado del gasto de inversión en el sexenio.

Inversión al cierre del sexenio

El sexenio de López Obrador terminará con el segundo mayor recorte anual a la inversión desde 2000. Frente a 2023, el proyecto de inversión física cae 22.9% (264.7 mmdp). En comparación, el mayor recorte registrado se dio de 2016 a 2017, cuando la inversión cayó 27% (293 mmdp), en el contexto de las medidas de austeridad.

Los recortes a la inversión pública al cierre del sexenio no son comunes, ya que pueden desacelerar la economía e influir negativamente en los procesos electorales. En el último año del Gobierno de Peña la inversión tuvo un aumento de 3%; con Calderón, en 2012, de 1%; con Fox, en 2006, de 9%, y con Zedillo, en 2000, de 7%. El cambio de tendencia en el actual Gobierno se debe a que la apuesta electoral para 2024 se coloca más bien en los subsidios, como hemos explicado.

Con el recorte anticipado para el siguiente año, el gasto de inversión física representará apenas el 2.6% del PIB, el valor más bajo del sexenio, sólo superado por el 2.2% de 2019, y al mismo nivel del 2.6% de 2021. De esta forma, sólo en 2022 el presente Gobierno habrá logrado realizar un gasto de inversión física superior al 3% del PIB, con 3.2 puntos. Con Peña, esta “hazaña” se logró de 2013 a 2016, y con Calderón de 2009 a 2012.

No se trata sólo de que el gasto de inversión se mantendrá bajo: también tendrá menor prioridad fiscalmente. Por un lado, el gasto total crecerá 7.8% (652 mmdp) de 2023 para 2024 a causa de un mayor gasto en subsidios, costo de la deuda y pago de pensiones, como lo explicamos en la nota del marco macroeconómico 2024.  Por el otro, sin embargo, se recortará la inversión en 22.9%. Como resultado, la inversión física representará sólo el 9.9% del gasto total, la segunda menor proporción registrada desde 2000.



Y encima de todo esto, el gasto de inversión propuesto para 2024 bien podría quedarse corto, como ha sucedido tradicionalmente en el sexenio. De 2019 a 2022, el gasto de inversión se ha subejercido en 3.3% (26.5 mmdp) en promedio, mientras que en el sexenio pasado hubo un subejercicio de sólo 0.3% (5.2 mmdp) en promedio.

¿Podría un monto de inversión ta reducido limitar las posibilidades de subejercicios en 2024? No necesariamente: en 2019 la inversión aprobada fue de 865 mmdp –menor a lo proyectado para 2024–, y el subejercicio alcanzó el 16% (136 mmdp). Entonces, el recorte del gasto se atribuyó al cambio de Gobierno. No obstante, para el cierre del sexenio, podemos manejar la hipótesis de que el Gobierno tendrá ‘incentivos’ extra para subejercer recursos de inversión: la necesidad de limitar el endeudamiento o de incrementar el gasto social.



Lo que parece seguro es que en 2023 también se dejarán ir recursos aprobados para la inversión. Al mes de agosto la inversión física llegó a 585 mmdp, un aumento de 3.7% (20 mmdp) frente al mismo periodo de 2022. Sin embargo, registró un avance anual de sólo 52.5%, el peor registrado en una década. Este recorte se debe a que los ingresos presupuestarios han sufrido el peor retraso desde la pandemia, como explicamos en nuestro análisis al segundo trimestre del año.



Ruptura de la regla de oro sexenal

Con el gasto de inversión que se estaría ejerciendo el siguiente año, se confirmaría, además, que el Gobierno se endeuda para pagar gasto corriente, violando con ello el artículo 73 de la Constitución. Veamos: es posible que la deuda contratada en un año ayude, mediante mecanismos financieros, a ejecutar inversión en un siguiente año, lo que permitiría un cumplimiento a mediano plazo del artículo 73. Sin embargo, con el recorte de la inversión al cierre del sexenio, descartamos esta posibilidad. 

La regla de oro fiscal –que la inversión sea mayor que la deuda– se había cumplido, por lo menos, desde el sexenio de Fox hasta el sexenio de Peña Nieto, pues a pesar de que estos gobiernos incurrieron en endeudamiento, el gasto de inversión que realizaron fue mayor. Con Fox la inversión sumó 12.7 puntos del PIB, y el déficit 2.3 puntos; con Calderón, la paridad fue 22.7 contra 9.6 puntos, y con Peña de 21.4 a 14 puntos del PIB, siempre en favor de la inversión. Con AMLO se revertirá la tendencia: el déficit del Sector Público sumará 18.6 puntos del PIB y la inversión 16.1 puntos, al cierre de su Gobierno



Militarización de la inversión

Durante el sexenio, la militarización no ha consistido sólo en una política de seguridad, ya que también se ha involucrado a las fuerzas castrenses en la administración de aduanas, vacunación, distribución de libros gratuitos, entre otras. Sin embargo, en términos presupuestales, la toma de poder más grande que ha alcanzado el Ejército ha sido el desarrollo de infraestructura.

En 2018 los entes militares (Sedena y Semar) ejecutaron sólo el 3% (20.2 mmdp) de la inversión física del Gobierno federal, pero al cierre de 2024 concentrarán el 17% (156.7 mmdp). Este cambio se debe a que para el siguiente año Defensa se hará cargo oficialmente del Tren Maya, y la Marina del Corredor del Istmo de Tehuantepec.

Además, si consideramos a la Guardia Nacional (oficialmente dentro de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana) como un ente militar, la inversión militarizada llegará al 20% (174.7 mmdp), 8.6 veces mayor a la observada al cierre del sexenio pasado. Esto sin considerar que en algunas obras indexadas a Pemex (Dos Bocas) o Hacienda (Bancos del Bienestar) también participa el Ejército.

Los perdedores, evidentemente, han sido los entes civiles. Se destaca la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transporte, que pasó de ejecutar el 12% (85.6 mmdp) de los proyectos de obra pública en 2018 a hacerlo sólo en el 7% (63.6 mmdp) el próximo año.



Frente a 2023, los mayores cambios en la ejecución de la inversión se darán en Pemex y la Sedena. El primero sufrirá un recorte de 51% (236 mmdp), y contará con sólo 222.9 mmdp en 2024, el menor monto desde 2009. Por su parte, la Sedena ejercerá 126.7 mmdp de inversión, 1,144% (117.3 mmdp) más que en 2023, ya que la construcción del Tren Maya estará ahora oficialmente bajo su cargo. La Secretaría de Turismo, responsable anterior de la obra, perderá el 99.9% de sus recursos de inversión y sólo contará con 150 mdp para el siguiente año.

Otro incremento destacable es el de la Marina: sus recursos de inversión llegarán a 29.1 mmdp, 541% (24.6 mmdp) más que en 2023, debido a que estará ahora encargada de la construcción del Corredor del Istmo de Tehuantepec. Anteriormente, la construcción de este proyecto se clasificaba en el Ramo 47 de Entidades no Sectorizadas.



Cambio en el destino de la inversión

El recorte de la inversión física en 2024 impactará prácticamente en todos los sectores económicos, con recortes o estancamiento de su presupuesto. Frente a 2023, sólo un sector tendrá avances considerables, y respecto del promedio del sexenio pasado el sector de transporte seguirá siendo el más beneficiado.

El sector de mayor crecimiento en 2024 frente a este año será el de Asuntos Económicos, Comerciales y Laborales en General, con 17.1 mmdp, un aumento de 140% (9.9) mmdp. En esta función se clasifica el proyecto del Istmo de Tehuantepec. La mayor parte de este proyecto no se clasifica en la función de Transporte, pues además del desarrollo ferroviario, el corredor busca convertirse en una plataforma logística y de manufactura a través del fomento de parques industriales. De hecho, el sector Transporte tendrá una reducción de 13% (28 mmdp) respecto de 2023 para colocarse en 187 mmdp, principalmente por menores recursos para el Tren Maya.

Por otro lado, la función con el mayor recorte será la de Combustible y Energía, la cual contará con 277.2 mmdp, 46% (235 mmdp) menos que en 2023. Como hemos explicado, el recorte se da principalmente en Pemex, ya que la CFE tendrá un ligero crecimiento del 2% (1.1 mmdp). Estos cambios provocarán que para 2024 la inversión en Combustibles y Energía concentren sólo el 31% del total de la inversión, la menor proporción en una década.



Frente al promedio del sexenio pasado, los cambios en las prioridades de inversión son más notorios. Para el siguiente año, 14 de 24 funciones de inversión recibirán menos, y sólo tres sectores tendrán incrementos considerables.

Dos sectores prácticamente han desaparecido del mapa de la inversión: Ciencia, Tecnología e Innovación tendrá en 2024 un recorte de 95% (2.6 mmdp) frente al promedio del sexenio pasado, mientras que Asuntos Financieros y Hacendarios caerá 99% (12.2 mmdp). Los recursos de este último sector provenían del Ramo 23, el cual fue cuestionado por su falta de gobernanza; con todo, eran recursos que engrosaban el gasto federalizado de las entidades. Otro sector abandonado será el de Protección Ambiental, el cual logró un gasto promedio en el sexenio pasado de 9.7 mmdp, pero que en 2024 sufrirá un recorte de 54% (5.2 mmdp)

Por su parte, hay dos funciones que en 2024 tendrán muchos más recursos en comparación con lo visto en el sexenio pasado. Se trata de Vivienda y Servicios a la Comunidad, con un aumento de 22% (46 mmdp). En este sector se clasifican las Aportaciones Federales, es decir, su incremento se debe más bien a las fórmulas de la Ley de Coordinación Fiscal y no a una decisión del Gobierno federal.

Asimismo, habrá un gran incremento en el sector de Transporte, el cual llegará en 2024 a 187 mmdp, 61% (70 mmdp) más que el promedio del sexenio pasado. Sobra decir que este aumento se da por el proyecto del Tren Maya. 



A pesar del incremento en la función Transporte empujado por el Tren Maya, hay que notar que dentro de este sector otras subfunciones o subsectores han quedado olvidados en el Presupuesto 2024. Por ejemplo, el subsector de Transporte por Carretera será 26% (19 mmdp) menor al del promedio del sexenio pasado; el de Transporte por Agua y Puertos será 100% (3.7 mmdp) inferior, y el de Transporte Aéreo 91% (14.3 mmdp) menor.



Estados ganadores y perdedores

Los cambios en la inversión en los distintos sectores económicos han impactado también en la distribución del gasto de obra pública entre las entidades federativas. Para 2024, sólo 10 entidades recibirán más inversión que en el sexenio pasado, y el resto tendrá recortes.

El mayor recorte para el siguiente año se concentrará en Campeche, que recibirá sólo 63.5 mmdp, 67% (130.4 mmdp) menos frente al promedio de la administración pasada. Este recorte se explica principalmente por el recorte en la inversión en Pemex.

Por otro lado, Ciudad de México recibirá 116 mmdp, 24% (37.7 mmdp) menos que en el promedio del Gobierno pasado, mientras que el Estado de México obtendrá 38.2 mmdp, 45% (30.7 mmdp) menos. Asimismo, Jalisco recibirá 16 mmdp, 30% (6.8 mmdp) menos, y Veracruz 39.7 mmdp, 50% (39.9 mmdp) menos. En otras palabras, las cuatro entidades con mayor población serán castigadas con menores recursos el siguiente año.

Por el contrario, Yucatán tendrá 130 mmdp de inversión física federal, 1,507% (122 mmdp) más que el promedio recibido durante el Gobierno de Peña Nieto, y Oaxaca, 42.8 mmdp, 102% (21.6 mmdp) más. La inversión de estos estados ha sido impulsada por las obras prioritarias del Tren Maya y del Corredor del Istmo de Tehuantepec. Cabe apuntar que estos estados no se destacan por ser los más poblados del país, aunque sí por su nivel de marginación.

Parecería que existe una clara estrategia de desarrollar el sur del país por encima del centro o del norte; no obstante, en 2024 la inversión en Chiapas será de 34.2 mmdp, 5% (1.6 mmdp) menor que el promedio del sexenio pasado, y la de Quintana Roo será de 5 mmdp, 1% (35 mdp) menor.

Con estos datos, no parece del todo conducente afirmar que las decisiones de inversión en 2024 busquen el desarrollo del sur del país en general. Las obras prioritarias, más bien, se han concentrado en algunos estados del sur de la República. Sin duda, es posible que el gasto en estos estados pueda detonar el crecimiento económico de toda la región, pero ¿cuál ha sido el costo de oportunidad de tratar de impulsar al sur del país? Mermar el gasto en obra pública de los estados más poblados.



Finalmente, hay que notar que en 2024 el 15% del total de la inversión física se localizará en Yucatán, la mayor proporción registrada, mientras que Campeche tendrá el 7%, su menor nivel registrado. El resto de las entidades mantendrá un nivel similar que en 2023.



La gestión de los entes militares

La mayor participación de los mandos castrenses no ha significado una mejora en la eficiencia de la ejecución de obras públicas. Basta apuntar que el plan para 2024 es inyectar 120 mmdp para terminar el Tren Maya. Con este presupuesto, el costo total de la obra llegaría a 511 mmdp, lo que representa un sobrecosto de 164% (317 mmdp) respecto del costo inicial, programado en 193 mmdp. 

Por otro lado, al Corredor Interurbano Istmo de Tehuantepec se le está asignando 20.8 mmdp, lo que representa el mayor presupuesto para esta obra desde su inicio en 2020, con un crecimiento real de 193% en su presupuesto respecto de 2023, lo que equivale a 13.7 mmdp. Con este presupuesto el costo a 2024 del Istmo ascenderá a 33 mmdp, y sin tener certeza de que la obra terminará a finales de ese año. 

Al cierre del sexenio pasado, el desarrollo de inversión física carecía de una planeación de largo plazo y transparencia que favorecieran el desarrollo eficiente de obra pública. En el cierre de éste no sólo se mantendrá tal problema, sino que se añadirán otros dos: la opacidad con la que los militares ejecutan obra y una estructura fiscal menos proclive a la inversión. Revertir esto será uno de los principales retos a partir de 2025. 

Uno de los argumentos principales para ‘militarizar’ el ejercicio de los recursos públicos para la construcción de obras prioritarias ha sido la búsqueda de una mayor eficiencia en su uso. Sin embargo, los datos muestran que en las dos principales construcciones de este Gobierno se siguen observando mayores costos respecto de lo presupuestado originalmente, a lo que se suma un aumento en la opacidad de la información, pues la construcción de estas obras se clasifica como secreto de seguridad nacional.

Empecemos analizando el caso de la construcción del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA). No debemos olvidar que esta obra representó la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM). Entre los principales motivos de su cancelación se encuentran los sobrecostos que se estaban presentando para la culminación de la primera etapa de la obra.

Para evitar sobrecostos en la construcción del AIFA, el Gobierno decidió otorgarle la construcción de la obra a la Sedena, quien en 2019 presentó un proyecto con un costo estimado de 96 mmdp, actualizado a precios de 2024. Para el siguiente año, el gobierno presupuestó 92 mmdp para comenzar con la remodelación de la base militar Santa Lucía y la construcción del nuevo aeropuerto. 

Sin embargo, ya para 2022 el AIFA había requerido 158 mmdp, lo que representó un sobrecosto de 62.4 mmdp o 62% respecto al costo inicial, esto sin considerar el costo de cancelación del NAICM, el cual, según la Auditoría Superior de la Federación (ASF)[1], asciende a 113 mmdp. Si consideramos estos costos de cancelación, entonces el costo real por la construcción del AIFA asciende a 305 mmdp: un sobrecosto de 218%,o 209 mmdp. 



Esta historia se repite con el caso de la construcción del Tren Maya, obra que también se encuentra a cargo de la Sedena. Se proyectó que el costo final ascendería a 193 mmdp, actualizado a precios de 2024. Sin embargo, tan sólo para 2024 se está proponiendo un presupuesto de 120 mmdp, con lo que al final de sexenio el costo de la obra ascendería a 511 mmdp: un sobrecosto de 164%, equivalente a 317 mmdp. Además, hay que mencionar que no es posible saber cuál es el estado actual de la obra y, por lo tanto, si requerirá mayor presupuesto o si podremos ver la obra concluida en el siguiente año. 

Por último, está la obra del Corredor Interurbano Istmo de Tehuantepec, que consiste en un ferrocarril para mercancías, un tren para pasajeros y un gasoducto. En 2020, su construcción comenzó con un presupuesto de 1.31 mmdp y, para 2024, se están proponiendo 20.8 mmdp, lo que representa un crecimiento de 192% o 13.6 mmdp respecto del presupuesto de 2023. 



Desarticulación de las APP

Entre los mecanismos para ‘compensar’ por la proverbial baja inversión en infraestructura por parte del Sector Público se destaca la inversión mediante asociaciones público-privadas (APP). Un esquema que, sin embargo, se ha desaprovechado, pues para 2024, por segundo año consecutivo, no se reportan nuevas inversiones. 

En términos generales, las APP comprenden todas las formas bajo las cuales el Sector Público y el privado combinan sus recursos, técnicas y conocimiento para satisfacer necesidades públicas de la mejor manera posible, mediante la compartición de responsabilidades, riesgos y beneficios. En 2012 el Gobierno federal buscó impulsar el esquema con la publicación de la Ley de Asociaciones Público-Privadas (LAPP), y en 2014 se anunciaron los primeros proyectos de inversión, aunque sin desembolso de recursos. 

En 2016 el sector privado comenzó a invertir en infraestructura pública mediante APP, con un monto inicial de 200 millones de pesos, como preinversión para la conservación de ciertos tramos de la red federal de carreteras. A partir de ese año se verificó un crecimiento exponencial en las inversiones privadas bajo este esquema, de tal manera que para 2019 había crecido a 17.2 mmdp, lo que representa un crecimiento de más de 1,000%, en términos reales, frente al primer monto de inversión desembolsado en 2016. 

¡Ojo! Esto no quiere decir que al arranque del presente sexenio el sector privado se animara a invertir más en APP. De hecho, la realidad es todo lo contrario: las inversiones que se llevaron a cabo en 2019 correspondieron a proyectos que se habían celebrado en el sexenio anterior. Es más: en el primer presupuesto público del Gobierno de AMLO no se propuso ningún nuevo proyecto bajo la modalidad de APP, lo cual se ve reflejado en la caída de la inversión privada en 2020: -39.7% (6.9 mmdp) en términos reales frente a 2019.

En efecto, con el arranque del actual sexenio se frenó contundentemente el financiamiento de proyectos de inversión mediante APP. Y es que para 2022 la inversión anual del sector privado bajo este esquema cayó 96.0% (16.7 mmdp) en términos reales, frente al máximo logrado durante el sexenio anterior. Para 2023 y 2024 no se tienen inversiones nuevas asignadas por el sector privado para algún proyecto APP.



La otra cara de las APP tiene que ver con el hecho de que su desarrollo generalmente implica el pago de contraprestaciones a los desarrolladores privados. Existen cuatro tipos de APP según la distribución de riesgo entre el Sector Público y privado: 1. las APP puras, en las que la inversión proviene en 100% de recursos privados, y la recuperación del capital es con cargo a pagos del Gobierno; 2. las APP autofinanciables, en las que la inversión también es 100% privada, pero la recuperación del capital se hace mediante cuotas o tarifas a los usuarios; 3. las APP de recuperación de la inversión combinada, en las que el 100% de la inversión es privada, y la recuperación del capital es mediante pagos del Gobierno y cuotas a usuarios, y 4. las APP de inversión combinada, en las que el sector privado y público invierten para el desarrollo de la infraestructura y la recuperación del capital privado se hace con cuotas a los usuarios y/o pagos del Gobierno. 

La mayoría de las inversiones por APP en México han sido puras, es decir, su desarrollo se dio a costa de comprometer pagos futuros del Gobierno. En 2017, un año después de las primeras inversiones privadas, se registraron los primeros pagos por contraprestaciones, por 500 millones de pesos, por la mencionada APP de conservación de la red federal de carreteras. A partir de ese año, comenzaron a incrementarse de manera importante los pagos por la contraprestación de servicios. Para 2019, se dio un incremento real de 3.3 mmdp (660%) respecto a 2017. 

Este incremento se debe a la forma particular en que se han financiado las APP: el sector privado desembolsa en un primer inicio todos los recursos y, posteriormente, una vez que se termina el proyecto el Gobierno comienza a pagar la contraprestación de servicios. 

Para 2024 se espera que el pago de contraprestación de servicios ascienda a 14.7 mmdp, lo cual representa un crecimiento real de 12.8 mmdp (674%) frente a lo pagado en 2018. Hay que notar que la SHCP clasifica este gasto como una inversión en la Exposición de Motivos del Paquete Económico. No obstante, en términos técnicos este pago representa más bien la liquidación de una deuda, pues se trata de obligaciones contraídas en el pasado. 

Dicho lo anterior, aclaramos que de ninguna manera estamos en contra del uso de APP para impulsar la inversión. Lo que decimos, más bien, es que es necesario que haya claridad al respecto de los pagos que se realizan, y hay que notar que legalmente el artículo 36 de la Ley de Asociaciones Público Privadas (LAPP) establece que el monto máximo que se puede destinar para el pago de contraprestación de servicios de APP es del 1% del gasto programable aprobado un año anterior, que para 2024 representa 60 mmdp. Si en 2024 se pagarán 14.7 mmdp, eso significa que sólo se está utilizando el 14.5% del potencial de contratación, lo que deja un margen de 45.4 mmdp que podrían ser utilizados para el pago de contraprestaciones. Es decir, se podrían generar más inversiones privadas a cambio de pagos futuros.

En realidad, pensamos que la promoción de la inversión público-privada debería utilizar el modelo de APP combinadas, en el que el Gobierno y el sector privado invierten en conjunto. Esto permitiría distribuir mejor el riesgo de inversión y hacer más atractivo el esquema. Además, se limitaría el monto de contraprestaciones a pagar en el futuro.



[1] Fuente: ASF (2021). Costo del esquema de financiamiento, construcción y terminación anticipada de contratos del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) al 31 de diciembre de 2019. Recuperado de:https://www.asf.gob.mx/uploads/5210_NAICM/NAICM.pdf

Tormenta fiscal: sin Fonden ni ingresos

Tres años después de la desaparición del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), queda de manifiesto el gran error que fue eliminarlo. Los recursos restantes para atender las consecuencias desastrosas de fenómenos naturales en 2023, con todo y el bono y seguro catastróficos, difícilmente alcanzarán para reconstruir Acapulco y zonas aledañas tras el huracán Otis. El retraso de los ingresos a lo largo de este año plantea un nudo tremendo: es imperante amparar a las personas afectadas… ¿Cómo hacerlo? ¿Se tendrán que recortar otros gastos?

En los últimos 20 años, los huracanes más potentes en México dejaron daños de entre 32 y 43.4 mmdp, según la Comisión Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred)[1]. Si del huracán Otis se desprende un costo similar, los 7.5 mmdp restantes en 2023 para desastres de este tipo y los 13.7 mmdp que podrían recibirse de bonos y seguros[2] serán insuficientes.

Los recursos de 2023 no alcanzarán, y más: se heredará la presión financiera al siguiente año. Para 2024 se proyectan en el Presupuesto 17.9 mmdp para atender emergencias derivadas de fenómenos naturales, los cuales se tendrían que gastar en su totalidad para reconstruir Guerrero (con el riesgo incluso de ser insuficientes). La consecuencia: careceríamos de recursos para atender otros fenómenos potenciales el siguiente año.

Es inevitable pensar en lo que hubiera pasado de no desaparecer el Fonden. Estimamos que el Fondo habría contado con 36 mmdp en 2023, el doble de lo que la SHCP aprobó para atención de desastres este año. Y si se hubieran mantenido las reglas de asignación de recursos para desastres, el saldo del Fondo y los recursos presupuestarios al tercer trimestre llegarían a 72.1 mmdp, cuatro veces más de lo aprobado en 2023. Con esta ‘bolsa’, más los recursos aprobados en 2023 y los seguros financieros, se habría contado con hasta 85.9 mmdp para atender la emergencia.

Pero la realidad es otra: sin el Fonden el Gobierno está en la disyuntiva de incrementar el presupuesto aprobado para este tipo de fenómenos, con el costo de hacer recortes en otras áreas. El problema es que al tercer trimestre del año los ingresos del Gobierno federal van 4.4% (178 mmdp) por debajo de la meta, el peor retraso en 20 años, lo que ya ha provocado recortes en 26 dependencias, así como en las Participaciones Federales y Ramos Generales. En otras palabras: el huracán Otis, la desaparición del Fonden y el retraso en los ingresos son la tormenta fiscal perfecta.

Les contamos los detalles de la historia de un desastre que no era prevenible, pero sí previsible.


 


Retroceso institucional

La fuerza de un huracán como Otis es ineludible, pero contar con los recursos para hacer frente a lo dejado por su estela era perfectamente posible. Por más de 20 años, de 1999 al cierre de 2020, el Gobierno federal contó con un mecanismo de ahorro para atender las consecuencias catastróficas de fenómenos naturales: el Fondo de Desastres Naturales (Fonden). En noviembre de 2020 se decretó su eliminación y, aunque a la fecha sigue en proceso de extinción, ya no es operativo.

La virtud institucional del Fonden es que tenía reglas que favorecían su capitalización año con año. En la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (LFPRH), en su artículo 37[3], se estipulaba que el Gobierno aportara al Fondo por lo menos el 0.4% del gasto programable. Antes del establecimiento de esta disposición, en 2015, no se habían logrado aportaciones en esa medida (en 2009, 2012, 2013 y 2014, queremos decir). No obstante, de 2015 a 2018 sí se cumplió la regla, e incluso hubo años en que se aportaron más recursos de los obligados; así, de 2008 a 2018 se aportó, en promedio, el 0.5% del gasto programable.

Junto con el Fonden se fue su regla de capitalización, sin que se creara una nueva norma que estableciera un piso mínimo para el presupuesto en atención a desastres. Mientras que en 2020 se aportó al Fondo el 0.6% del gasto programable, en 2021 y 2022 sólo se gastó el 0.2% en atención a desastres, en 2023 se aprobó el 0.3% y para 2024 se proyecta sólo el 0.3% del gasto programable. De aprobarse el Proyecto de Egresos 2024 sin cambios, el gasto promedio sexenal en atención a desastres será de sólo 0.3% del gasto programable: un claro deterioro institucional.

En 2021 y 2022 se gastaron en atención a este tipo de fenómenos naturales 16.6 mmdp y 8.2 mmdp, respectivamente. Sin embargo, de haberse mantenido la regla de la LFPRH, se habrían tenido que gastar (o habrían tenido que ‘entrar’) 4.3 mmdp adicionales en 2021, y 13.9 mmdp más en 2022. Para 2023 se tendrían que haber presupuestado 23.7 mmdp, y no los 17.1 mmdp aprobados, y para 2024 ‘corresponderían’ 25.8 mmdp, pero se proponen sólo 17.9 mmdp.

Un último punto: si bien el Fonden era nutrido por rendimientos financieros, seguros y bonos catastróficos, el 86% (253 mmdp) de las entradas acumuladas que recibió de 2008 a 2018 fueron aportaciones del Gobierno. Es decir, se trataba de un mecanismo que no dejaba el financiamiento de las emergencias a la suerte.



Los recursos disponibles 

Llegamos a 2023 desprotegidos ante las consecuencias desastrosas de los fenómenos naturales. Para este año se aprobaron sólo 17.3 mmdp en el Ramo 23 para la atención de esta posibilidad, pero el presupuesto modificado a septiembre era de sólo 13.2 mmdp, un recorte de 24% (4.1 mmdp). Este recorte puede deberse a la lenta evolución de los ingresos en lo que va del año, como explicaremos más adelante. De estos recursos, al tercer trimestre de 2023 se han gastado 5.7 mmdp, por lo que quedan 7.5 mmdp de recursos presupuestarios para la atención y reconstrucción del litoral de Guerrero, luego del huracán Otis.

Asimismo, la Secretaría de Hacienda tiene contratada una póliza de seguro para catástrofes con una suma asegurada de 5 mmdp, y un bono para catástrofes que ofrece una cobertura de hasta 485 millones de dólares[4]. En suma, de estos mecanismos de coberturas financieras se pueden obtener 13.7 mmdp. Si el Gobierno no modifica al alza su presupuesto contra desastres, contaría con sólo 21.2 mmdp entre recursos presupuestarios y coberturas, lo cual es insuficiente, como expondremos más adelante.

Esto es lo que provocó el fin del Fonden: al cierre de 2020, antes de ejecutarse el decreto de extinción, el Fondo contaba con 33 mmdp (reales de 2023), pero una vez iniciado el proceso de eliminación, el Gobierno federal retiró 32 mmdp, dejando sólo recursos para el proceso de extinción. De haberse mantenido el fideicomiso, en 2023 el Fonden contaría con 36 mmdp ahorrados pues se habrían generado ahorros pues sus salidas (gasto en atención a desastres naturales) habrían sido inferiores a sus entradas (presupuesto corriente aprobado en el Ramo 23). Si bien en 2021[5] se gastó exactamente lo aprobado y no se habrían generado ahorros,  en 2022 se habrían obtenido 1.3 mmdp[6] por subejercicios de recursos.  Además, se habrían sumado  1.4 mmdp[7] de rendimientos financieros entre 2021 y 2023. En total, con los recursos aprobados para 2023, el Fonden y  las coberturas financieras, los recursos habrían llegado a 57.3 mmdp. 

Y más: de no haberse modificado a la baja el presupuesto 2023, se contaría con 11.6 mmdp, más los seguros financieros potenciales (13.7 mmdp) y los recursos que se podrían haber tenido del Fonden (36 mmdp), los recursos disponibles para atender la emergencia por el huracán Otis llegarían hasta 61.4 mmdp, el triple de lo disponible actualmente.

La disponibilidad incluso podría haber sido mayor si lo estipulado en la LFPRH –destinar el 0.4% del gasto programable a la atención de estas emergencias– estuviera vigente. En 2021 y 2022 se habrían tenido que presupuestar 20.9 mmdp y 22.1 mmdp, respectivamente. Ya que en 2021 se gastaron sólo 16.6 mmdp en atención a desastres y 8.2 mmdp en 2022, en esos dos años se habrían ahorrado 18.2 mmdp en el Fondo, por subejercicios. O sea, al cierre de 2022 el Fonden habría contado con 53.7 mmdp.

Asimismo, en 2023 se habrían tenido que presupuestar 23.7 mmdp, en lugar de los 17.3 mmdp. Si descontamos los 5.7 mmdp gastados a septiembre, quedarían 17.9 mmdp para el último trimestre. Como resultado, los recursos acumulados en el Fonden, más el restante de 2023, serían de 72.1 mmdp, cuatro veces más de lo presupuestado oficialmente para este año o 9.6 veces más de los recursos presupuestarios sobrantes de 2023 (7.5 mmdp). Ya con los seguros financieros, se habría contado con hasta 85.9 mmdp para atender la emergencia.



Lo que cuesta atender estos desastres

Dada la magnitud del huracán Otis, los recursos presupuestarios restantes en 2023 y los proyectados para 2024 difícilmente alcanzarán para la reconstrucción de Acapulco y aledaños.

Según datos de la Comisión Nacional de Prevención de Desastres Naturales (Cenapred), los huracanes son de los fenómenos meteorológicos potencialmente más destructivos, y cuyas consecuencias provocan costos más abultados. La Comisión refiere que los mayores desastres, hasta ahora, fueron los provocados por los huracanes Karl y Matthew, que azotaron Veracruz en septiembre de 2010, con sólo 10 días de diferencia, afectando a casi 90 mil viviendas, 129 escuelas, 10 hospitales y nueve mil comercios, con un costo total de 43.4 mmdp (a precios de 2023).

El segundo huracán más devastador fue Wilma, que golpeó la península de Yucatán en 2005, dejando un saldo de 22.7 mil viviendas dañadas, 358 escuelas y 14 hospitales, con un costo de 39.9 mmdp. Le sigue el huracán Alex, en el verano de 2010, que afectó principalmente a Nuevo León y causó daños por 37.8 mmdp.

Más recientemente, en 2013 los huracanes Ingrid y Manuel azotaron las costas de Guerrero, dejando 10.4 mil viviendas, 510 escuelas, 35 hospitales y 12.3 comercios dañados, con un saldo de 36.9 mmdp. Asimismo, en 2014 el huracán Odile afectó a cinco mil viviendas, 923 escuelas, 14 hospitales y 5.9 mil comercios, con un daño por 36.5 mmdp.

De momento se desconoce la magnitud del daño que el huracán Otis dejó en Guerrero. No obstante, se sabe que ha sido el huracán más fuerte que ha tocado tierra en este estado. Si, como hemos visto, el costo de las consecuencias de este fenómeno meteorológico ha oscilado en últimas fechas entre los 36.5 y los 43.4 mmdp, los 7.5 mmdp que le restan al Gobierno para atención a desastres y los seguros financieros (13.7 mmdp) no serán suficientes para amparar en lo inmediato a los afectados y para arrancar la reconstrucción de una ciudad que es el motor económico de Guerrero, con la amplia mayoría de sus edificios destruidos o dañados.

Si bien es cierto los gastos en reconstrucción se realizan en varios años, hay que notar, que ante el potencial costo del huracán Otis, los 17.9 mmdp proyectados para el siguiente año podrían no bastar para encaminar la reanimación de Acapulco. Es necesario un incremento del presupuesto 2024, para atender a Guerrero y a otros fenómenos que pudiesen ocurrir.



La reconstrucción anunciada

El 1 de noviembre de 2023, el Gobierno anunció el Plan General de Reconstrucción y Apoyo a la Población Afectada en Acapulco y Coyuca de Benítez, con un monto estimado de 61.3 mmdp[8]. Este plan consiste principalmente en apoyos directos a la población, exención de pago de impuestos y, en menor medida, de apoyos financieros y reconstrucción de infraestructura.

La principal acción en materia de apoyos directos consiste en pagos de entre 8 mil a 65 mil pesos por vivienda para limpieza y pintura, por un valor estimado de 10.4 mmdp o 17.1% del total. No consideramos este gasto como reconstrucción de infraestructura, sobre todo porque los apoyos de monto reducido difícilmente servirán para reponer estructuras como techos, ventanas o puertas dañados por el huracán. Además, como lo indica la acción, su enfoque va dirigido a limpieza y pintura, lo cual propiamente no es infraestructura.

Otras acciones de apoyos directos son el pago para compra de enseres domésticos dañados por 4 mmdp, otorgamiento de canasta básica a 250 mil familias por 3.2 mmdp, apoyos a locales comerciales (hasta 45 mil pesos por local) con un costo total de 1.9 mmdp y adelanto de distintos programas del Bienestar por un valor de 2.9 mmdp. En suma, los apoyos directos ascienden a 22 mmdp, o 36% del total del monto del Plan General.

En segundo lugar se colocan los apoyos por exención de pago de impuestos y contribuciones a la seguridad social por 19.4 mmdp o 31.7% del total. Destaca la exención de IVA e ISR de octubre a febrero, por 9.1 mmdp (14.9% del total del Plan) y la prórroga del pago al IMSS, Infonavit y Fovissste por 9 mmdp, o 14.7% del total. Asimismo, se condonará el pago de luz a la CFE con un costo de 1.3 mmdp o 2.2% del total.

En materia de reconstrucción, sólo se anunciaron programas por 12.5 mmdp o 20.5% del total. Serán 10 mmdp (16,3% del total) para la reconstrucción de infraestructura urbana: líneas redistribución de agua, drenaje, arreglo de calles, alumbrado, hospitales, escuelas, dos aeropuertos y otros servicios. Además, 218 mdp para rehabilitar la autopista Acapulco-Chilpancingo, y 2.3 mmdp para reparación de infraestructura de la CFE.

¡Ojo! Los 12.5 mmdp anunciados para reconstrucción son menores que los 21.2 mmdp que se podrían acabar dedicando (7.5 mmdp restantes del Presupuesto 2023 y los 13.7 mmdp que potencialmente se recibirán por bonos y seguros), lo que podría significar que una buena parte de los recursos disponibles para atención de desastres y coberturas de riesgo terminen más bien financiando los otros tipos de apoyo, provocando que se mantenga la baja prioridad en las acciones de reconstrucción que se han observado desde la desaparición del Fonden. Queda por verse si en los siguientes días se hacen nuevos anuncios de reconstrucción.

Finalmente, como apoyos financieros se prevén 7.2 mmdp (11.8% del total) para el pago de la mitad de intereses por créditos de la banca comercial a hoteles, con un costo de 5 mmdp; créditos sin intereses de Nafin por 1.7 mmdp, y créditos a la palabra por 500 mdp.

Si bien era indispensable y ugente el lanzamiento de un plan integral, identificamos deficiencias o indeterminaciones, en cuatro aspectos: 1. no queda claro cuánto de los recursos anunciados son adicionales o son reasignaciones de programas que estaban planeados gastarse en otros estados; 2. no hay un anuncio de cómo se compensarán las renuncias recaudatorias por aplazar contribuciones a la seguridad social o postergar el pago impuestos; 3. la inversión en infraestructura parece insuficiente, si se consideran los costos que han provocado otros huracanes de magnitud incluso menor (y, encima, no se especifica de dónde provendrán esos recursos); 4. no existe una clara estrategia para apoyar en el copago de seguros por parte de los negocios.

De lo anterior se desprende la observación de cuatro riesgos inminentes: 1. que los apoyos a través de programas sociales se den a costa de reasignar recursos que se pensaban gastar en otros estados; 2. que entidades como IMSS, ISSSTE y CFE tengan pérdidas o tengan que hacer recortes en sus programas (y que haya más recortes en otras áreas del gasto, al limitarse los ingresos tributarios). 3. que gran parte de las necesidades de reconstrucción sean tan grandes que el Gobierno federal claudique y cargue la responsabilidad al Gobierno estatal y al sector privado. Hay que recordar que a inicios de octubre el Presidente López Obrador mandó una iniciativa[9] a la Cámara de Diputados, para obligar a las entidades a prever sus propios fondos y seguros para la reconstrucción de desastres; 4. que los hoteles y negocios no puedan cobrar sus seguros por falta de recursos para pagar deducibles.



La reconstrucción olvidada

Detengámonos en un riesgo particularmente crítico. La experiencia de los últimos dos años nos dice la reconstrucción de infraestructura, en general, ha sido relegada. Como identificamos en artículos anteriores, luego de la desaparición del Fonden los recursos presupuestados para la atención de este tipo de desastres se han utilizado en mayor medida para programas de atención directa (con posibles fines clientelares), en detrimento de las acciones de reconstrucción. De 2013 a 2020, el 76% de las erogaciones del Fonden fueron destinados al levantamiento de infraestructura, pero en 2021 y 2022 sólo se dedicó a este fin el 28% de los gastos clasificados como atención a las consecuencias desastrosas de fenómenos naturales.

El desglose por destino específico del gasto del Fonden comenzó en 2013. De esta forma, podemos saber que en 2013 se destinaron 32 mmdp para obras de reconstrucción tras fenómenos ocurridos ese año y en periodos anteriores. Por ejemplo, se destinaron recursos para la reconstrucción en Veracruz por el huracán Matthew, así como recursos en Oaxaca y Guerrero por los huracanes Ingrid y Manuel.

No obstante, 2014 fue el año con el mayor gasto en reconstrucción con recursos provenientes del Fonden, con un monto de 40.7 mmdp. Se dio tanto para obras de reconstrucción del huracán Odile de 2014 como para fenómenos pasados como los huracanes Manuel, Ingrid, Bárbara y Raymond de 2013, entre otros.

Ya para 2022 el gasto en reconstrucción fue de sólo 3.4 mmdp, 87% (23.7 mmdp) por debajo del promedio del sexenio pasado. Con la desaparición del Fonden se perdió también la profundidad en los informes del gasto en reconstrucción. Sólo se sabe que los recursos fueron destinados a atender obras dañadas por eventos sucedidos entre 2020 a 2022.

En lo que resta de 2023, es posible que se anuncien otros programas de reconstrucción, pero dependerán de la disponibilidad presupuestaria. Según los nuevos lineamientos de operación para atender daños por fenómenos naturales[10], las dependencias o entidades deben pedir por escrito a la SHCP recursos para los programas de reconstrucción. En caso de no haber suficiencia presupuestaria, la autorización quedará sujeta a futuras previsiones de recursos. Debido a la escasez de recursos este año, lo más probable que sólo se anuncien nuevas obras de reconstrucción de 2024 hacia adelante.



Presión de los ingresos

El desastre tras el huracán Otis llega en el peor momento para las finanzas públicas: los ingresos del Gobierno federal registran a noviembre su peor retraso en décadas y no hay un fondo para contingencias.

Los ingresos del Sector Público se pueden dividir en dos categorías principales: 1. los ingresos totales, incluyen los ingresos petroleros tanto de Pemex como del Gobierno federal; los ingresos tributarios; los ingresos no tributarios no petroleros (NTNP), y los ingresos de empresas y entidades públicas como IMSS, ISSSTE y CFE. 2. los ingresos del Gobierno federal, que incluyen sólo recursos administrados directamente por el Poder Ejecutivo, como los ingresos tributarios, transferencias del Fondo Mexicano del Petróleo (FMP) y los NTNP.

Al mes de septiembre los ingresos totales del Sector Público ascendieron a 5.1 billones de pesos, 2.9% (157.6 mmdp) por debajo de lo calendarizado para el periodo, el segundo peor retraso desde 2020. Por su parte, los ingresos del Gobierno federal fueron de 3.8 billones, 4.4% (178.3 mmdp) menos de lo presupuestado al tercer trimestre, el peor retraso en más de dos décadas, incluso superior al retraso durante la pandemia.

Los ingresos totales presentan un menor retraso respecto de los ingresos del Gobierno federal, debido a que los ingresos de CFE, IMSS e ISSSTE en 2023 van por encima del calendario en 99 mmdp en conjunto, lo que compensa en parte los otros faltantes. Durante la pandemia, en el mismo periodo dichas instituciones tenían un retraso de sus ingresos de 22 mmdp.

Asimismo, los faltantes en la renta petrolera se concentran en mayor medida en los ingresos petroleros del Gobierno, debido a la reducción del Derecho de Utilidad Compartida (DUC) y su postergación. Por ejemplo, en septiembre de 2020, de 370 mmdp faltantes de ingresos petroleros,  el 45% ‘lo asumía’ el Gobierno federal y el 55% Pemex. Para 2023, de 216 mmdp faltantes, el 64% era déficit del Gobierno federal y sólo el 36% de Pemex. La Federación está absorbiendo el mayor golpe de las pérdidas recaudatorias.

Los ingresos tributarios registran un retraso de 3.3% (116 mmdp), el segundo mayor desde la pandemia. Las exenciones del pago de IVA e ISR para apoyar a Guerrero profundizarán este déficit tributario.

Finalmente, los ingresos del Gobierno federal presentan un retraso mayor al de 2020, debido al agotamiento de instrumentos como el Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP) y el Fondo de Estabilización de los Ingresos de las Entidades Federativas (FEIEF). Las transferencias de estos fondos a la Federación se registran como ‘aprovechamientos’, dentro de los ingresos NTNP. En 2020 al 3T el Gobierno recibió 189% (292 mmdp) más de ingresos NTNP frente a lo calendarizado, pero este año ha recibido sólo 42% (76 mmdp) adicionales al programa, lo que ha compensado en menor medida los faltantes.

En suma, el fondeo de acciones de reconstrucción por el huracán Otis deberá provenir de los ingresos del Gobierno federal, los cuales, como hemos visto, están en su peor momento histórico en cuanto a faltantes. 



La falta de ingresos ha provocado agudas medidas de austeridad. De enero a septiembre de 2023, nueve de 10 Ramos Autónomos tienen retraso en su gasto frente al calendario, y también 13 de los 26 Ramos Administrativos.

En monto, los peores subejercicios se ubican en la Secretaría Salud, la cual erogó a septiembre sólo 81.8 mmdp, 32% o 39.5 mmdp por debajo de su programa. Este retraso puede deberse al proceso de eliminación del Insabi y su transición hacia el IMSS-Bienestar.

Asimismo, la Secretaría de Turismo, encargada todavía este año de construir el Tren Maya, ejerció sólo 77.7 mmdp, 39.6% o 50.9 mmdp menos. Esto significa que ante los retrasos en los ingresos se ha reducido el ritmo de construcción de la principal obra de infraestructura de la actual administración. Por su parte, Pemex gastó 437 mmdp, 19% o 101 mmdp menos que el presupuesto aprobado al periodo, lo que se relaciona con menores gastos operativos, pero también con una reducción de 2.4% de su inversión.

Estos datos sirven para evidenciar la grave situación por la que pasan las finanzas públicas en 2023. Ante lo desencadenado por el huracán Otis, el Gobierno no tiene muchas opciones: se verá obligado a agudizar los recortes para disponer de recursos para la atención de la emergencia, limitará el gasto en reconstrucción o pedirá más deuda. Éstas son las consecuencias de no contar con instrumentos como el Fonden.



Recomendaciones

En el corto plazo es necesario garantizar el acceso pronto, eficiente y transparente a los apoyos gubernamentales. Para esto proponemos:

  • Anunciar de manera clara los mecanismos para acceder a los recursos para la reconstrucción, apoyos directos, financieros o postergación de pagos, para dar certidumbre a las personas afectadas por el huracán Otis. Es necesario evitar que estos apoyos se condicionen de manera que puedan ser usados con fines electorales.
  • Se debe especificar en los anexos trimestrales de Hacienda de dónde provendrán los recursos para la atención del desastre (por ejemplo, de los ingresos corrientes, de la partida presupuestaria del Ramo 23 o de coberturas financieras). En caso de hacer reasignaciones de gastos entre programas, se debe aclarar cuáles son los programas que sufrirán reducciones.
  • Es necesario establecer un porcentaje de gasto en infraestructura, respecto del monto total de atención a desastres naturales financiado con recursos del Ramo 23 o de las coberturas de riesgo. Esto limitará el uso discrecional y electoral de los recursos.  Además, se deben precisar los montos, sectores económicos y obras específicas que reciban apoyo en los informes trimestrales de Hacienda.
  • El Gobierno debe instalar un programa de copago de pólizas de seguros, para facilitar que las personas y negocios afectados puedan hacer válido el cobro de sus seguros financieros y acelerar la reconstrucción de Acapulco y Coyuca de Benítez.

A mediano plazo es necesario contar con mecanismos de previsión para hacer frente a las consecuencias de fenómenos meteorológicos sin el riesgo de tener que recortar otros programas. Para esto proponemos:

  • Instalar un mecanismo de ahorro para atender estos fenómenos, gracias al cual año con año se vayan acumulando recursos. Se deberá determinar un saldo mínimo anual. En caso de que un Gobierno utilice los recursos para atender estas contingencias, deberá incrementar sus aportaciones al Fondo para recapitalizarse en el corto plazo.
  • Restablecer la normativa en la LFPRH para capitalizar año con año los fondos contra desastres por un mínimo de 0.4% del gasto programable.

Anexo


Fonden vs. Programa para la Atención de Emergencias por Amenazas Naturales

Mecanismo anteriorMecanismo actual
El Fondo de Desastres Naturales es un mecanismo que permitía dar acceso a los recursos para atender los daños sufridos por un fenómeno naturales perturbador. Tenía por objeto dar acceso a los recursos del Fondo de Desastres Naturales. Se integraba por los siguientes instrumentos: Fondo Revolvente Fonden: proporcionar suministros de auxilio y asistencia ante situaciones de emergencia y de desastre, para responder de manera inmediata y oportuna a las necesidades urgentes para la protección de la vida y la salud de la población, generadas ante la inminencia, la alta probabilidad u ocurrencia de un fenómeno natural perturbador.Programa Fondo de Desastres Naturales del Ramo General 23 «Provisiones Salariales y Económicas» del Presupuesto de Egresos de la Federación de cada ejercicio fiscal.Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales.Los recursos del Programa para la Atención de Emergencias por Amenazas Naturales se proporcionan de manera complementaria y coordinada con las entidades federativas, y las entidades y dependencias federales que intervengan en los procesos de atención de las emergencias, cuando haya mediado una Declaratoria de Emergencia. Con la declaratoria, la Coordinación Nacional de Protección Civil podrá autorizar la adquisición de insumos con el fin de responder de forma inmediata a las necesidades urgentes para la protección de la vida y la salud de las personas.   Los insumos y servicios proporcionados dependerán del presupuesto asignado para cada Ejercicio Fiscal.
Las dependencias federales podían solicitar apoyos del Fonden cuando los recursos de sus programas se encontraban ejercidos en su totalidad o resulten insuficientes.  La CNPC debe gestionar ante la SHCP la disponibilidad o suficiencia presupuestal, misma que deberá ir actualizando durante el ejercicio para poder garantizar el suministro de insumos y acceso a servicios que se requieran ante las Declaratorias de Emergencia. Cuando los recursos del Programa se encuentren ejercidos o devengados en su totalidad o cuando resulten insuficientes para la atención de las Declaratorias de Emergencia, la CNPC deberá gestionar ante la SHCP las ampliaciones presupuestarias.
Las dependencias y entidades federales, así como las entidades federativas, podían solicitar Apoyos Parciales Inmediatos con cargo al Fonden. Para efectos de fortalecer la capacidad de respuesta inmediata en el proceso de evaluación y cuantificación de daños, las dependencias y entidades federales responsables de cada sector afectado podían solicitar recursos con cargo al patrimonio del Fideicomiso Fonden.Las dependencias y entidades federales únicamente podrán solicitar recursos con cargo al Programa para los Apoyos Parciales Inmediatos para la atención de Fenómenos Naturales Perturbadores que se encuentren corroborados por la Instancia Técnica Facultada correspondiente y que cuenten con la Declaratoria de Desastre Natural respectiva. El otorgamiento de los recursos estará sujeto a la disponibilidad presupuestaria del Programa.
La reconstrucción de la infraestructura federal estaba a cargo de la dependencia o entidad federal correspondiente y los recursos para atender la misma eran otorgados en su totalidad por el Fonden. La SHCP analizaba las mejoras y adiciones presentadas por las dependencias y entidades Federales, así como las entidades federativas, para lo cual podrá solicitar la opinión y análisis técnico y determinaba la procedencia de las mismas conforme a las disponibilidades financieras existentes.Mediante el Programa del Ramo General 23 sólo se podrán financiar, de manera total o parcial, programas de reconstrucción que deriven de las obras y acciones que se encuentren previstas en los Diagnóstico de Obras y Acciones Preliminares, los cuales son elaborados por las dependencias y entidades federales.

[1] Comisión Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred). Recuperado de: https://www.cenapred.unam.mx/PublicacionesWebGobMX/buscar_buscaSubcategoria

[2] Secretaría de Hacienda (2023). Nota informativa Programa de Fondo de Desastres Naturales: https://www.gob.mx/shcp/prensa/nota-informativa-349793?idiom=es

[3] En noviembre de 2014 se modificó el Artículo 37 de la LFPRH estableciendo que: En el proyecto de Presupuesto de Egresos deberán incluirse las previsiones para el Fondo para la Prevención de Desastres así como para el Fondo de Desastres, y el Fondo para Atender a la Población Rural Afectada por Contingencias Climatológicas, con el propósito de constituir reservas para, respectivamente, llevar a cabo acciones preventivas o atender oportunamente los daños ocasionados por fenómenos naturales. Las asignaciones en el Presupuesto de Egresos para estos fondos, sumadas a las disponibilidades existentes en las reservas correspondientes, en su conjunto no podrán ser inferiores a una cantidad equivalente al 0.4 por ciento del gasto programable.

[4] Este monto equivale a 8.7 mmdp con un tipo de cambio de 18.1 pesos por dólar

[5] En 2021 el gasto  para atender desastres naturales fue igual presupuestado en el Ramo 23, si no consideramos que ese año se gastaron 5.6 mmdp para el programa de vacunación.

[6] En 2022 se aprobaron 9.5 mmdp para la atención de desastres naturales vía el Ramo 23, pero se gastaron sólo 8.2 mmdp, repartidos en varias secretarías.

[7] Calculado a partir de rendimiento financiero obtenido a principios de 2021, previó a la extinción del fideicomiso.

[8] lopezobrador.org (2023). Gobierno de México invertirá 61 mil 313 millones de pesos en reconstrucción de Acapulco y Coyuca de Benítez; presidente presenta Plan general de apoyo. Recuperado de: https://lopezobrador.org.mx/2023/11/01/gobierno-de-mexico-invertira-61-mil-313-millones-de-pesos-en-reconstruccion-de-acapulco-y-coyuca-de-benitez-presidente-presenta-plan-general-de-apoyo/

[9] El Financiero 2023. AMLO propone que estados pongan de su ‘bolsillo’ para atender desastres naturales. Recuperado de: https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/2023/10/05/amlo-propone-que-estados-pongan-de-su-bolsillo-para-atender-desastres-naturales/

[10] DOF (2021) ACUERDO por el que se emiten los Lineamientos de Operación Específicos para atender los daños desencadenados por fenómenos naturales perturbadores. Disponible en: https://www.dof.gob.mx/nota_detalle_popup.php?codigo=5626531

Recorte histórico en puerta para el Poder Judicial

A pesar de que el Poder Judicial de la Federación (PJF) cuenta con autonomía presupuestaria, la Cámara de Diputados es la instancia que fija de cuántos recursos dispondrá en el año. En las últimas semanas, voces de la mayoría legislativa han amenazado con un recorte de 15 hasta 25 mil millones de pesos (mmdp) a su presupuesto o fideicomisos, una reducción histórica desde cualquier punto de vista, que pondría en serios aprietos a la operación de la impartición de justicia y la implementación de reformas judiciales.

Para 2024, el Consejo de la Judicatura Federal (CJF), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPFJ) y la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), que en conjunto forman el Poder Judicial de la Federación, solicitaron 84.8 mmdp de recursos presupuestarios, 2.7% (2.4 mmdp) menos que en 2018. Esto, que bien se consideraría como una medida autoinflingida de austeridad, podría no ser suficiente, pues se espera un recorte adicional desde el Congreso.

Aún no queda claro si el recorte se hará en el gasto corriente solicitado por el Poder Judicial o si se eliminarán sus fideicomisos. En ambos casos se tendrá un efecto negativo. Si se recorta el gasto corriente, se presionaría el ejercicio del Poder Judicial; si se eliminan los fideicomisos, el PJF tendría que utilizar parte de su gasto corriente para hacer frente a las obligaciones solventadas por los fideicomisos, como el pago de pensiones de trabajadores, lo que, a su vez, ejercería presión.

La evolución presupuestaria del Poder Judicial de la Federación

Como decimos, para 2024 el PJF solicitó 84.8 mmdp, 4% (3.5 mmdp) por arriba de lo aprobado en 2023, pero 2.7% (2.4 mmdp) por debajo de lo pagado en 2018. Sin embargo, si se materializa el recorte de 25 mmdp, como proponen algunos legisladores, su presupuesto sería 31% (27 mmdp) menor al de 2018, o o 19.9% (17.3 mmdp) menor, si el recorte es de 15 mmdp.

Comparemos: durante el sexenio de Peña Nieto, el presupuesto del PJF aumentó 16%; con Calderón, 33%, y con Fox, 69%. Ya sea que le recorten el gasto o que le ‘respeten’ lo solicitado, el sexenio de López Obrador será el primero en tres periodos con una disminución en el presupuesto de este Poder.

Dentro de la estructura del PJF, la mayor disminución (en el presupuesto solicitado) se localiza en el Tribunal Electoral, que ejercería 3.9 mmdp, 23% (1.2 mmdp) menos que en 2018. El Consejo de la Judicatura Federal contaría con 74.8 mmdp, 1.1% (0.9 mmdp) menos que en 2018, mientras que la Suprema Corte tendría 6.1 mmdp, 5.5% (0.4 mmdp) menos, en la misma comparativa.


 


El recorte al TEPJF es preocupante, debido a que 2024 será un año electoral. Los asuntos ingresados a este tribunal se incrementan de forma considerable durante los años de elecciones federales. En 2018, por ejemplo, se ingresaron 18,048 casos, y en 2021 fueron 18,302 casos. De existir más impugnaciones que las vistas en 2018, el tribunal podría ver presionada su operatividad.

De materializarse el recorte adicional de hasta 25 mmdp por parte del Congreso, la mayor proporción seguramente recaería en el Consejo de la Judicatura Federal, que es el órgano con mayor presupuesto dentro del PJF. No obstante, es previsible que una parte del recorte se aplique a la Suprema Corte y al Tribunal Electoral.



Altas y crecientes responsabilidades

El Poder Judicial de la Federación es el encargado de materializar el derecho de acceso a la justicia y de garantizar la protección de los derechos humanos; asimismo, resuelve los conflictos que surgen entre diversos actores públicos del Estado mexicano. En este sentido, los recursos de los que dispone contribuyen a asegurar el cumplimiento de derechos y de la división de poderes.

Los datos arrojan que los juzgados y los tribunales federales son instancias del Consejo de la Judicatura Federal a las que acuden cada vez más ciudadanos e instituciones del Estado. Entre 2010 y 2022, el número de asuntos ingresados a los órganos jurisdiccionales federales tuvo un incremento de 43% (377,607 más asuntos).



Este crecimiento en la atención respondería a diversas circunstancias, y una de ellas puede ser el esfuerzo que hace el propio PJF para ampliar la oferta en cuanto al número de órganos jurisdiccionales del CJF: el Censo Nacional de Impartición de Justicia Federal incluye a los tribunales y juzgados federales dentro de los órganos jurisdiccionales, y desde 2019 también a los centros de justicia penal federal. Estas son las instancias que imparten justicia a nivel federal en los asuntos de materia penal, civil, mercantil, entre otros.



El incremento en el número de órganos jurisdiccionales federales del Consejo de la Judicatura Federal, entre 2010 y 2022, fue del 37% (250 órganos más). Por lo que toca al personal que labora en el CJF, el aumento fue del 52% (16,783 más personas) en ese periodo.

Si extendemos la evidencia sobre el total de asuntos ingresados en los órganos jurisdiccionales de la Suprema Corte, del Tribunal Electoral y del Consejo de la Judicatura por cada cien mil habitantes, observamos que el trabajo de las instituciones impartidoras de justicia a nivel federal ha aumentado.



Mientras que en 2010 ingresaron 778 asuntos por cada 100 mil habitantes para ser resueltos por alguno de los órganos del PJF, en 2022 fueron 990 (27% más). En el mismo periodo, el gasto real del Poder Judicial aumentó 19% (12.6 mmdp).

Ahora, si medimos el presupuesto en términos de casos, en 2022 se tuvo un gasto de 63,391 pesos por cada asunto ingresado en el PJF, el más bajo en la década. De aprobarse el presupuesto solicitado, el gasto por asunto podría alcanzar los 65,882 (si se mantienen los casos ingresados de 2022). No obstante, si se aprueba el recorte extra de 25 mmdp, el gasto por asunto podría caer hasta 46,464 pesos, casi la mitad de los observado en 2018.

La reducción del presupuesto del PJF puede comprometer su operación, especialmente cuando en los últimos años este Poder ha sido objeto de diversas reformas que le han añadido funciones. Por ejemplo, la reforma en materia de justicia laboral trasladó la resolución de conflictos entre trabajadores y patrones a los tribunales laborales del Poder Judicial de la Federación, o de las entidades federativas. Asimismo, se han llevado a cabo reformas en las materias penal y civil y familiar para cuya implementación el PJF ha previsto partidas presupuestales específicas.

Si bien el gasto del PJF observa una trayectoria alcista desde el año 2000, con un punto máximo en 2016, a partir de ese año ha ido a la baja, con un descenso pronunciado en 2019, y tras él un estancamiento, en parte provocado por las medidas de austeridad que el propio PJF implementó en la presidencia de Arturo Zaldívar, según sus informes.



Además de las medidas de austeridad, el propio PJF solicitó recursos menores para el ejercicio fiscal 2019: 23% menos (-19.5 mmdp) comparado con la solicitud presupuestal que hizo en 2018. Finalmente, su presupuesto aprobado entre 2018 y 2019 fue 17% menor (-13.8 mmdp).

Un Poder de la Unión castigado

Si bien el PJF elabora su propio proyecto de presupuesto y la Secretaría de Hacienda no puede modificarlo al integrarlo en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación, la Cámara de Diputados sí tiene la atribución para hacerle ajustes. De hecho, es una práctica constante.

Entre 2000 y 2023 sólo en una ocasión (2013) la Cámara de Diputados ha respetado la solicitud presupuestal del PJF en su conjunto. En ese periodo, los legisladores le autorizaron a los jueces, en promedio, 10.2% menos de lo que solicitaron.



Si los diputados cumplen la amenaza del recorte de 25 mmdp, la reducción sería de casi un 30%, una variación que nunca se ha registrado en lo que va del milenio, superior al recorte de 24.3% acontecido en el presupuesto 2002.

De todas formas, hay diferencias entre legislaturas: en el periodo de 2013 a 2018, el presupuesto anual del PJF fue 6.3% (6.1 mmdp, en promedio) menor al solicitado, mientras que de 2019 a 2023 ha sido en promedio sólo 2.6% (2.2 mmdp) menor. Es decir, parecería que en los últimos años los legisladores se apegan más a las solicitudes presupuestales de los jueces. Sin embargo, este comportamiento de la Cámara puede tener otros motivos.

Como ya lo mencionamos, para el ejercicio fiscal 2019 el propio PJF solicitó recursos considerablemente menores, comparado con su solicitud de 2018. Es decir, para la Cámara ya no parecía necesario aplicar recortes importantes al PJF, como en ejercicios anteriores.

Esto puede obedecer, además, a una cuestión política, por la buena relación entre los titulares del Poder Judicial y Ejecutivo al inicio del sexenio. Esta situación cambió  con el nombramiento de la ministra Norma Piña a la Presidencia de la Corte y del CJF, lo cual pudo motivar los intentos de reducción presupuestaria para 2024.

La respuesta: una garantía presupuestal

La politización del presupuesto conlleva riesgos. Afectar financieramente al Poder Judicial no sólo implica un impacto en su operación, sino que también limitaría el acceso a la justicia a cientos de miles de mexicanos. Mientras que en 2016 el gasto per cápita de la justicia federal fue de 699 pesos, en 2023 sería de 601, mientras que en 2024 podría caer a 452 pesos, si la mayoría legislativa cumple con lo que planea.

¿Cómo borrar las amenazas de recorte? Mediante una garantía presupuestal al PJF. Es decir, que su presupuesto no sea discrecionalmente aprobado por los legisladores, sino que sea equivalente a un porcentaje de los ingresos o gastos del Gobierno.

Entre 2000 y 2018 el gasto del PJF representó, en promedio, el 1.4% del gasto programable, mientras que en este sexenio se prevé que cierre en 1.3% (considerando el monto solicitado por el PJF), cifras por debajo de la recomendación de dotar con al menos el 2% del presupuesto. Si se lleva a cabo el recorte de 25 mmdp, su presupuesto no representaría ni el 1% del gasto programable en 2024.



Incluir en la legislación una garantía presupuestal al Poder Judicial de la Federación equivalente a, al menos, el 2% del gasto programable reduciría los riesgos de debilitamiento en el acceso a la justicia y la división de poderes. Además, es una práctica que existe en las Constituciones de algunos estados, como en Jalisco. En Costa Rica, por ejemplo, el financiamiento de su Poder Judicial no puede ser menor al 6% de los ingresos ordinarios.

Materializar esta garantía podría acercarnos a los niveles de gasto que los poderes judiciales en otros países latinoamericanos tienen. Datos de la CEPAL revelan que el gasto de los gobiernos centrales destinado a los tribunales de justicia en tres países federales (Argentina, Brasil y México) de América Latina representó en 2020 el 0.4% del PIB de México y Argentina, mientras que en Brasil fue el 0.8%. Comparado con los países de la Alianza Pacífico, Chile destinó el 0.5% del PIB, Colombia el 0.7% (2019) y Perú el 0.9%.

¿Es factible la reducción presupuestal del PJF?

En la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación del ejercicio fiscal 2022, los diputados redujeron en un 26% el monto solicitado por el Instituto Nacional Electoral, lo que motivó que esta institución promoviera una controversia constitucional.

Los ministros de la primera sala de la SCJN votaron por la invalidez del PEF 2022 en lo concerniente al presupuesto asignado al INE. En la sentencia, la ponencia del ministro González Alcántara Carrancá planteó que la Cámara de Diputados no puede utilizar su facultad de aprobación del presupuesto para diluir o desaparecer la autonomía presupuestal que la Constitución otorga a los órganos constitucionales autónomos. Una reducción como la que han esbozado los legisladores de Morena estaría diluyendo la autonomía presupuestal de la que goza el PJF.

Para llevar a cabo una modificación al presupuesto solicitado por un órgano con autonomía presupuestal, ésta debe ser debidamente motivada. Es decir, “justificar los cambios a través de argumentos objetivos, razonables y públicamente expuestos en el dictamen correspondiente”.

Por último, señala la sentencia, dado que la elaboración del proyecto de presupuesto del INE es de índole técnica, se incrementa y particulariza el estándar de motivación para que la Cámara de Diputados pueda efectuar una reducción como la que en su momento aplicó al instituto electoral.

Estos principios tendrían que ser observados por los legisladores si pretenden llevar a cabo una modificación significativa al proyecto de presupuesto del PJF. Es decir, deberían exponer con argumentos técnicos equivalentes a los expuestos por el PJF en su proyecto de presupuesto, para construir una justificación sustantiva, expresa, objetiva y razonable, con el propósito de demostrar que no se afectará el desarrollo de las competencias que constitucionalmente se otorgan al PJF.

Anexo


Subsidios 2024: la concentración del bienestar

La política social en 2024 apuesta por la uniformidad por encima de la diversidad. Para el siguiente año, el gasto en subsidios alcanzará los 1.1 billones de pesos, superando por poco el récord de 2015. No obstante, el crecimiento (un 10.7% por arriba de lo aprobado en 2023) estará concentrado sólo en las Pensiones de Adultos Mayores, dejando en el olvido sectores como el de la educación, salud o seguridad.

En 2024, el gasto en subsidios tendrá un claro componente electoral: el programa insignia del actual Gobierno, la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores (que de ahora en adelante llamaremos Pensión para Adultos Mayores), contará con 465 mmdp, un crecimiento de 871% (417 mmdp) más que en 2018, y concentrará el 41.8% del total de recursos. Nunca en la historia un programa había alcanzado tal concentración. Al mismo tiempo, el resto de programas, incluso los considerados prioritarios, permanecerán estancados.

La apuesta por incrementar sólo las pensiones asistenciales, a costa de castigar a otros programas, agudizará la regresividad de la política social. El carácter universal de este programa  provoca que los recursos lleguen no sólo a las personas más necesitadas, sino también a los deciles de mayores ingresos, lo que reduce la capacidad de la política social para reducir la pobreza y desigualdad.

Visto de otra forma, al cierre del sexenio, el gasto en subsidios dedicados a la agricultura, las corporaciones de policía, ciencia y tecnología, educación, protección ambiental, cultura, salud o vivienda será mucho menor al observado en 2018. Asimismo, por primera vez en 2024 el gasto en subsidios presupuestados (1.1 billones), serán mayores a la inversión física (889 mmdp).

Te describimos esta apuesta por el gasto unidimensional en subsidios.

De la concentración a la saturación

Pese al discurso desde inicios de gobierno que ha ‘vendido’ una política social más agresiva, hasta 2023 el actual sexenio jamás superó el gasto en subsidios conseguido durante el sexenio de Peña Nieto. Tal parece que al sexto año de gobierno la situación cambiará, pero hay que analizar lo propuesto con cuidado.

Para 2024 el gasto en subsidios llegará a 1.1 billones de pesos, el mayor monto de la historia. Esta cifra supone un aumento de 10.7% (108 mmdp) respecto de lo aprobado en 2023 o de 27% (239 mmdp) en comparación con lo ejecutado en 2018, pero apenas de 3% (37 mmdp) frente a lo gastado en 2015. Hay que recordar que el anterior Gobierno aplicó medidas de austeridad a partir de 2016, a causa de la caída de los precios del petróleo, por lo que su gasto social fue a la baja.

Aunque en 2024 se superará por poco el monto más elevado en subsidios de 2015, la estructura del gasto será completamente diferente: en 2015 se registraron 184 programas, y el de mayor valía –subsidios para Organismos Descentralizados Estatales– concentró 125 mmdp o 12% del total. En cambio, en 2024 habrá sólo 72 programas de subsidios, y el de mayor valía será la Pensión para de Adultos Mayores, con 465 mmdp, o 41.8% del total

Durante el sexenio pasado una buena cantidad de programas fue criticada por generar una dispersión del gasto en mecanismos de poco valor, que tenían bajas posibilidades de generar un impacto social, ya que contaban con pocos recursos para lograr el alcance y la cobertura de sus objetivos. En el Gobierno actual esta situación ha dado un giro de 180 grados: la concentración del gasto se ha dado en programas de transferencias directas, sin una visión de desarrollo, pero sí de ‘cultivo’ de clientela. El problema de fondo se mantiene, pero sus causas son diferentes.



Además, si bien en términos absolutos en 2024 se alcanzará el mayor monto en subsidios de la historia, visto en términos per cápita o como proporción del gasto total, la historia es diferente.

El gasto en subsidios por habitante será de 8,410 pesos en 2024, una mejora frente a los 6,925 logrados en 2018, pero se mantendrá por debajo de los 8,786 pesos logrados en 2015. Para alcanzar el gasto per cápita en subsidios se requerirían 49.7 mmdp adicionales, lo que equivaldría a duplicar el presupuesto 2024 de las Becas Benito Juárez para Educación Media (39.3 mmdp) y el programa de Apoyos a Centros y Organizaciones de Educación (10.1 mmdp). 

La brecha es más amplia si se compara con el gasto total. En 2015 los programas de subsidios representaron el 13.8% del gasto neto, pero en 2024 alcanzarán sólo el 12.3%. Que la proporción sea menor significa que estos programas tienen menor prioridad en el gasto público, lo cual se explica porque el gasto total se ha acelerado, a causa de un mayor gasto en pensiones contributivas y costo financiero de la deuda en los años recientes, como lo explicamos en nuestra nota sobre el marco macroeconómico 2024. 

Para alcanzar la misma proporción de gasto en subsidios respecto del gasto total vista en 2015 (13.8%,) se necesitarían 132.6 mmdp adicionales de gasto, lo que implicaría duplicar el Programa de Subsidios para Organismos Descentralizados Estatales (universidades estatales), que contará con 110 mmdp en 2024, y el programa de Jóvenes Escribiendo el Futuro (11.7 mmdp). En otras palabras, aún falta mucho para que la política social recupere la prioridad que tuvo en el sexenio anterior.



De cómo se fue perdiendo la progresividad de la política social

En 2024 la Pensión para Adultos Mayores será el programa de subsidios con el mayor presupuesto (465 mmdp), un crecimiento de 871% (417 mmdp) en relación con 2018 y, como hemos dicho, concentrará el 41.8% del total de recursos. Desde 2019 este programa ha sido el de mayor crecimiento; no obstante, su impacto social es cuestionable, al no estar focalizado en las personas más necesitadas.

La regresividad del programa para adultos mayores comenzó en el actual Gobierno, pues en sus inicios el programa estaba enfocado en atender a las personas más vulnerables del país; luego se otorgó sólo a las personas sin una pensión contributiva (IMSS, ISSSTE, Pemex, etc.), pero a partir de 2019 se hizo universal. Veamos…

El primer antecedente de la Pensión para Adultos Mayores ocurrió en 2001 en el Distrito Federal, hoy Ciudad de México. El programa estaba enfocado en personas mayores de 68 años que vivían en zonas de alta marginación[1]. A nivel federal, el programa comenzó a aplicarse en 2003, bajo el nombre Programa de Atención a los Adultos Mayores, enfocado en adultos mayores de 60 años y más, de localidades rurales de alta marginación en umbral de pobreza alimentaria.

En 2007, se transitó hacia el Programa de Atención a los Adultos Mayores de 70 años y más en Zonas Rurales, acotado para localidades de hasta 2,500 habitantes. Esta focalización garantizaba que el apoyo llegara a las personas más necesitadas. Al cierre del sexenio de Calderón en 2012, el programa ejerció 30.7 mmdp, o 3.7% del presupuesto en subsidios.

Luego, en 2013, ya con Peña Nieto, el programa cambió a Programa de Pensión para Adultos Mayores, y redujo la edad a 65 años, y con la condición para el otorgamiento de no tener otros ingresos por concepto de pago de jubilación o pensión de tipo contributivo. Aunque se perdió la focalización en las personas de menores ingresos, se mantuvo cierta progresividad, al destinarse sólo a personas que no contaran ya con una pensión contributiva. Al cierre de ese sexenio, el programa ejerció 47.9 mmdp o 5.5% del gasto en subsidios.

Hay que decirlo: el apoyo a las personas adultas mayores sin pensión contributiva no fue prioridad en los gobiernos pasados. Al cierre del sexenio de Peña el apoyo mensual fue de sólo 580 pesos, una cantidad mínima para impactar en la calidad de vida de las familias. Hubiera sido deseable que se incrementara ese monto, pero manteniendo la focalización del apoyo en las personas más necesitadas. No obstante, fue López Obrador quien ‘atacó’ directamente esa necesidad social, pero la convirtió en una herramienta política.

Para 2019, se cambió la denominación del programa a Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores, y su población objetivo se amplió para incluir a personas indígenas adultas mayores de 65 años o más y a todas las personas adultas mayores de 68 años. Ya en 2023 se ‘uniformó’ la población objetivo: mayores de 65 años. En cuanto al apoyo bimestral, se ha pasado de 1,500 pesos en 2019 a 3 mil pesos en 2024. En otras palabras, con López Obrador no sólo se volvió universal este programa, sino que también se amplió el apoyo.



Dar prioridad a un programa que se otorga de manera universal limita la capacidad de la política de subsidios para garantizar la equidad social. Según el Coneval[2], el ingreso promedio mensual por persona proveniente de programas sociales[3] pasó de 309.9 pesos en 2018 a 508.3 pesos en 2022. Sin embargo, la progresividad de estos subsidios disminuyó: mientras que en 2018 el decil de las personas más vulnerables recibía el 34.4% de sus ingresos corrientes a través de programas sociales, en 2022 esa proporción cayó a 27.3%. Por contra, el decil de más ingresos pasó de recibir 4.9% de sus ingresos mediante programas sociales en 2018 a 5.4% en 2022. Es decir, se gastó más, pero impactó menos en la población que más lo necesita.

De hecho, el primer decil fue el único que perdió participación en la recepción de programas sociales entre 2018 y 2022. El segundo decil pasó de recibir 16.9% de sus ingresos mediante programas sociales en 2018 a 20.3% en 2022; el tercer decil pasó de 12.3% a 16.5%; el cuarto de 9.7% a 14%; el quinto de 7.9% a 12.7%; el sexto de 7.1 a 11.5%; el séptimo de 6% a 9.8%; el octavo de 5 a 9%; el noveno de 4.8% a 7.4% y el décimo de 4.9 a 5.4%.

Es posible que este resultado explique por qué el porcentaje de la población en situación de pobreza multidimensional a nivel nacional bajara de 41.9% en 2018 a 36.3% en 2022, mientras que la pobreza extrema se mantuviera en 7.0% en 2018 y 7.1% en 2022; es decir, que el número de personas en pobreza extrema pasara de 8.7 a 9.1 millones de personas entre 2018 y 2022, según cifras del Coneval.

La menor progresividad del gasto en subsidios se debe a la primacía que tiene la Pensión para Adultos Mayores. Con datos calculados a partir de la ENIGH 2020, la Secretaría de Hacienda[4] estimó que el 20% más pobre de la población obtiene el 7.7% de los recursos de este programa, mientras que el 20% más rico obtiene el 20.9% de sus recursos. Es decir, el programa social de mayor presupuesto, que cada año concentra más recursos, es regresivo. En 2024 la SHCP tendrá que actualizar esta medición.

Por el contrario, programas como el eliminado Instituto de Salud para el Bienestar concentraba el 22.9% de sus recursos en el decil más pobre, y sólo 2.3% en el más rico. A pesar de ser altamente progresivo, este programa fue castigado y su sustituto, el IMSS-Bienestar, no será capaz de mejorarlo sustantivamente, como lo describimos en nuestro análisis del gasto en Salud en el PPEF 2024.



Los olvidados

Dar prioridad a un solo programa de subsidios ha tenido un alto costo: el resto de los programas y funciones del gasto se quedarán estancadas frente a 2023 y frente al fin del sexenio pasado. La gran mayoría presenta un retroceso.

De 72 programas aprobados en 2024, tan sólo seis tendrán incrementos superiores al 10%, sin contar a la Pensión para Adultos Mayores. Se destaca un aumento de 64% (592 mdp) en el programa a la Atención Médica, 37% (240 mdp) en Prevención y Control de Sobrepeso, Obesidad y Diabetes, o 31% (194 mdp) en el programa de Vigilancia Epidemiológica.

Por el contrario, hay un recorte de 71% (928 mdp) en el Programa Nacional de Reconstrucción, 36% (2.5 mmdp) en el Programa de Mejoramiento Urbano y 27% (980 mdp) en el Programa de Agua Potable, Drenaje y Tratamiento. Por otro lado, hay 55 que sólo tendrán un aumento nominal, para mantener los mismos recursos que en 2023; es decir, que tendrán un crecimiento de 0% real para el siguiente año.

Ninguno de los programas prioritarios del presente Gobierno tendrá aumentos para 2024, salvo la Pensión para Adultos Mayores. En términos de desarrollo social, esto es cuestionable. Si un programa es considerado prioritario, debería de tener un aumento a la par del resto de los otros programas esenciales. Queda claro que no todos los programas son iguales: el Gobierno ha decidido cuál será el programa de mayor importancia política, y a ése se le estará apostando todo para el siguiente año.

Por ejemplo, el programa de Becas Benito Juárez para Educación Básica (el cual, por cierto, es bastante progresivo) contará en 2024 con 36.6 mmdp, el mismo monto que en 2024. Las Becas Benito Juárez para Educación Media tendrán 39.4 mmdp, lo mismo que este año. La Escuela es Nuestra mantendrá su presupuesto en 28.8 mmdp, y Sembrando Vida se quedará con 38.9 mmdp, igual que en 2023.



Al analizar por enfoque o función de gasto, el costo de apostar por un solo programa queda, de nuevo, de manifiesto: la mayor parte de funciones tiene disminuciones frente a años previos o respecto del cierre del sexenio pasado. Ya que cada Gobierno crea, elimina o cambia programas, el análisis por funciones permite dar un seguimiento a este gasto por el enfoque social.

Una de las funciones del gasto en subsidios más afectada durante el sexenio ha sido Asuntos de Orden Público y Seguridad Interior (gasto para policías civiles). Para 2024, se prevén 2 mmdp en subsidios para esta función, un aumento de 2% (40 mdp) frente a 2023, pero una caída de 79% (7 mmdp) respecto de 2018. Hay que recordar que a partir de 2021 desapareció el Programa de Fortalecimiento a la Seguridad (Fortaseg), que apoyaba a cerca de 300 municipios bajo el criterio de sus índices delictivos. En 2023 se creó el Fondo para el Fortalecimiento de las Instituciones de Seguridad Pública (Fofisp), el cual tendrá sólo 1.8 mmdp, 83% (5.4 mmdp) de lo que contó el Fortaseg en 2018.

La función de Ciencia, Tecnología e Innovación también exhibe un notable retroceso: en 2024 contará con 22 mmdp, un avance del 0% frente a 2023 y una caída de 18% (5 mmdp) respecto de 2018. La caída se explica por la reducción en 99% del Programa de Fomento a la Agricultura, entre 2018 a 2024. Este programa contaba con un componente de innovación agroalimentaria, y ejerció 2.8 mmdp en 2018. Además, fue eliminado el programa de Innovación Tecnológica para Incrementar la Productividad de las Empresas, que en 2018 ejerció 2.1 mmdp, dentro del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

También se destaca la función de Protección Ambiental, la cual contará en 2024 con 1 mmdp, 53% (1 mmdp) menos que en 2023 o 75% (4 mmdp) menos que en 2018. El programa más afectado dentro de esta función ha sido Agua Potable, Drenaje y Saneamiento, el cual contará en 2024 con 783 mdp, 66% (1.5 mmdp) menos que en 2018. Asimismo, desapareció el programa de Recuperación y Repoblación de Especies en Riesgo, que en 2018 ejerció 697 mdp, así como el programa de Saneamiento de Aguas Residuales, que en 2018 ejerció 409 mdp.

No está de más recordar la caída en subsidios en la función salud: para 2024 contará con 114 mmdp, 1% (2 mmdp) más que en 2023, pero 6% (8 mmdp) menos que en 2018. Los impactos y pormenores los explicamos en nuestra análisis del gasto en salud del Paquete Económico 2024.

Finalmente, llama la atención la función de Agropecuaria, Silvicultura Pesca y Caza, la cual contará con 54 mmdp, 0% de avance frente a 2023 y 34% (28 mmdp) menos respecto de 2018.

Frente a 2024 se registran tres programas que no existían en 2018, con un gasto conjunto de (46.2 mmdp), se trata de Fertilizantes, Precios de Garantía y Producción para el Bienestar. Y han desaparecido nueve programas: Apoyos para el Desarrollo Forestal Sustentable; Programa de Apoyos a la Comercialización; Programa de Acciones Complementarias para Mejorar Sanidades; Programa de Apoyos a Pequeños Productores; Programa de Fomento a la Agricultura; Programa de Productividad y Competitividad Agroalimentaria; Aseguramiento Agropecuario; Concurrencia con Entidades Federativas; Programa de Fomento Ganadero; y Fomento a Productividad Acuícola, que en conjunto ejecutaron 74.2 mmdp en 2018. Pese a la creación de programas prioritarios, los subsidios al campo han caído dramáticamente en la actual administración.


 


Gasto asistencial, por encima del productivo

Otro hito del presupuesto en subsidios 2024: por primera vez en la historia, el gasto de asistencia social (subsidios) aprobado será superior al presupuesto de inversión física. Aunque en la práctica –gasto observado– los subsidios habían sido superiores en la inversión de 2017 a 2022, nunca en un presupuesto se había dado este escenario.

Para 2024 se estima un gasto de inversión de 889 mmdp, una caída de 23.9% (279 mmdp) frente a lo aprobado para 2023. Esto significa que el gasto en subsidios, por 1.1 billones de pesos, será 25% (224 mmdp) mayor al de la inversión. De 2019 a 2023 el gasto aprobado de inversión fue, en promedio, 9% (83 mmdp) mayor al de subsidios. No obstante, en la práctica, de 2019 a 2022 el gasto de inversión ha sido 5% (44 mmdp) inferior al de subsidios. Esto se debe a que de forma recurrente se ha sobrejercido el presupuesto en subsidios y subejercido el de inversión.

Cuando el gasto de inversión es superior al de asistencia social, significa que se prioriza la generación de oportunidades de crecimiento económico y de desarrollo personal, sobre la satisfacción de las necesidades presentes de la población, mediante intervención estatal directa. Y es que la inversión, bien dirigida, genera desarrollo y propicia la creación de capacidades propias, mientras que los subsidios, de aplicarse incorrectamente, provocan dependencia hacia el Gobierno. El hecho de que el Gobierno proponga un gasto en subsidios superior al de inversión deja en claro su preferencia por el gasto asistencial.



Con reglas, pero sin distribución

Como lo advertimos en nuestro análisis del Paquete Económico 2023, una situación positivamente destacable del actual Gobierno es que su gasto en subsidios ha ganado terreno en cuanto a la cantidad de recursos ejercidos con Reglas de Operación (ROP). Sin embargo, lo ha perdido respecto de su clasificación geográfica. Para 2024 se agudiza la problemática.

En el primer año del presente sexenio tan sólo el 35% (296 mmdp) de los subsidios se ejecutaron mediante programas con ROP, la proporción más baja de la que haya registro. Esto significa que los principales programas no contaban con una normativa que garantizara principios de transparencia, igualdad, no discriminación, facilidad de acceso, calendarización de los recursos, inclusión financiera, etcétera. Esta situación se dio a causa de la creación de programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, Beca Universal para Estudiantes de Educación Media, Sembrando Vida, Producción para el Bienestar, Pensión para Personas con Discapacidad Permanente, entre otros.

Con el transcurso del sexenio, se han ido publicando las diferentes normativas de los programas de reciente creación, y para 2024, el 72% (803 mmdp) de los recursos en subsidios contarán con ROP, la mayor proporción desde 2008. Aun así quedan programas importantes sin ROP, como los Subsidios para Organismos Descentralizados Estatales o los Subsidios a las Tarifas Eléctricas.



Como decimos, la parte negativa es que ha ido aumentando la cantidad de recursos para subsidios sin clasificación geográfica o localizados en Ciudad de México. Este vacío de información facilita el uso discrecional y electoral de los recursos, y da pie a actos de corrupción. Esta situación reviste especial gravedad para 2024, pues el 88% (983 mmdp) de los recursos en subsidios estará en esta situación de opacidad, la mayor proporción jamás registrada.

Hay que subrayar que esta carencia (o imprecisión) no es justificable, pues si el Gobierno tiene padrones de beneficiarios debe saber y transparentar en qué regiones ejecutará el gasto. Además, puede tomar la asignación del gasto de otros años para estimar dónde se ejecutarán los recursos en los proyectos de egresos.

La ausencia de precisión geográfica es, sobre todo, violatoria al artículo 84 de la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, que estipula que “(…) El Ejecutivo Federal deberá señalar en el proyecto de Presupuesto de Egresos la distribución de los programas sociales, estimando el monto de recursos federales por entidad federativa”.



Llama la atención que los programas de mayor valor son también los de mayor opacidad. Por ejemplo, el 99% de los recursos aprobados para la Pensión para Adultos Mayores se clasifica en la Ciudad de México. Esta situación hace imposible verificar si los recursos presupuestados para este programa son acordes a la cantidad de beneficiarios en cada entidad federativa. Además, no permitirá verificar en la Cuenta Pública si los recursos fueron ejercidos de forma correcta, porque ni siquiera existe un plan para evaluar la asignación.

Otro programa con una grave carencia en clasificación geográfica es el de Atención a la Salud para la Población sin Seguridad Social, que ejecuta el IMSS-Bienestar. El 100% (86 mmdp) de sus recursos se clasifican en Ciudad de México. Esta situación impide evaluar si existe una justa distribución del gasto en salud entre entidades.

Finalmente, el programa de Subsidios a las Tarifas Eléctricas clasifica de igual forma la totalidad de sus recursos en Ciudad de México. Dada esta falta de información, no es posible conocer qué parte del país es la más dependiente de apoyos fiscales, lo cual permitiría evaluar la pertinencia de la inversión física de la CFE. Asimismo, de no existir esta anomalía, se podría hacer una evaluación sobre la progresividad del subsidio, pues se podría verificar si los apoyos llegan a los estados o municipios más marginados.



Anexo: estructura de subsidios 2018 vs. 2024

 

 


[1] Reglas de Operación Programa de Adultos Mayores del Distrito Federal: https://data.consejeria.cdmx.gob.mx/portal_old/uploads/gacetas/2001_febrero_6_15.pdf

[2] Coneval 2023. Documento de Análisis sobre la Medición Multidimensional de la Pobreza 2022. Recuperado de: https://www.coneval.org.mx/Medicion/MP/Documents/MMP_2022/Documento_de_analisis_sobre_la_medicion_multidimensional_de_la_pobreza_2022.pdf

[3] En 2018 se los principales programas considerados son PROSPERA, PROCAMPO, Beneficio del programa 65 y más y programas para adultos mayores. Para 2022, los principales programas considerados son: Producción para el Bienestar, Beneficio de otros programas para adultos mayores (P045), Beneficios de Beca Bienestar para las Familias de Educación Básica (PROSPERA) (P101), Beca Benito Juárez para Jóvenes de Educación Media Superior (P102), Beca Jóvenes Escribiendo el Futuro de Educación Superior (P103) y Programa para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores.

[4] SHCP (2022) Distribución del Pago de Impuestos y Recepción del Gasto Público por Deciles de Hogares y Personas. https://www.finanzaspublicas.hacienda.gob.mx/work/models/Finanzas_Publicas/docs/congreso/infoanual/2022/ig_2022.pdf

Gasto en salud en el PEF 2024: se profundiza la inequidad

Para 2024 se promete un gasto federal en salud de 962 mmdp. Se trata de un aumento de 5.8% (53 mmdp) en comparación con lo aprobado para este año. Se alcanzaría así el mayor monto de la historia, pero no festejemos todavía: las personas sin seguridad social recibirían la menor parte de ese aumento, y se mantiene la posibilidad de simular el gasto a través de fideicomisos.

El presupuesto de las instituciones que atienden a los sectores más desfavorecidos, como la SSA o el IMSS-Bienestar, crecerá 2.2% (8 mmdp) frente a 2023, pero los recursos del IMSS, ISSSTE, Sedena y Marina, que atienden a la población asegurada, aumentarán 7.8% (45 mmdp). Este crecimiento dispar provocará que el gasto en salud orientado a las personas con seguridad social sea 68% mayor frente al de las no aseguradas. Se trata de la mayor brecha desde 2007.

Medido en términos per cápita, el gasto por paciente en las instituciones de la seguridad social será de 28,925 pesos, 57% superior al gasto por paciente de las personas que potencialmente se atienden en la SSA o IMSS-Bienestar (15,507 pesos).

Además, se mantiene el riesgo de simulación del gasto precisamente destinado a la población más desfavorecida. En 2021 y 2022 identificamos que el Insabi mandó recursos al Fondo de Salud para el Bienestar (Fonsabi), y luego los regresó a la Tesofe, perdiendo su trazabilidad en el camino; es decir, se simuló el gasto en salud. Pues bien, para 2024 se mantendrá la obligación de que el Fonsabi, ahora gestionado por el IMSS-Bienestar, mande recursos a la Tesofe, y con ella la posibilidad de inflar el gasto en salud.

Con esta perspectiva, la ‘apuesta oficial’ por garantizar el derecho humano a la salud para toda la población luce como un despropósito. El IMSS-Bienestar contará con 128.6 mmdp, 14.5% (16 mmdp) más de lo que tuvo el Insabi (su antecesor) en 2023, pero tendrá menos recursos frente a lo gastado en 2021 y 2022.

Te contamos la historia detrás de la promesa de acceso universal a la salud. 

La antesala de la simulación

En 2020, con todo y pandemia de covid-19, el Gobierno prometió un gasto en salud histórico para el presupuesto 2021, y posteriormente para el presupuesto 2022. Las mayores promesas se hicieron para los sistemas de salud que atienden a personas sin seguridad social, y si bien en las cifras oficiales los objetivos se cumplieron, en realidad el gasto se infló a golpe de transferencias a fideicomisos, que luego regresaron a la Tesorería de la Federación (Tesofe). Si no tomamos en cuenta estos esquemas de transferencias, en realidad no hubo mejora frente al sexenio pasado.

En 2021, el Insabi realizó transferencias al Fondo de Salud para el Bienestar (Fonsabi) por 64.4 mmdp[1], los cuales fueron contabilizados como gasto efectivo en salud. Sin embargo, ese mismo año el Fonsabi regresó a la Tesofe 101 mmdp, con lo que se perdió el registro de los recursos (es decir, es imposible saber si se gastaron en salud). Luego, en 2022 el Insabi transfirió 49 mmdp al Fonsabi, que le ‘regresó’ 72 mmdp a la Tesofe. Es decir, por dos años consecutivos el gasto en salud estuvo inflado.

Como lo explicamos en nuestro análisis “El ocaso del Fonsabi”, este fondo dejó de usarse para atender enfermedades catastróficas e invertir en infraestructura. Vale la pena apuntar que en 2022 sólo el 3.4% de los gastos a partir de este instrumento se orientaron a cumplir con su misión, y el 91.9% fueron transferencias a la Tesofe.



Con la desaparición del Insabi a mediados de 2023, no desaparece el Fonsabi: será administrado por el IMSS-Bienestar. Sin embargo, se mantendrá el marco legal que permite la simulación del gasto.

Revisemos ese marco. Desde noviembre de 2019, en la Ley General de Salud (LGS) se establece en el artículo 77 bis 17 que “cuando el Fondo acumule recursos en un monto superior a dos veces la suma aprobada en el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2020 como aportaciones  al Fideicomiso del Fondo de Salud para el Bienestar (32 mmdp), el remanente podrá (énfasis añadido por nosotros) destinarse a fortalecer acciones en materia de salud a través del reintegro de recursos correspondiente a la Tesorería de la Federación”.

Por otra parte, en la Ley de Ingresos de la Federación (LIF) 2021, 2022 y 2023, mediante artículos transitorios, se ha establecido la obligación de que el Fonsabi transfiera recursos a la Tesofe. En 2022 y 2023 se instruyó que todo el remanente fuera depositado en la Tesofe, salvo que la SHCP autorizara lo contrario. Esta misma disposición se contempla en la LIF 2024, en el décimo cuarto transitorio.

Es urgente que el Congreso elimine este artículo de la LIF 2024, ya que se presta a la simulación. No hay ninguna necesidad de regresar recursos a la Tesofe para después posiblemente gastarlos en salud. El gasto en la materia debe ser transparente y verificable.



Todavía hay una sospecha más en torno a las promesas de incrementar el gasto: siempre se puede recortar el gasto aprobado en salud a lo largo del año. Y es que en 2023 también se prometió el mayor gasto funcional en salud de la historia; no obstante, al mes de julio se colocó en 373 mmdp , 5% (19 mmdp) por debajo de lo visto en 2022 y por debajo también de 2018, 2022 o 2021, en el mismo periodo. Esto se debe a los distintos recortes que se hicieron en distintos programas (y que hemos detallado), lo que provocó que el avance del gasto anual a julio fuera de sólo 43%, el peor desde la crisis de 2009.

Así, en 2024 los ingresos bien pueden quedarse por debajo de lo estimado, o el Gobierno puede verse tentado a recortar el gasto en salud, como lo ha hecho en 2023, para no superar su ya holgado margen de deuda.



La promesa en salud de 2024

Para 2024 se promete un gasto federal en salud de 962 mmdp, el mayor monto registrado. Representaría un aumento de 5.8% (53 mmdp) frente a 2023, o de 27% (203 mmdp) frente al cierre del sexenio anterior, en 2018. Si se logra este aumento, la evolución del gasto en salud será mejor que con Peña Nieto, cuando los recursos cayeron 0.2% frente al cierre del sexenio de Calderón, a causa de las medidas de austeridad aplicadas a partir de 2017. No obstante, el aumento del gasto en salud de AMLO sería menor al logrado por Calderón (35%) o al de Fox (32%).

Por otro lado, y como hemos visto, es posible que el gasto efectivo en salud sea inferior, si hay transferencias. De 2020 a 2022 se han ‘regresado’ 66 mmdp a la Tesofe. Si se mantiene esta tendencia en 2024, el gasto real en salud sería de sólo 896 mmdp, un aumento de 18% (137 mmdp) frente al cierre del sexenio pasado.

A esto hay que sumarle otra consideración. A partir del presupuesto 2023 detectamos que se comenzaron a presupuestar recursos en el capítulo 7000 (“Inversiones financieras”), situación que no había sucedido antes.  Al igual que las transferencias a fideicomisos, las inversiones financieras son opacas, y es difícil conocer su impacto en la prestación de servicios públicos. Estos recursos bien podrían depositarse en el Fonsabi y luego ser ‘sacados’ a la Tesofe, o simplemente no gastarse. Si descontamos estos recursos, el gasto en salud llegaría a 920 mmdp, un 21% (160 mmdp) por arriba de 2018.



En cualquier caso, hay que advertir que el crecimiento del gasto funcional en salud se da principalmente en el IMSS, que atiende a personas aseguradas. El presupuesto del instituto llegará a 455 mmdp, un aumento de 9.7%, lo que representa 40.4 mmdp adicionales. Es decir, de los 53 mmdp de gasto extra en salud frente a 2023, el 76% será para el IMSS.

La Secretaría de Salud tendrá un presupuesto de 87 mmdp, 58% (123.3 mmdp) menos que en 2023, debido a la desaparición del Insabi. Su sustituto, el IMSS-Bienestar, estará asignado a las Entidades no sectorizadas (Ramo 47), y contará con 127 mmdp.  Es decir, el nuevo organismo público descentralizado contará con apenas 4 mmdp más que su antecesor. Visto de otro modo, sólo el 7% del incremento del gasto en salud se debe al mayor presupuesto asignado al IMSS-Bienestar.

En el caso del Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA), que transfiere recursos a las entidades para atender a personas sin seguridad social, se propone un gasto de 131 mmdp, lo que supone apenas un crecimiento de 3% o 4 mmdp. Es decir, del total del incremento en salud, un 7% provendrá de este componente.

También se destaca el Fondo de Aportaciones a la Seguridad Social, el Ramo 19, el cual tendrá un gasto de 74.2 mmdp o 17% (11 mmdp) más que en 2023, lo que explica el 20.7% del incremento total en salud. Dentro de este ramo hay gasto que se destina a las personas sin seguridad social, contabilizado como el del programa IMSS-Bienestar (no confundir con el presupuesto del recién creado organismo público descentralizado). El presupuesto de este programa se mantiene sin cambios frente a 2023, como expondremos más adelante. El otro componente del Ramo 19 va dirigido a personas con seguridad social, en conceptos como apoyos financieros al IMSS e ISSSTE e, incluso, gasto en pensiones[2]. Es decir, el aumento de este ramo va mayormente para las personas aseguradas.

Finalmente, se destaca una caída de 9.2% (7.7 mmdp) en el presupuesto del ISSSTE, para colocarse en 76.3 mmdp en 2024. Por su parte, Pemex tendrá un presupuesto de 19.3 mmdp en su programa de Servicios Médicos[3], 0.3% (50 mdp) menos que en 2023. En otras palabras, no todos los sistemas para asegurados tienen ganancias; más bien, éstas se concentran en el IMSS.


 


Como porcentaje del PIB, el presupuesto en salud asciende a 2.8%, lo que representaría el segundo monto más alto de todo el sexenio, ligeramente por debajo del observado durante la pandemia (2.84%). Si descontamos las transferencias a la Tesofe, entonces el gasto en salud desciende a 2.63%, nivel que aún se encuentra muy lejos de representar el 6.0% del PIB que, de acuerdo con la OMS, debe gastar un país en su sistema de salud público. Para alcanzar el nivel de 6% del PIB, sería necesario destinar al sector salud 2 billones de pesos adicionales.



Aquí la pregunta relevante es si el dinero que se piensa gastar es suficiente para cubrir la demanda de los servicios de la salud. Podemos explorar una respuesta mediante el análisis del gasto per cápita en salud respecto de la población total que registra la Conapo.

Si consideramos que el objetivo del Gobierno es brindar servicios de salud a toda la población, y tomando el Presupuesto 2024, el Gobierno gastaría 7,276 pesos por persona para el siguiente año, lo cual representa un crecimiento real de 4.9% (338 pesos) respecto a 2023, y un aumento de 20.8% (1,254 pesos) respecto a 2018. Sin embargo, cuando en el cálculo incluimos las esperadas transferencias a la Tesofe, entonces el gasto per cápita en salud efectivo sería de 6,844 pesos, con un crecimiento de 5.6% (362 pesos) frente al año pasado, y de 13.6% (822 pesos) respecto a 2018.

Ahora bien, si analizamos cuánto se gastó en promedio durante el sexenio, el gasto per cápita en salud acumularía 6,207 pesos por persona, tomando en cuenta las posibles transferencias a la Tesofe. En el sexenio pasado el gasto per cápita en salud promedió 6,314 pesos. Así, en este sexenio el gasto por persona bien podría acabar siendo inferior al observado en el pasado.



Entonces, ¿en este sexenio ha aumentado o no el gasto per cápita en salud? Algo queda claro: los 128 millones de habitantes no se atienden todos en las instituciones públicas de salud. Por ello, una forma más efectiva de analizar si el dinero que se destina a salud es suficiente es tomando como dato a las personas que realmente se atienden en el sistema de salud pública, que se puede estimar a partir de la Encuesta Ingreso Gasto de los Hogares (ENIGH).

Considerando a las personas que realmente se atienden en los servicios de salud pública (38.8 millones de usuarios), y con el Presupuesto 2024, el Gobierno estaría gastando 27,174 pesos por persona, lo cual representaría un incremento de 5.5% (1,406 pesos) con respecto al gasto per cápita en salud de 2022 (tomando en cuenta también el número real de personas que acuden a la salud pública), y un crecimiento de 48% (8,765 pesos) respecto a 2018. Ahora, si descontamos las posibles transferencias a la Tesofe, el gasto per cápita en salud efectivo sería de 25,486 pesos, lo que representaría un crecimiento real de 7.9% (1,858 pesos) respecto a 2022, y un aumento de 38.4% (7,077 pesos) respecto a 2018.

Esto parecerían buenas noticias. Sin embargo, este incremento en el gasto de salud por persona es resultado de que cada vez hay menos personas que se atienden en el sistema de salud pública y cada vez más que recurren al sector privado, como lo hemos explicado anteriormente. ¡Les toca más a menos personas! Entre 2022 y 2018 el número de personas que se atienden en el sistema público de salud cayó 16%. O sea, el pastel se reparte entre menos personas.

Si en 2024 se atendiera a las mismas personas que en 2018, el gasto per cápita sería de 22,309 pesos por persona, una variación de -13.4% (-3,459 pesos) frente a 2022 o apenas un aumento de 21.2% (3,900) frente a 2018. Si descontamos las posibles transferencias a la Tesofe, entonces el gasto per cápita sería de 20,923 pesos por persona, lo que implicaría una caída de -11.4% (-2,705 pesos) frente a 2022 o una subida mínima de 13.7% (2,514 pesos) frente a 2018.



Salud para dos clases de ciudadanía

Para evaluar el cumplimiento de la justicia social que conlleva el gasto en salud conviene dividir los recursos destinados para las personas con y sin seguridad social formal. 

  • El gasto para las personas sin seguridad social se refiere a los recursos de la Secretaría de Salud, el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud (FASSA), el programa IMSS-Bienestar del Ramo 19 (antes IMSS-Prospera) y los recursos del órgano descentralizado IMSS-Bienestar dentro del Ramo 47.
  • El gasto de personas con seguridad social se refiere a los recursos del IMSS, ISSSTE, Sedena, Marina y el Ramo 19, sin contar el programa IMSS-Bienestar. De forma oficial, el gasto de Pemex no se considera, pues su programa de Servicios Médicos no está catalogado como gasto en salud, pero debe considerarse. 

Con esta distinción, se tiene que para 2024 el gasto en salud para las personas sin seguridad social llegará a 367 mmdp, 2.2% (8 mmdp) por arriba del aprobado en 2023, o 24% (70 mmdp) superior al de 2018. En comparativa sexenal, Peña Nieto disminuyó este gasto en 4% al cierre de su sexenio frente al fin del sexenio de Calderón, mientras que con esta misma métrica, Calderón tuvo un incremento de 43% frente al cierre del sexenio de Fox, mientras que éste último aumentó el gasto en 67% frente a lo heredado por Zedillo, gracias a la creación del Seguro Popular. En otras palabras, la herencia de AMLO en materia de presupuesto en salud de las personas más vulnerables será minúscula frente a dos de los tres últimos sexenios.

Por otro lado, hay que considerar el hecho de que la simulación del gasto en salud, a través de transferencias a la Tesofe, se realiza en los sistemas que atienden a personas sin seguridad social. Si en 2024 se transfieren 66 mmdp del Fonsabi a la Tesofe, como ha sucedido en promedio en los últimos años, el gasto efectivo en salud para las personas sin seguridad social quedaría en 301 mmdp, un aumento de apenas 1% (4 mmdp) frente a 2018.



Por su parte, el gasto en salud para las personas con seguridad social será de 615 mmdp, 7.8% (40 mmdp) mayor al aprobado en 2023 o 30% (141 mmdp) mayor al de 2018. Este incremento supera por mucho al logrado durante el sexenio de Peña Nieto (3%), Calderón (17%) o Fox (20%). No obstante, si se descuentan las referidas transferencias financieras, el crecimiento del gasto para 2024 sólo sería 19% (90 mmdp) mayor al de 2018, en línea con lo logrado por Calderón y Fox. En cualquier caso, si alguien se ha beneficiado de un mayor gasto en salud, son las personas con seguridad social, y no aquéllas sin seguridad social formal.



Recapitulemos: si para 2024 el presupuesto para personas con seguridad social será de 615 mmdp, entonces será superior en 68% (248 mmdp) al presupuesto para personas sin seguridad social (367 mmdp). Se trata de la mayor brecha entre sistemas desde 2007, cuando la distancia era de 79%. Y si llegara a haber una salida de recursos a la Tesofe, la brecha alcanzaría el 98%, la segunda mayor desde 2005, después de la observada en 2021 (111%), cuando hubo salidas de más de 100 mmdp del Fonsabi a la Tesofe.



Esta brecha también se hace presente en el gasto per cápita. Para observarla, segmentamos a las personas con y sin seguridad social[4] a partir de los datos de la ENIGH, atendiendo a la institución en la que son atendidas: IMSS, ISSSTE, Pemex, Defensa, Marina y el DIF por un lado, e IMSS-Bienestar, Secretaría de Salud (que incluye al Insabi) por el otro.

Con el Proyecto de Presupuesto 2024 el gasto per cápita en cuanto a la población con seguridad social sería de 29,799 pesos por persona, mientras que para la no asegurada sería de 27,772 pesos: una brecha de 6.8% o 2,027 pesos por persona.

De nuevo, la brecha es mayor si consideramos las hipotéticas transferencias a la Tesofe: para la población sin seguridad social bajaría a 23,444 pesos por persona (la brecha alcanzaría los 6,355 pesos, o 27% más). En 2018 la brecha era de 7,743 pesos por persona o 52% más, por lo que parece que hay una mejora.

Sin embargo, todavía hay un dato más a tomar en cuenta, al medir la brecha: la privatización de facto del sistema de salud. Y es que el número de personas sin seguridad social que se atienden en el sector público ha caído de manera drástica: en 2018 fueron 19.1 millones, para caer a 11.8 millones en 2022. O sea, el presupuesto en salud es utilizado para atender a cada vez a menos personas.

Si las instituciones de salud pública siguieran atendiendo al mismo número de personas que no cuentan con seguridad social que en 2018, la brecha en el gasto per cápita en salud se incrementaría de manera drástica: una persona con seguridad social estaría ‘recibiendo’ 28,295 pesos, mientras que una sin seguridad social recibiría 18,307 pesos; esto es, una brecha de 54.6% o  9,988 pesos por persona.



La brecha entre los dos tipos de usuarios del sistema de salud pública también se refleja en las inequidades que existen en el presupuesto asignado a las distintas instituciones. Una forma de verlo: el gasto per cápita en salud para los asegurados de Pemex[5] sería de 43 mil pesos para 2024, mientras que los usuarios del IMSS-Bienestar recibirían per cápita 22 mil pesos. Esto es, en el PEF 2024 el gasto por persona que realizaría el IMSS-Bienestar sería 21 mil pesos inferior al que ejercería Pemex.

Esta brecha la medimos considerando a la población que se atendió en 2022 (es decir, tomando como factor la mencionada privatización del sistema de salud). Pero, de nuevo, ¿qué pasaría en un escenario en el que las personas siguieran acudiendo como en el pasado reciente al sistema público? De nuevo, la brecha del gasto per cápita y por institución se ampliaría de manera importante. El caso más notorio es el de la Secretaría de Salud. Considerando a la población que se atendió en ella en 2018, el gasto per cápita cae en el PEF 2023 de 28 mil pesos, a 18 mil pesos por persona, y si descontamos las posibles transferencias a la Tesofe, caería hasta los 8 mil pesos por persona, una brecha de 81% o 34,000 pesos por persona frente al gasto de Pemex.

Lo que estamos viendo es que aun con el incremento el gasto en salud no alcanzaría para tener un sistema público universal, ni mucho menos para cerrar las inequidades existentes. El Gobierno, simplemente, no cuenta con los recursos suficientes como para atender la salud de una población creciente.



Del Seguro Popular al Insabi y ahora al IMSS-Bienestar

En 2020 se desmanteló el Seguro Popular, para ser sustituido por el Insabi. El proyecto duró muy poco, y a mediados de 2023 se decretó la desaparición del Insabi para ser sustituido por el IMSS-Bienestar. Aunque hay una ligera mejoría en términos del monto de los recursos, la nueva apuesta no luce ganadora.

Veamos. En 2024 el IMSS-Bienestar contará con 127 mmdp, 13.7% (15 mmdp) más que el Insabi en 2023, pero inferior a lo logrado por el Seguro Popular en 2013. Además, recordemos, se mantiene la instrucción de regresar recursos del Fonsabi a la Tesofe. Si el siguiente año se simula un gasto de alrededor de 56 a 66 mmdp[6] a través de transferencias al Fonsabi, el gasto efectivo del IMSS-Bienestar sería de casi la mitad del ejercido en cualquiera de los años del Seguro Popular durante el sexenio pasado.

Otra situación interesante en la transición del Insabi al IMSS-Bienestar es que el programa de Atención a la Salud desaparece, y es sustituido por el programa de Atención a la Salud para Personas sin Seguridad Social, el cual, de momento, no cuenta con Reglas de Operación (ROP). Es posible que se publiquen las ROP en los siguientes meses; sin embargo, el hecho de que no existan aún entorpecen la evaluación del programa y su gobernanza misma. 



Si tomamos a su población objetivo de 71 millones de personas[7], obtenemos que el gasto per cápita del IMSS-Bienestar será de 1,812 pesos en 2024, una reducción de 4% (77 pesos) frente al último año del Seguro Popular, o de 27% (654 pesos) frente al máximo de 2012. Como lo explicamos anteriormente, con la creación del Insabi se dejó de asignar un presupuesto en función del número de afiliados, lo que ha repercutido en un menor presupuesto per cápita.

Cabe destacar que el gasto per cápita del IMSS-Bienestar podría aumentar hasta los 5,163 pesos si se consideran las Transferencias Federales en Salud para las personas sin seguridad social. Sin embargo, no todas las entidades participan en el programa del IMSS-Bienestar; es decir, no han cedido la administración de estos recursos al Gobierno federal. En cualquier caso, el gasto por afiliado (o población objetivo) del IMSS-Bienestar será inferior a los 6 mil pesos del IMSS.



El Fonsabi: la caja chica

El Fondo de Salud para el Bienestar corre el riesgo de desaparecer con la transición hacia el IMSS-Bienestar. Al segundo trimestre de 2023, el Fonsabi contaba con 33.6 mmdp, una reducción de 58% (46 mmdp) frente al primer trimestre de 2023, o de 71% (82 mmdp) respecto del cierre de 2018. Es previsible que este fideicomiso reciba más recursos al cierre de 2023 (para simular gasto en salud), pero dichos recursos saldrán hacia la Tesofe a inicios de 2024, como ha sucedido en el pasado.



De cualquier forma, salen más recursos de los que entran. De 2010 a 2018, los ingresos trimestrales del Fonsabi* promediaron 5.9 mmdp, y sus salidas 3.8 mmdp. En lo que va del actual sexenio los ingresos promedian 9.6 mmdp (63% más), pero las salidas 18.1 mmdp (368% más). De continuar con este ritmo, el Fonsabi podría quedar agotado para el siguiente sexenio, y el costo de recuperar un fondeo para enfermedades catastróficas sería aún mayor.



La brecha también se amplía en atención

En el sexenio se ha abierto la brecha de consultas para las personas aseguradas y no aseguradas. Se espera que para el cierre de 2023 ésta ascienda a 71.3 millones de consultas, o 87.8% más (a favor de las aseguradas, claro). En 2018, esta brecha era de 41.6 millones de consultas, o 32.8% más.

Está claro que tanto las consultas para las personas aseguradas como para las no aseguradas han caído. Sin embargo, lo ha hecho en mayor medida para este último grupo. Se estima que para el cierre de 2023 el número de consultas de la población que no está asegurada caiga 36% (45.5 millones) frente a 2018, mientras que para la población asegurada caerá 9% (15.8 millones).

Esto también es reflejo de la mencionada privatización de facto del sector salud. Y es que con la extinción del Seguro Popular y la muerte prematura del Insabi, millones de personas sin seguridad social se han visto obligadas a buscar atención médica en el sector privado.



Revisemos con mayor detalle: el número de consultas que ha dado el Insabi, el cual tiene como población objetivo a las personas sin seguridad social, ha caído drásticamente durante el sexenio: entre 2018 y 2023, habrán disminuido 73.6% (31.9 millones de consultas).

Y esta caída es todavía mayor para la gente sana (previsión), con 85% menos consultas (10.9 millones) que en 2018. Las consultas para enfermedades crónico-degenerativas mostraron una caída de 62.7% (4,790 millones de consultas).



Crece el gasto en medicamentos (para los asegurados)

Con la propuesta de Presupuesto 2024, el gasto en medicamentos estaría creciendo más en las instituciones destinadas a atender a los asegurados, mientras que este presupuesto orientado a las personas sin seguridad social presenta un tejerazo.

El presupuesto en medicamentos del IMSS tendría un crecimiento real de 25% (17.8 mmdp), mientras que el de la Secretaría de Salud sufriría un recorte de 11% (2.3 mmdp). Por otro lado, para el IMSS-Bienestar se le está asignando un presupuesto de sólo 0.6 millones de pesos para medicamentos, insuficiente para compensar la caída en la SSA.

Si sumamos el gasto en medicamentos para las instituciones que atienden a personas sin seguridad social, obtenemos 19.5 mmdp para 2024, lo que representa tan sólo el 15% del presupuesto total para medicamentos. Hay que tener en cuenta que la Secretaría de Salud es la segunda institución pública con mayores usuarios. En 2022, el 35.5% (11.8 millones de personas) de los usuarios de los servicios de salud pública se atendieron en esta secretaría. En efecto, el reparto del presupuesto en medicamentos no es acorde a la cantidad de usuarios.



Aumentará la inversión: sólo para el IMSS

Finalmente, se propone que el gasto en inversión física para salud ascienda a 33.7 mmdp, lo que representa un crecimiento real de 5.5% (1.75 mmdp) frente al monto aprobado para 2023. Éste sería el monto de inversión en salud más alto en la última década. Si bien es algo positivo que se incremente la inversión, vemos de nuevo que se hace de manera inequitativa.

Y es que el incremento de la inversión se explica por un aumento de 50% (7.2 mmdp) en inversión para el IMSS frente a 2023, y es a costa del gasto en inversión física para la Secretaría de Salud, pues se le propone un recorte de 75% (5.4 mmdp). ¿Y al IMSS-Bienestar? Se le está presupuestando un gasto de 2.4 mmdp para inversión física, monto que difícilmente compensará la caída de la inversión física en el resto de instituciones que cubren a las personas sin seguridad social.

Y no para allí la caída. De acuerdo con datos de la Secretaría de Salud y el Quinto Informe de Gobierno, en 2023 la Secretaría de Salud contará con 972 unidades de salud menos con respecto a 2018. En efecto, el tijerazo a su gasto de inversión contribuirá a la disminución de infraestructura para atender a las personas sin seguridad social.



[1] Datos en miles de millones de pesos de 2024.

[2] Nos referimos al programa de “Cuota correspondiente de los haberes de retiro y pensiones”, que es transferido a las Fuerzas Armadas para apoyar a sus sistema de pensiones. Es posible que estos recursos se utilicen para dar atención en salud a los militares.

[3] El programa de Servicios Médicos de Pemex no está clasificado como gasto funcional en Salud, sino como gasto en Combustibles y Energía. Es necesario hacer esta precisión para conocer el gasto efectivo de las personas con seguridad social.

[4] Mediante la ENIGH detectamos para 2018 21.3 millones con seguridad social; 19.2 millones en 2020 y 20.6 millones en 2022. Para 2024 mantenemos la población de 2022. En el caso de personas sin seguridad social, identificamos 19.1 millones en 2018, 12.8 millones en 2020 y 11.8 millones en 2022. Asumimos el mismo nivel de 2022 para 2024.

[5] Se consideran como asegurados a las personas que estuvieron afiliadas y que utilizaron el servicio médico, lo que puede ayudar considerar a las personas que no están aseguradas pero que utilizan el servicio médico.

[6] La estimación de 56 mmdp corresponde a las transferencias a fideicomisos del Insabi al Fonsabi realizadas entre 2020 y 2022, las cuales no se destinaron a salud. La estimación de 66 mmdp corresponde a las salidas del Fonsabi hacia la Tesofe entre 2020 y 2022. Al ser las salidas del Fonsabi mayores a sus entradas, se tiene un desahorro en el capital disponible para atender el gasto en salud.

[7] Corresponde a la población objetivo más reciente del Insabi, ya que el IMSS-Bienestar no define una población objetivo en millones de personas.

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